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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEscribo en respuesta a la carta “¿Y si hubiera sido la cruz gamada?” del 23 de julio de 2015, en que el Sr. Juan Pedro Arocena plantea “Dad a Stalin lo que es de Stalin, a Dios lo que es de Dios y a los pobres dadles desarrollo económico… y no los uséis haciendo perdurar la pobreza con recetas humanas y divinas, pero siempre tan equivocadas como funcionales a los fines de acumulación de poder político y religioso”, y en otra parte: “...lo cierto es que la erradicación de la pobreza nada tiene que ver con el comunismo (...) y mucho menos aún con las religiones”.
Que la Iglesia usa a los pobres no es verdad. Lo cierto es que a lo largo de 2.000 años se ha dedicado a servir a los más necesitados, haciéndose eco de las palabras de Jesucristo, que dijo “No he venido a ser servido sino a servir” (Mt 20, 8).
Ya los primeros cristianos hacían colectas para socorrer a las comunidades con mayores urgencias. A lo largo de los siglos es enorme el bien que ha hecho la Iglesia aliviando las necesidades materiales y espirituales de un sinnúmero de personas pobres, huérfanas, enfermas o encarceladas. A nivel institucional lleva adelante organizaciones como Caritas Internationalis, y en Uruguay no puedo dejar de mencionar la obra que inició el Padre Cacho (1929-1992), sacerdote salesiano que en 1977 hizo una opción radical por los pobres y se fue a vivir a un rancho de lata en Aparicio Saravia para dedicarse a trabajar por condiciones laborales y de vivienda dignas para las personas del barrio. A la labor de la Iglesia Católica hay que agregar el gran trabajo con personas necesitadas que hacen tantas comunidades cristianas no católicas.
Por otra parte, a mi entender la Iglesia tiene mucho que decir para encauzar eficazmente el desarrollo económico. La actividad económica no es un proceso meramente técnico e impersonal, sino que en él interviene permanentemente la libertad humana. Así, un empresario tiene abierta la posibilidad de fomentar activamente el desarrollo humano de su personal y la de pagar salarios dignos independientemente de lo que dicte la ley de la oferta y la demanda en el mercado laboral; a la vez, un empleado puede elegir trabajar muy bien aunque no lo controlen, o ser leal a su empleador y no defraudarlo. La llamada Doctrina Social de la Iglesia, contenida en una serie de documentos del Magisterio, es un reservorio de pautas y principios que ayudan a orientar la vida económica, política y social de tal manera que se respete siempre la dignidad de las personas y se tienda al bien común. Sí que tiene que ver con la erradicación de la pobreza.
Atentamente,
Mauricio Echevarría
CI 4.579.775-5