Aprendiendo de las mujeres

Aprendiendo de las mujeres

La columna de Alejandro Laborde

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Nº 2228 - 8 al 14 de Junio de 2023

Muchas veces miramos con gran admiración y hasta con cierta sorpresa a mujeres extraordinarias que han sido y son líderes de alta referencia y de nivel mundial. En el mundo de la política surgen nombres como los de Michelle Obama, Angela Merkel, Michelle Bachelet, Jacinda Ardern, Carolina Cosse, Beatriz Argimón o María Eugenia Vidal.

Nadie puede negar el genuino interés público en promover que cada vez más mujeres ocupen lugares de liderazgo en diversos sectores, revirtiendo así la baja representatividad que existe hoy en los cargos de dirección tanto en el ámbito público como en el privado. Muchas de las soluciones que surgen para resolver esta problemática parten del concepto, creo yo, erróneo, de que las mujeres deben imitar más a los hombres. Es más, en la lista anterior tendemos a pensar cómo esas grandiosas mujeres han sabido incorporar comportamientos masculinos para llegar a donde han llegado. Sin darnos cuenta hemos instalado el pensamiento de: “Si los hombres son mayoría en los cargos de liderazgo es porque algo están haciendo en forma correcta”, y esto se termina traduciendo en que, si las mujeres anhelan llegar ahí, deberían actuar como nosotros. Sin embargo, de la lista anterior podríamos preguntarnos: ¿cómo estas mujeres han sido capaces de captar las características de los líderes masculinos para ocupar lugares que por lo general son llenados por hombres?

Esta forma de pensar no tiene en cuenta el desempeño relativamente malo de muchos líderes, que son en su mayoría hombres. Muchos detractores de esta causa argumentan que no hay tantas mujeres competentes. Yo creo que el verdadero problema son los muy pocos obstáculos para los hombres incompetentes en llegar a cargos de alta dirección, lo que explica el exceso de hombres a cargo que terminan siendo demasiado confiados, narcisistas y autoritarios.

Podríamos empezar a pensar que las diferencias de género en la efectividad del liderazgo, o sea, lo que se necesita para desempeñarse bien, no necesariamente deberían estar asociadas con las diferencias de género en sí mismas ni tampoco con aquello que se precisa para llegar a la cima.

La abundancia de líderes masculinos podría entonces no atribuirse al talento supuestamente superlativo que tenemos los hombres. Muchos estudios más bien indican que las diferencias de género en lo referente al talento, a la capacidad y a la tarea propia de liderazgo son inexistentes o en realidad favorecen, en todo caso, a las mujeres.

Asumiendo esto como punto de partida, sería más lógico dar vuelta el razonamiento instaurado: en lugar de pedirles o exigirles a las mujeres que adopten prácticas de los exitosos líderes masculinos, deberíamos mejor pedir a los hombres que adoptemos algunos de los comportamientos de liderazgo más efectivos que se encuentran más comúnmente presentes en las mujeres. Esto crearía un grupo de mejores modelos a seguir que podrían allanar el camino para que tanto hombres como mujeres competentes avancen.

Propongo hoy tomar algunas de las tantas lecciones claves de liderazgo que la mayoría de los hombres podemos aprender de las mujeres y llevarlas a la práctica.

Conocer las propias limitaciones.

Vivimos en un mundo que celebra creer en uno mismo, confiar en lo que cada uno es capaz de hacer. Para liderar a otros, más que creer en uno mismo es mucho más importante tener conciencia de uno mismo y de lo que cada uno es. Muy a menudo hay un conflicto entre los dos conceptos. Por ejemplo, la conciencia de las propias limitaciones (defectos y debilidades) es incompatible con exagerar los niveles de confianza excesiva en uno mismo. Conocerse más versus creérsela más. La tendencia es pensar que van de la mano cuando son conceptos que podrían hasta ser contradictorios. Las mujeres no son tan inseguras de sí mismas, al menos no tal como se las describe en la literatura de autoayuda. Muchos estudios lo que sí muestran es que se “la creen” menos que los hombres. Se conocen con mayor profundidad y son más introspectivas.

Motivar a través de la transformación.

Las mujeres tienden a liderar a través de la inspiración transformando las actitudes y creencias de las personas y alineándolas con sentido y propósito mucho más que motivando con premios y castigos, lo que conocemos como palos y zanahorias. El liderazgo transformacional que hoy se necesita y muchas empresas están empezando a transitar está vinculado a niveles más altos de compromiso de equipo, desempeño y productividad. Por tanto, se torna crítico contar con estos atributos para mejorar el desempeño en el liderazgo. Si los hombres pasáramos más tiempo tratando de entender a las personas, pensando en cómo se sienten y fomentando un cambio en las creencias, en lugar de intentar cambiar los comportamientos, seríamos mejores líderes.

Mostrar vulnerabilidad.

