Nº 2155 - 30 de Diciembre de 2021 al 5 de Enero de 2022
Nº 2155 - 30 de Diciembre de 2021 al 5 de Enero de 2022
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHace un año y medio, la parca golpeó a mi puerta. El primer golpe fue para anunciarme un cáncer de próstata y 10 días después fue para decirme que tenía otro cáncer de colon, tan enorme como asintomático. Hoy, ya recuperado de ambos visitantes, quiero compartir con ustedes algunas enseñanzas que me dejaron estos “amigos”, que espero les sirva para superar trances similares.
Estoy convencido de que un 50% de los cánceres vinieron a mí respondiendo a mi llamado. La angustia, los pensamientos negativos, el asumir culpas propias y ajenas o criticar más que construir hicieron que mi cuerpo produjera más cortisol del necesario (la hormona del estrés y la ansiedad) y bajaran los niveles de serotonina y oxitocina (las drogas naturales de la felicidad, el amor y la confianza).
Pero, como dice el dicho, “no hay mal que por bien no venga”, por lo que me dije a mí mismo: “O esto me hunde o me levanta”. Y elegí lo segundo.
Lo mismo que pasa en el plano físico lo vivimos en las empresas a escala laboral. La exagerada pandemia por el Covid hizo que muchas empresas pasaran por una situación tan drástica como la mía. Muchas se dejaron morir. Otras aprovecharon los limones que les trajo la tormenta e hicieron limonada: reestructuraron procesos, trabajaron a distancia, generaron ahorros, crearon nuevas formas de relacionarse con los clientes e innovaron para mejorar. Un camino, dos opciones.
Creo que la clave de mi pronta recuperación estuvo en controlar los pensamientos negativos. Me ayudó mucho mi psicólogo, Miguel, un viejo amigo que aceptó atenderme aun contra los que dicen que no es bueno que exista una relación personal entre el paciente y su psicoanalista. Para mí, no fue así. Fue la mejor decisión que tomé en años.
También me apoyé mucho en los libros del psicólogo español Rafael Santandreu como Nada es tan terrible o El arte de no amargarse la vida, donde sostiene que los seres humanos tendemos a “terribilizar” cualquier situación cotidiana como si fuera el fin del mundo: que llego tarde a una reunión, que el auto se rompió, que mi mujer me abandonó o mi jefe no me quiere. Dice que podemos ser felices con muy poco e incluso podemos ser felices estando solos, sin trabajo y hasta con un cáncer. Y pude experimentar en carne propia (contra todas mis creencias anteriores) que es verdad.
El cáncer te ayuda a poner todo en otra perspectiva. Las prioridades se reordenan, lo importante pesa más que lo urgente; la paciencia le gana a la ansiedad; el amor, al odio; la paz interior a la incertidumbre. Pero ¿es necesario recibir esta visita para entender estas cosas tan obvias? No debería ser así, pero en mi caso lo fue.
Otra frase que leí mil veces y repetí mil doscientas es “vivir el día a día” o vivir el aquí y ahora. Nunca la apliqué, y eso que tengo un poema de Khalil Gibrán en mi escritorio que dice: “El ayer es solo un sueño y el mañana es solo una visión. Pero el hoy, bien vivido, hace de todo ayer un sueño de felicidad y de todo mañana una visión de esperanza”. Ahora empieza a tener sentido.
Al igual que en las empresas, es importante poner carteles con reflexiones, frases motivadoras o pensamientos positivos. No son un cuadro que adorna la pared. Aunque parezca que nadie los lee o no los entiende, están allí. Las palabras no son inertes y, en algún momento de nuestras vidas, aparecen, se alinean y cobran sentido. Por eso me rodeo de ellas.
No leí casi nada sobre mi enfermedad, apenas lo básico como para entender a los profesionales que me trataban. No voy a creer que por mirar 10 videos en YouTube o leer algunos papers académicos ya estoy en condiciones de hablar de igual a igual con los profesionales. No es así. Me aseguré de elegirlos bien y que me informaran detalladamente cada paso. Trabajamos juntos, con las cartas sobre la mesa. Y así debería ser toda relación entre adultos.
Acompañé el tratamiento tradicional de quimioterapia con mucho, mucho, mucho aceite de cannabis. Lo ridículo es que me lo tenga que fabricar yo mismo o comprarlo en un mercado “gris”, porque los burócratas del gobierno anterior hicieron una pésima ley y los burócratas de este gobierno no terminan de enmendar la plana. Mientras tanto, miles de personas con cáncer, con fibromialgias, con Parkinson, con epilepsia o dolores crónicos de la más diversa índole o se embroman o pagan fortunas por remedios importados que perfectamente pueden producirse en Uruguay al décimo de su valor y con iguales niveles de calidad. Ya es hora de terminar con tanta burocracia e hipocresía.
Es importante pasar estos trances acompañados de amigos y familiares. Pero tengan en cuenta que la mejor compañía serán ustedes mismos. Por suerte pude reencontrarme con quien estuve mucho tiempo distanciado y hoy es mi mejor amigo: me reencontré conmigo mismo.
En cuanto a la familia, verán la importancia de los que están presentes y también de aquellos que ya no están pero nos acompañan desde siempre. Allí aparecerán los recuerdos, las alegrías vividas, los consejos y las frases de aliento. Todo recobra sentido.
Hablando de familia, y para terminar, quiero compartir con ustedes este poema que acompañó a mi querido tío Alberto en sus largos años viviendo en Venezuela, uno de los tantos emigrantes uruguayos que vivieron los altibajos en los negocios y los altibajos emocionales que trae la distancia afectiva con sus seres queridos.
Cuando a él le detectan un cáncer de páncreas, decidió venirse a operar a Uruguay. Pudo haberse operado en Estados Unidos, mucho más cerca del éxito, pero más lejos de sus afectos. Murió a mi lado. Pero, antes de hacerlo, me dejó este poema de Almafuerte que llevaba siempre consigo. Era un pequeño trozo de papel, de un recorte del diario El Día de los domingos. Me contaba mi tío que este poema le había ayudado mucho para mantenerse erguido en esos momentos aciagos, donde nada parece tener solución. A él le sirvió y a mí también.
Por eso lo comparto con ustedes, con la esperanza de que también les sirva para nunca bajar los brazos y comenzar un año nuevo, con una vida nueva. Y dice así:
No te des por vencido, ni aun vencido, no te sientas esclavo, ni aun esclavo; trémulo de pavor, piénsate bravo, y arremete feroz, ya mal herido.Ten el tesón del clavo enmohecido que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo; no la cobarde intrepidez del pavo que amaina su plumaje al primer ruido. Procede como Dios, que nunca llora; o como Lucifer, que nunca reza; o como el robledal, cuya grandeza necesita del agua y no la implora… ¡Que muerda y vocifere vengadora, ya rodando en el polvo, tu cabeza!