Nº 2252 - 23 al 29 de Noviembre de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLucrecio no desconcierta. Lo capturamos todo el tiempo en su linealidad y también en sus declives; sabe mantener el foco de tensión en todo el despliegue discursivo bajo cualquier presión argumental, sin por ello perder de vista el impulso ideológico, la vocación contestataria de un orden sobre el que no expresa ninguna afinidad. Y hay ciertos pasajes del libro De rerum natura que impetuosamente muestran el alma atormentada de un poeta, de un supuesto loco poeta. Es en la violencia de sus emociones y la vehemencia de sus expresiones donde mejor adivinamos el genio de aquel hombre que buscaba, de manera desesperada, convencer a los demás para convencerse a sí mismo, o mejor, para salvarse a sí mismo. El que sigue es uno de esos pasajes:
“Nada es, pues, la muerte y en nada nos concierne, puesto que sabemos que la naturaleza del alma es mortal. Y así como en tiempo pasado ningún dolor sentimos cuando los cartagineses por todas partes llegaron para pelear, y todo el mundo se conmovió con un pavoroso disturbio de guerra, erizado de horror, bajo las altas bóvedas del cielo, y vacilantes los hombres se preguntaban bajo el reino de cuál de los dos deberían todos sucumbir, en la tierra y en el mar; así, cuando no existamos, cuando ocurra el divorcio del alma y el cuerpo, por quienes estamos fusionadamente ligados, sin duda nada podrá sucedernos, ya que en ese momento no existiremos, ni mover nuestros sentidos, nada, aunque la tierra se mezcle con el mar y el mar con el cielo. Y si la naturaleza del espíritu y la potestad del alma algo sienten al ser arrancados de nuestro cuerpo, en nada nos afecta, pues nosotros existimos fusionados por la unión y enlace de cuerpo y alma. Ni aunque nuestra materia el tiempo recogiera después de la muerte, y la reconciliara tal como ahora está dispuesta, y otra vez nos fuera dado contemplar la luz de la vida, tampoco en nada nos importaría este hecho, habiéndose una vez interrumpido nuestra memoria”.
Estos versos declaran las firmes conclusiones de Lucrecio: la total anulación de la muerte como experiencia, la vida como un proceso que comienza y termina, y el miedo como un absurdo a desechar. Es que, en el mundo de Lucrecio, en su tiempo y en su poema, la naturaleza es sentida como fatalidad; allí todo está condenado a terminar. Ante la presencia de peligrosos fenómenos atmosféricos, de inesperadas y letales enfermedades, de unos muchos que buscan la salvación en la observación del vuelo de los pájaros y las profecías de los adivinos, y de otros, dueños de una visión de lo trascendente que se limita al poder de una acción creadora y otra destructora, y cuya insatisfacción se refleja en la constante inquietud de sus vidas, qué otra emoción que no sea pesimismo y soledad es posible soportar:
“Si los hombres pudieran, así como sienten que en su alma hay un peso cuya gravedad los fatiga, conocer las causas de ello y de dónde proviene esta masa tan grande de mal que subsiste en su pecho, de esta manera, no llevarían la vida, como generalmente vemos, sin saber qué desean cada uno para sí y buscando siempre cambiar de lugar, como si de esta forma pudieran alivianar su carga. Muchas veces aquel sale fuera de su morada, por estar hastiado de esa casa, y de repente regresa, puesto que fuera en nada se siente mejor. Luego corre a su granja, conduciendo precipitadamente a sus potros, como si llevara el auxilio para su casa incendiada; al pisar el umbral de su finca, de repente bosteza y agobiado se entrega al sueño, deseando el olvido, o incluso se apresura para regresar y volver a ver la ciudad. Es de esta manera como cada uno huye de sí mismo, pero con frecuencia sucede que no puede escapar, a pesar de su voluntad queda a sí mismo adherido, y siente odio, porque, enfermo, no comprende las causas de su mal; si lo viera bien, abandonaría todo, y en primer lugar se dedicaría a conocer la naturaleza de las cosas, ya que lo que se discute no es la cualidad de una hora, sino la de la eternidad en la que permanecerán los mortales todo el tiempo que les queda después de la muerte”.
Nuestro poeta encuentra la salvación y manifiesta la quimera de que el verdadero estudio de la naturaleza traerá la libertad. Real liberación o mero consuelo, el camino emprendido por Lucrecio lo lleva a esa ninguna parte donde puede responder a todas las preguntas con solo negar las respuestas anteriores.