Algunas conclusiones sobre la crisis del agua

Algunas conclusiones sobre la crisis del agua

La columna de Adolfo Garcé

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Nº 2226 - 25 al 31 de Mayo de 2023

A medida que pasan los días la preocupación crece. ¿Nos quedaremos sin agua “apta para el consumo” en la zona metropolitana? Al mismo tiempo, el debate político se intensifica y, a falta de agua, llueven las acusaciones cruzadas habituales entre gobierno y oposición. El tema merece algunas reflexiones.

En primer lugar, vale la pena entrar en el debate sobre responsabilidades. No me atrevo a ordenarlas según su importancia relativa. Cada cual tendrá una opinión formada sobre esto. Prefiero limitarme a listarlas, porque no me parece difícil que podamos aceptar el “democrático” principio general: la responsabilidad por la crisis está ampliamente distribuida entre diversos actores e instituciones.

Los consumidores somos, en medida variable según el hogar, responsables de lo que está pasando. Me parece que no solemos regular de manera adecuada el uso de agua en nuestras casas (me corresponde el mea culpa, aunque no creo ser el único que utiliza más agua de la que podría). Esto, que vale para el agua, es una regla general que solemos olvidar. Vale para explicar la contaminación de los ríos y las veredas rotas. Vale para explicar el golpe de Estado y el drama persistente de familiares de los detenidos-desaparecidos. No miremos tanto para el costado. Somos parte del problema.

La OSE, como institución, y como resultará obvio, no puede eludir su cuota parte por lo que está pasando. No ha hecho durante años lo suficiente para remediar la enorme pérdida de agua por las cañerías rotas. Es cierto que el tema se viene abordando por sucesivos directorios y que se han tomado algunas medidas para solucionarlo. Pero la cifra impresiona: casi la mitad del agua que produce Uruguay se sigue perdiendo por el camino. Tampoco ha hecho un esfuerzo sistemático por educar a la ciudadanía en el consumo responsable del agua. Los servicios técnicos de OSE tampoco lograron, durante medio siglo, persuadir a los sucesivos directorios de construir una segunda toma de agua para evitar depender del caudal del río Santa Lucía.

El Frente Amplio (FA) tampoco puede mirar para el costado. Lo escribí muchas veces: el FA se ocupó de muchos temas muy delicados a lo largo de sus 15 años en el gobierno y dejó un legado positivo en planos diversos (desde el Ceibal y la ANII hasta el abatimiento de la pobreza y la indigencia). Desde luego, además de aciertos hubo errores, y además de éxitos, fracasos. El FA no logró sostener el dinamismo económico, ni encarar debidamente el crecimiento del delito ni reformar a fondo la educación, por mencionar tres temas importantísimos. Desde luego, no encaró a fondo el tema de la producción de agua. Lo puso en la agenda tardíamente, elaboró una propuesta (Casupá) y tramitó su financiamiento. Pero llegó al final de su ciclo sin haber resuelto el tema. En palabras de José Mujica: “Huidobro lo tenía muy claro, nos dormimos”.

La actual administración también debería ser autocrítica. El nuevo gobierno tiene el mérito, nada menor, de haber aprobado una inversión importante. La decisión de abandonar (al menos por ahora) el proyecto de la represa en Casupá no me parece cuestionable. Además de legitimidad, el nuevo gobierno tiene buenas razones técnicas para preferir el Proyecto Neptuno y tomar agua del Río de la Plata (entre ellas, no aumentar el endeudamiento externo y diversificar la producción de agua). Pero me parece claro que, durante los últimos dos meses, no preparó suficientemente a la opinión pública para el peor escenario ni tomó a tiempo medidas excepcionales (como las anunciadas, recién, la semana pasada).

La crisis del agua deja muchas lecciones. La primera es obvia. Existe un contraste extraordinario entre la agilidad de nuestros partidos para intercambiar facturas y la lentitud para tomar algunas decisiones de gobierno. El FA tiene todo el derecho del mundo de cuestionar la opción por el Proyecto Neptuno por la que se inclinó el gobierno actual. Me parece perfectamente consistente con las preferencias de las respectivas “familias ideológicas” que el gobierno prefiera apostar a la empresa privada y minimizar el endeudamiento y el FA, por su lado, defienda la opción contraria. Es lógico, y deseable, que en las democracias los partidos políticos no coincidan en la orientación de las políticas públicas.

La segunda es menos evidente, aunque ha sido espléndidamente señalada hace poco por Ricardo Pascale en su libro Del freno al impulso: sigue costando demasiado escapar a la “tiranía del corto plazo”. El sesgo hacia lo urgente en detrimento de lo importante, como la crisis hídrica, es multicausal. Pero una de sus razones más importantes es consecuencia de una de las principales virtudes de nuestro sistema de partidos: la intensidad de la competencia política. Según Robert Dahl, “el gobierno democrático se caracteriza fundamentalmente por su continua aptitud para responder a las preferencias de sus ciudadanos, sin establecer diferencias entre ellos”. La “continua aptitud” para escuchar a la opinión pública tiene como corolario que siempre tendrán un lugar prioritario en la agenda los temas de corto plazo. La necesaria construcción de otro horizonte temporal que nos reclama Pascale, por definición, requiere un esfuerzo adicional.

La tercera lección es que sigue faltando mucho, y a todos los niveles, para que el país incorpore nociones básicas de desarrollo sustentable. La agenda “verde” viene ganando terreno, pero a paso de tortuga. En este tema también avanzamos un poco solo cuando alguna crisis nos golpea o cuando se produce un gran escándalo. Avanzamos un poco en la comprensión pública del problema del agua cuando aparecieron cianobacterias. Avanzamos otro poco, antes, cuando se instalaron las primeras plantas de celulosa y se generó un conflicto con Argentina. La ciudadanía también resultó esclarecida cuando se debatió públicamente sobre la posibilidad de extraer hierro en la zona de Valentines. La instalación del Ministerio de Ambiente, una iniciativa del presidente Luis Lacalle Pou, es otro paso adelante en esa dirección. Pero queda mucho por hacer.