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    A confirmar el cambio

    N° 2047 - 21 al 27 de Noviembre de 2019

    , regenerado3

    El próximo domingo 24, los uruguayos nos enfrentamos a una decisión trascendente, ya que deberemos decidir entre ratificar la incipiente voluntad de cambio que se manifestó en la primera vuelta de octubre u otorgarle un cuarto mandato al oficialismo del Frente Amplio. De un lado la “coalición multicolor” liderada por Luis Lacalle Pou, con amplias mayorías parlamentarias (17 senadores y 56 diputados), y del otro lado un aislado Frente Amplio postulando a Daniel Martínez; sin mayorías parlamentarias por primera vez desde que llegó al poder en 2005 y notoriamente más volcado a la “izquierda” en cuanto a su composición interna.

    Dos modelos de país totalmente distintos. Del lado del oficialismo, uno con notorios signos de agotamiento al haberse terminado la bonanza externa. Los últimos cinco años solo han mostrado un vano intento de querer continuar con el “espejismo” de la bonanza a base de un endeudamiento gigantesco usado para financiar un déficit fiscal que prácticamente siempre se ubicó por encima del 4% del Producto Bruto Interno (PBI) y ahora roza el 5%, a pesar de los sucesivos miniajustes fiscales que se implementaron desde comienzos de 2015. La economía está estancada, la inversión cayó en picada —ubicándose en niveles inferiores a los del año 2004 en términos del PBI— y se perdieron más de 50.000 puestos de trabajo, mientras la rentabilidad y competitividad del sector privado se han deteriorado de una manera brutal, causando el cierre de miles de empresas y récord de concordatos. La incompatibilidad en el manejo de las políticas monetaria, fiscal y salarial, junto al cambio en el contexto externo, han llevado a que Uruguay sea una especie de “isla” muy cara en dólares, dificultando notoriamente la competitividad y provocando una dinámica económica y social muy negativa que se debe intentar revertir cuanto antes. En suma, no se supo administrar la abundancia en un contexto además de mayorías absolutas y con todo el poder, por lo que el pedido de cinco años más de gobierno por parte del Frente Amplio para “hacerlo mejor” no luce ni creíble (más tomando en cuenta las últimas discrepancias entre su candidato y la “fuerza política” en el tramo final de la campaña) ni lógico.

    Del lado de la “coalición multicolor” se presenta la esperanza de que efectivamente alguien se “haga cargo” de manera efectiva y comience a corregir los múltiples problemas que se han generado en la economía, la seguridad, la enseñanza y la la convivencia social, al tiempo de encarar temas estructurales como la reforma de la seguridad social, la inserción internacional del país y la mejora de la inversión en infraestructura. Que la tarea no será para nada sencilla es evidente, tanto por el deterioro que se ha acumulado en estas áreas en los últimos años como por el negativo contexto regional e internacional por delante al menos en 2020. Y justamente, ese contexto externo mucho más negativo es un factor adicional que debería forzar a un cambio completo en el manejo de la política económica actual, algo virtualmente imposible de imaginar en un eventual cuarto gobierno del Frente Amplio.

    Que no hay garantías de que un gobierno de la “coalición multicolor” vaya a hacer lo que hay que hacer y estar a la altura de las circunstancias, es cierto y es una duda razonable que mucha gente puede llegar a tener. Pero en lo que los uruguayos no deberían tener ninguna duda es que el continuar con el actual esquema de políticas nos acercaría rápidamente a una situación crítica y mucho más difícil de manejar, tanto en lo económico como en lo social. Simplemente por este motivo, aprovechar la oportunidad de corregir el rumbo antes de que sea demasiado tarde, es que deberíamos abrazarnos a la esperanza, y confirmar la voluntad de cambio el próximo domingo 24.