Nº 2221 - 20 al 26 de Abril de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDebería ser obligatorio. Funcionar como una especie de requisito para incluir en el currículum antes de ocupar un cargo de responsabilidad en la estructura estatal. El costo sería cero y seguro que los beneficios serán gigantescos e inmediatos. La resolución debería decir algo así: cualquier jerarca, sea o no político, que asuma uno de los principales cargos de responsabilidad en la administración pública tiene que visitar y recorrer las oficinas del Plan Ceibal ubicadas en el edificio Los Ceibos del Laboratorio Tecnológico (Latu). Parece un exceso pero puede hacer la diferencia. No solo por el valor histórico que tiene el Plan Ceibal, uno de los proyectos más atractivos instrumentados para la educación uruguaya en las últimas décadas, sino por lo que está haciendo en estos momentos y también por lo que planifica hacia el futuro.
El Plan Ceibal es uno de esos ejemplos positivos, de los que no hay demasiados dentro del Estado uruguayo. Es un símbolo lleno de enseñanzas. Los motivos son varios. El primero es su origen, porque fue una demostración de que es posible llevar adelante cambios significativos en el ámbito público por más que todas las corporaciones y sindicatos se opongan. Cuando a mediados del primer gobierno de Tabaré Vázquez, allá por el año 2007, se supo que se iban a repartir laptops entre los escolares, las primeras resistencias —como era obvio— llegaron de los sindicatos. Después también protestaron muchos otros políticos y académicos. Encima, la idea era importada desde la sede del “imperio” y defendida por el estadounidense Nicholas Negroponte, un informático y arquitecto exitoso. Tenía todo para desvanecerse con el primer viento que soplara y era obvio que más que vientos lo que iba a generar eran temporales.
En respuesta, la solución adoptada fue crear un organismo público pero que opere en el derecho privado, con autonomía, sin injerencia directa de los sindicatos y al costado de la estructura vetusta y superpuesta del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). No quiere decir que el MEC y la ANEP no participen del Ceibal pero lo importante es que no son quienes gobiernan su día a día. De esta forma el proyecto ya nació ganando porque logró esquivar al gran elefante burocrático estatal, ese que todo lo rompe.
Otro de los motivos para que sea un ejemplo es que ha logrado trascender a personas y partidos a cargo de los distintos gobiernos. A diferencia de lo que ocurre con muchos otros planes instalados por las distintas administraciones desde la restauración democrática hasta ahora, el Plan Ceibal sigue creciendo y creciendo a medida que pasan los años, sin importar quien esté a cargo del Poder Ejecutivo. Es más, el 1º de marzo de 2020 asumió como presidente Luis Lacalle Pou con una coalición que desplazó al Frente Amplio del poder luego de 15 años y las personas en los cargos gerenciales del Ceibal se mantuvieron casi todas. Cambiaron algunas de las principales autoridades, incluido el presidente, pero los nuevos responsables fueron elegidos por sus virtudes técnicas y no por las políticas partidarias. Adentro del Ceibal manda el currículum y no los votos y eso también hace la diferencia.
La lista de los planes que duran solo un período de gobierno es larguísima y provoca un gasto innecesario de energías y recursos. Los tienen todas las administraciones, incluida la primera de Vázquez, que mientras estaba mirando al Ceibal dar sus primeros pasos también anunciaba con gran despliegue iniciativas con nombres pretensiosos, que tuvieron resultados escasos y ya estaban agonizando antes del siguiente traspaso de banda presidencial.
Por último, el Plan Ceibal logró ir construyendo su fortaleza paso a paso, sin poner la carreta delante de los bueyes como ocurre con la mayoría de los proyectos dentro del Estado. Empezó repartiendo computadoras portátiles a los escolares de más bajos recursos, después generalizó esa distribución, llenó las máquinas de contenido pedagógico y luego fue formando cada vez a más y más docentes para que trabajen con ellas. Entonces, cuando en marzo de 2020 llegó a Uruguay la pandemia y todos los alumnos se vieron obligados a irse a sus casas y sumarse a aulas virtuales, el Plan Ceibal estaba preparado para montar una estructura que no dejó a casi nadie afuera y que fue ejemplo en el mundo. Tenía cómo y con quién construir la gran casa de estudios virtual gracias a años de trabajo en silencio y logró un éxito vital para el futuro de las nuevas generaciones.
Hoy tiene mucho para mostrar y más todavía para proyectar. Cada dólar que invierte por alumno logra prácticamente quintuplicarlo teniendo en cuenta los resultados, involucra a casi el 90% de los docentes y estudiantes del sistema público y pone constantemente a disposición de las autoridades educativas sus plataformas para cursos, clases virtuales, seminarios y todo tipo de actividades. Además, ya está trabajando desde hace un tiempo en una fase superior, instrumentando y proyectando programas muy completos e innovadores desde el punto de vista académico.
Para eso cuenta con cerca de 500 funcionarios, la mayoría ingenieros muy requeridos por el sector privado pero que prefieren apostar al Ceibal, por más que eso les signifique sacrificar una parte importante de sus ingresos. Son vocacionales de lo que hacen y de dónde lo hacen. Algunos están un tiempo y luego emigran al sector privado. Es lógico teniendo en cuenta la diferencia abismal de los ingresos. Pero muchos se quedan al menos un tiempo considerable, que pueden llegar a ser años.
Están en el Estado, es cierto, pero ellos no son de los que solo buscan ser funcionarios públicos. Pueden lucirse en grandes multinacionales tecnológicas, trabajar menos horas por mucho más dinero y trasladarse a distintas partes del mundo a valorizar sus habilidades académicas. Pero no. Tienen un sentido distinto de la trascendencia, que no es frecuente pero que sí existe y es importante destacarlo e intentar multiplicarlo. No están pensando ni en la riqueza, ni en los votos ni en conformar a sus líderes sectoriales o partidarios. Están pensando en el verdadero futuro, a la sombra del Ceibal, como dice la canción de Jorge Drexler, esa sombra a la que muchos más del ámbito público y privado deberían ir a refrescarse y a copiar ideas. Le haría muy bien a Uruguay que así fuera.