Nº 2136 - 19 al 25 de Agosto de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNo hay forma de disimular el vergonzoso retiro americano de Kabul. Por más que el presidente Joe Biden intente repartir culpas con sus antecesores, negando además la similitud con la evacuación de Saigón, es imposible disimular las trágicas imágenes vistas en el mundo. Miles de afganos desesperados, intentando ingresar al aeropuerto y a los aviones que partían, muriendo en el intento, pesan más que cualquier explicación. Nada puede disimular el apuro, la desorganización y el dejar sin protección a miles de personas. No hay remedio. La imagen de debilidad y la caída inmediata de Kabul son hechos humillantes. Washington no podrá despegarse de estas imágenes diga lo que diga ahora. Incluso su amenaza a los talibanes sobre una dura reacción si vuelven a apoyar el terrorismo son patéticas. EE.UU. se retiró dejando un caos, seguido por los países que participaron en el apoyo al gobierno de papel que sostenían. Con el triunfo talibán volverán las épocas más oscuras, el avasallamiento de todos los derechos y una vida infernal para niñas y mujeres.
Casi nadie confía en las promesas de moderación talibanas. Cuando consoliden su poder y el retiro de tropas extranjeras culmine, se desatará la represión. Dudar de este hecho es una ingenuidad política.
En estos días, grupos de mujeres manifestaron exigiendo el respeto a los derechos conquistados en los últimos años, con carteles y gritando consignas en las calles de Kabul. A pocos metros aparecen hombres armados en una camioneta. En otro video se ve una joven afgana siendo arrestada por exigir libertad. “Los talibanes arruinaron mi patria”, gritaba llorando. Una valiente sin futuro.
Una refugiada que logró llegar a la India tras escapar, declaró: “No puedo creer que el mundo haya abandonado Afganistán. Nuestros amigos van a ser asesinados. Nos van a matar. No vamos a tener más derechos”. Las periodistas afganas se están preparando para recibir represalias de los fanáticos islámicos, informó The Guardian.
“En los últimos días nuestras vidas han cambiado y nos han confinado en nuestros hogares, mientras que la muerte nos amenaza en todo momento”, dijo una reportera anónima. Y agregó: “Vemos en un silencio lleno de miedo a los talibanes que nos rodean”.
La activista y Nobel de la Paz, Malala Yousafzai, quien recibió varios disparos en 2012 por defender la educación de las niñas, escribió en el New York Times que teme por sus hermanas afganas. “Las niñas y mujeres jóvenes están una vez más donde yo he estado: desesperadas por la idea de que nunca más se les permita ver un aula o sostener un libro”, escribió. Cuando los talibanes se apoderaron de Kabul, se cubrieron los carteles de mujeres con pintura negra.
Enamula Samangani, un dirigente talibán, prometió en la televisión estatal una “amnistía general” para funcionarios del gobierno previo, opositores y mujeres. Por su parte, el portavoz Zabihulá Mujahid reiteró las intenciones de “respetar los derechos de las mujeres” según mandan las reglas del islam. “En el marco de la ley islámica y respetando los valores nacionales, estamos dispuestos a preparar el regreso de las mujeres a los estudios, al trabajo y a todas las actividades humanas”, afirmó.
Pese a las promesas de moderación, las mujeres afganas volverán a vivir el terror del pasado, con lapidaciones, amputaciones y ejecuciones públicas. Los talibanes no han cambiado.
Tras 20 años, EE.UU. y sus aliados se van dejando el país en manos de los mismos terroristas que vencieron en 2001. La promesa de democracia no se cumplió. Occidente fracasó estrepitosamente en un país con el que han tropezado, uno tras otro, los más grandes, como el imperio británico y la URSS, pero no es excusa. No se ha hecho bien el trabajo y ahora las potencias se retiran. Hasta nunca. “Las víctimas, siempre, los afganos”, declaró un coronel español con experiencia en la zona.
“Afganistán se había convertido en un agujero negro en el que prosperaban todo tipo de extremismos. Se puede valorar si fue adecuada o no la manera en que EE.UU., tras los atentados del 11 de setiembre en Nueva York y Washington, atacó para buscar a Bin Laden y Al Qaeda, que estaban detrás. Pero la intervención era necesaria, el país necesitaba ayuda. Creo sinceramente que se ha intentado dar, con lo mejor de nuestro esfuerzo, pero los tiempos de retirada no han sido los acertados”, agregó. Según ese militar, los gobiernos de los dos presidentes afganos posteriores a los talibanes “fueron elegidos democráticamente”, lo cual es “un paso de gigante en un país sin estructuras estables”; pero “sus gabinetes nunca fueron fuertes” y la corrupción se mantuvo. Se equipó al Ejército, pero “sin motivación todo se desmorona”.
Trump apostó por un fin rápido a una guerra larga, pero no es así como se hacen las cosas si queremos que salgan bien. En dos décadas obviamente no se avanzó lo suficiente, pero había margen para sostener la situación si no se hubiera acelerado así la retirada. El actual presidente norteamericano Biden ha seguido con los planes de abandonar un conflicto agotador, anunciando la salida definitiva de sus soldados. En tres meses, con las fuerzas internacionales en retirada, fue el momento de acelerar a fondo para los talibanes.
Daba igual que, de fondo, se celebrasen contactos auspiciados por Washington. Historiadores, politólogos y periodistas afganos “se llevaban las manos a la cabeza viendo que EE.UU. hablaba con líderes islámicos en Doha para luego dejar morir los contactos con Biden”. Los talibanes, en esos encuentros, se mostraron moderados. Pero nunca fueron de fiar.
Mariana Galán, una cooperante chilena con experiencia en la zona, habla de “fracaso, vergüenza y desinterés” de EE.UU. Asume que el país había ganado en “cierta” calma en estas dos décadas, pero niega que fuera estable. “No se puede hablar de lo que Afganistán va a perder, porque no lo ha tenido nunca realmente. ¿Avances? Algunos. ¿Ilusiones? Todas. Pero realmente no hay un Estado protector, no hay instituciones fuertes y limpias, no hay igualdad para las mujeres. Había, hasta ahora, un ejército sobre las muletas de la ayuda exterior. Se ha ido la ayuda, se ha ido la fuerza”, afirmó.
Los hechos han demostrado que la guerra más costosa de la historia no logró eliminar a los talibanes, y mucho menos su ideología. Cuando retomen el poder, y aunque hayan aprendido de errores pasados y lancen mensajes moderados, es seguro que el país volverá a un régimen islámico radical.
Biden pasará a la historia como el mandatario que presidió el polémico acto final del proyecto americano en Afganistán. “No habrá ninguna circunstancia donde vean personas salir en helicóptero de la azotea de la Embajada de EE.UU. (…), es muy poco probable que los talibanes invadan todo y controlen el país”, dijo. La desbandada para evacuar a civiles y empleados de la embajada —la imagen misma que prometió evitar— se transmitió en vivo no del techo de la embajada, sino de la plataforma de aterrizaje, al lado del edificio. Y ahora que el gobierno afgano ha colapsado a una velocidad de vértigo, los talibanes tienen el control total. Sin duda el presidente pagará un alto precio político, pero en un marco democrático. El pueblo afgano pagará un precio mucho más doloroso.