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    A 30 años del muro de Berlín

    N° 2045 - 07 al 13 de Noviembre de 2019

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    El muro de Berlín es el símbolo del fracaso político, económico, social, cultural y moral del socialismo. Sin embargo, a 30 años de su caída, hay gente que sigue levantando muros a la libertad, la tolerancia, la razón y el libre comercio.

    La noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, los férreos guardias que custodiaban la “ciudad cárcel” de Berlín Oriental, fueron abandonando sus puestos y dejando que los “ciudadanos presos” del comunismo, cruzaran el checkpoint Charlie. A martillazos, puñetazos, indignación y rabia acumulada durante 40 años, comenzaron a derribar el símbolo más ominoso de la verdadera “explotación del hombre por el hombre”.

    El verdadero fracaso del socialismo real no estuvo en la caída del muro, sino en su construcción en 1961. Berlín Occidental quedó aislada, pero gracias a la determinación de los líderes de occidente —y en especial del presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy— crearon un puente aéreo para llevar comida y suministros a quienes optaron por vivir en libertad.

    Los Estados Unidos (una vez más) salieron en defensa de la libertad, como ya lo habían hecho contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial: “Ich bin ein Berliner” (Yo soy berlinés), dijo Kennedy parado frente al muro el 26 de junio de 1963, demostrando el compromiso moral, económico y militar para defender la democracia.

    Y fue otro líder norteamericano, Ronald Reagan, quien junto con Margaret Thatcher desde Gran Bretaña le dieron el tiro de gracia al comunismo ruso, luego que Mijail Gorbachov iniciara desde la Secretaría General del Partido Comunista, los procesos de perestroika (reestructura) y glasnost (transparencia), para terminar con los abusos, muertes, corrupción y miseria, de un sistema criminal en su esencia.

    Tuve la oportunidad de estar dos semanas en Moscú en el año 1986 durante el XII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Allí pude vivir y sentir en carne propia que ese sistema totalitario estaba a punto de implosionar.

    La gente vivía con miedo, pero empezaba a manifestarse sigilosamente. Recuerdo que en uno de los espectáculos públicos que se hacían por toda la ciudad con motivo del festival, una persona se “coló” saltando una reja y la policía empezó a perseguirlo. La muchedumbre se abría para darle paso al ciudadano y se juntaban para bloquearle el paso al vigilante. Cuando pudo escapar, todos aplaudieron en silencio. Esa experiencia fue para mí muy conmovedora, en especial porque en Uruguay —un año atrás, en 1985— volvíamos a vivir en democracia luego de 12 años de dictadura.

    El fracaso del comunismo y del socialismo (en todas sus variantes) no solo lo vemos a nivel político, sino también económico y empresarial. Recuerdo la enorme escasez de productos en Moscú. Las famosas Tiendas GUM en la plaza Roja apenas tenían mercaderías en sus escaparates. La ropa era antigua, sin diseño, donde primaban los colores negros, grises y marrones. Los juguetes eran de madera, básicos, sin gracia. Como todo lo que construye el socialismo.

    El contraste entre el socialismo y el capitalismo es brutal: los rústicos autos Lada o Skoda versus el diseño, la ingeniería y el buen gusto de una Ferrari, un Ford Mustang o un popular FIAT 600. El arte, la producción literaria, el confort en los hogares, la innovación, la educación, el desarrollo de empresas y la calidad de sus empresarios son abismales entre ambos sistemas.

    Los “logros” del socialismo han sido —en realidad— grandes fracasos muy bien marketineados. Porque hay que reconocer algo que los socialistas hacen muy bien: mentir y manipular la realidad.

    El muro actual es un muro que se levanta entre la realidad y la ficción; entre la honestidad intelectual y la blasfemia; entre la libertad y la opresión. Esos muros no solo hay que derribarlos, sino hay que evitar que le sigan poniendo un solo ladrillo más en las aulas, en las empresas, en los hogares, o desde cualquier centro de poder.

    Mientras ellos construyen muros, los amantes de la libertad construimos puentes. Puentes hacia el futuro, hacia el desarrollo individual, hacia la creatividad, la innovación, la propiedad privada y la búsqueda de la propia felicidad.