El mandato de que los hombres no lloran o no expresan cómo se sienten ha sido algo casi que impreso a fuego como uno de los rasgos masculinos más importantes o excluyentes en los cargos de dirección. Por el contrario, hoy en día la vulnerabilidad, la sensibilidad y mostrarse genuino es algo que los colaboradores reclaman y piden a quienes los lideran en sus lugares de trabajo. La sensibilidad, que es un rasgo femenino por naturaleza, es algo que hoy realza el liderazgo mucho más que desacreditarlo. Las mujeres tienen mucho para enseñarnos, mostrarnos y contagiarnos en esta materia. No hablo aquí de que no haya hombres sensibles o vulnerables. Hablo de rasgos genéricos, de dimensiones más trabajadas hasta por la propia historia. La percepción y la comprensión del dolor propio y ajeno está mucho más presente biológica y antropológicamente en las mujeres que en los hombres. Sugiero una vez más leer el libro El poder del ahora de Eckhart Tolle, en donde se habla del dolor histórico que las mujeres antropológicamente cargan y de su sensibilidad superlativa en torno a esta dimensión.

No dar órdenes, mejor empatizar.

Se ha dicho a lo largo de la historia que las mujeres son demasiado amables, condescendientes y afectuosas como para ser líderes. Pero la noción de que alguien que es amable y afectuoso no puede liderar de manera efectiva está en desacuerdo con la realidad. No estamos viviendo, por suerte y ya hace tiempo, en la época medieval. El liderazgo contemporáneo exige que los líderes establezcan una conexión emocional con sus seguidores. Esta es una razón de mucho peso para confiar en la tarea de liderazgo en el arduo camino en lo que refiere a evitar la automatización de muchas de las tareas que podrían dejarse atrás o hasta eliminarse con el crecimiento exponencial de la tecnología. De hecho, mientras que la inteligencia artificial pondrá en riesgo los aspectos más técnicos del liderazgo en lo referente a las decisiones racionales, siempre que tengamos personas de carne y hueso trabajando con nosotros será fundamental promover la validación, el aprecio y la empatía que solo los humanos, y no las máquinas, podemos proporcionar. Los hombres podemos aprender mucho sobre cómo hacer esto de manera efectiva, observando e imitando algunos comportamientos femeninos en lo que a empatía se refiere.

Enfocarse en desarrollar a los demás.

Se ha demostrado que las líderes femeninas son más propensas a entrenar, orientar y desarrollar a sus subordinados directos que los líderes masculinos. Son verdaderos agentes de talento que utilizan la retroalimentación y la dirección para ayudar a su gente a crecer. Esto significa ser menos transaccionales y más estratégicas en su relación con los colaboradores, y también incluye la apertura para contratar a personas que son mejores que ellas mismas, porque es menos probable que los egos se interpongan en el camino. Esto les permite hacer crecer el potencial de otras personas y promover la cooperación efectiva en sus equipos.

Ser humilde.

La humildad es un atributo que se ha reclamado tanto en el plano público como en el privado en los últimos años. Muchas encuestas de opinión pública muestran la humildad dentro de los cinco atributos principales que las personas valoran a la hora de medir del desempeño de sus gobernantes. No es que todas las mujeres sean humildes, por supuesto, pero seleccionar líderes con la humildad como pilar fundamental daría como resultado que haya más líderes mujeres que hombres. Y es que la humildad es sobre todo un rasgo femenino. También es uno que es esencial para ser un gran líder. Sin humildad será muy difícil para cualquiera que esté a cargo reconocer sus errores, aprender de la experiencia, tener en cuenta las perspectivas de otras personas y estar dispuesto a cambiar y mejorar.

Sé que hay muchos lectores hombres en estas columnas. ¿Leer esto nos molesta? Sería bueno preguntarnos qué fibras nos toca. Muchas veces vivimos estas afirmaciones bajo la sensación de amenaza que nos hace sentir que hay una campaña contra los hombres y la masculinidad.

Al fin y al cabo, el único aspecto controvertido de lo expuesto hoy es la noción de que es posible incrementar la representación femenina en el liderazgo, aumentarla en lugar de reducirla a los meros cupos o exigencias de meritocracia. La mejor igualdad de género es centrarse en la igualdad de talento, potencial y oportunidades. Esto nos permitiría a los hombres aprender diferentes enfoques de liderazgo de las mujeres, así como a las mujeres siempre se les ha pedido y hasta quizás exigido que aprendan sobre los enfoques de liderazgo de los hombres.

Este artículo solo intenta ser un disparador. Hombres: estas lecciones aceleran y aumentan la capacidad de nuestro liderazgo y desarrollo. En definitiva, sigamos poniendo el tema del género en mesas de hombres y mujeres para trabajar en conjunto y buscar soluciones que provengan de grupos diversos, plurales y de ambos géneros.