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    Aquiles y el talón

    Nº 2168 - 31 de Marzo al 6 de Abril de 2022

    El Frente Amplio es un Aquiles: desde su fundación en 1971 ha crecido sostenidamente y es, hace 20 años, la principal fuerza política del país. Pero tiene un talón, como tuvo el héroe griego, que hace tambalearlo en los fundamentos democráticos. Me refiero a algo tan concreto como aceptar que no están en el lugar que quisieran estar. La remontada de votos entre octubre y noviembre de 2019 y la buena votación del domingo pasado en el referéndum por derogar 135 artículos de la LUC, ha tenido un efecto negativo para la fuerza política, ha impedido que se genere un sentimiento de derrota genuino, fundamental para la madurez política necesaria.

    Esto quizás parezca obvio pero merece la pena detenerse un segundo y verlo en términos históricos amplios. Los partidos políticos, lo mismo que las personas y los Estados, crecen y maduran, a veces con retrocesos, pero la mayoría de las veces con evolución y aprendizajes. Hoy es un placer viajar por las principales capitales europeas, pero eso costó dos guerras mundiales el siglo pasado, y un largo proceso para encontrar intersecciones y fundamentos comunes entre las naciones. Otro ejemplo: en la actualidad blancos y colorados parece que acuerdan todo en un santiamén, pero eso fue un periplo cruento y lleno de víctimas durante los primeros 70 años de vida del Uruguay.

    Hago esta desviación para mostrar que la histórica juventud del Frente Amplio y su incapacidad actual de aceptación, no es un defecto específico sino parte del crecimiento de las colectividades. Dicho esto, es necesario e imperioso una madurez de la fuerza política. Es necesario sacar del talón esa flecha que la hace pensar que merecía ganar el domingo, y merecía ganar en noviembre 2019, y merecía las tres victorias con mayoría parlamentaria y merece ganar siempre porque, este el aguijón fatal, sólo su victoria es digna en términos morales. Las demás, son frutos de intereses ocultos y perversos entre medios de comunicación, empresarios, oligarcas, y personas sin ningún tipo de amor por el prójimo.

    Este argumento, además de falso, es extremadamente peligroso en términos democráticos. Es hora de que los principales dirigentes lo destierren de su discurso y acepten una nueva edad política. Hace dos años que militantes, intelectuales y líderes frenteamplistas están tratando de validar con vericuetos argumentales un rechazo emocional a este gobierno y a su presidente. Tienen que asumir que no era la pompita de jabón que creyó Tabaré Vázquez. Punto. Otro tema. Ojalá el domingo pasado haya sido el último día de intentar demostrar que hay medio país equivocado y el resto es el “pueblo unido (que) jamás será vencido”. Es mentira, y además hace mal, y además es peligroso.

    “No sé cómo lo explicarán, con todo el poder, con la conferencia de prensa, con todos los medios, con toda la estructura a su favor les hicimos un partido parejo y con 15 minutos más seguro se lo ganamos”, gritó el domingo de noche el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, y remató enseguida: “Es algo pocas veces visto, contra todos los pronósticos y las encuestas. A esta hora no pueden decir que ganó el ‘NO’, porque no hay nada más poderoso que un pueblo luchando, transformando. No hay nada ni nadie más poderoso”. Minutos antes, gritando más aún que Pereira, en el mismo estrado había gritado el presidente de Fucvam, Gustavo González: “Si teníamos 15 minutos más los cagábamos a pelotazos”.

    Valgan estos fragmentos como prueba del debe que tiene el Frente Amplio con la calidad democrática. Son Aquiles, son el gigante que más mueve masas en Uruguay, es hipócrita ponerse en el lugar del débil que lucha contra estructuras que lo dominan. Quizás sea cómodo en términos discursivos y electorales, pero es contrario a la propia fuerza que tiene el partido. Hay que asumir el crecimiento y estar a su altura. El poder que ostenta como mayor fuerza política del país es proporcional al deber que tiene de cuidar el sistema. Pereira, mientras gritaba eso, sabía que había perdido el referéndum. González, mientras gritaba eso, sabía que había perdido el referéndum. Martínez, mientras gritaba en el estrado el último domingo de noviembre de 2019, sabía que había perdido la elección nacional. Es central comprender esto y hacer el proceso de madurez correspondiente. Dos años después del balotaje, nos encontramos viendo la misma película y eso está mal.

    Aceptar la derrota, aceptar al contrincante, aceptar la pluralidad de partidos, aceptar que hay cosas que podrían haberse hecho mejor, prepararse para volver a gobernar con una nueva agenda y con el reconocimiento de que no se tiene el patrimonio ni de la verdad, ni de la justica ni de la equidad, es un imperativo urgente para el Frente Amplio.

    Hay un último elemento digno de atención y es el reconocimiento que, en privado, hacen muchas personas frenteamplistas de esta realidad. “Yo sé que el último gobierno de Tabaré tuvo mucho hermetismo, pero este es una agencia de publicidad y marketing”. “Es imperioso refundar el ala seregnista, pero mirá que lo de Cabildo Abierto es preocupante”. “Puede haber habido corrupción en el último gobierno, pero mirá que lo de Cardoso en Turismo quedó tapado por la pandemia”. “Ya felicité a los científicos que lideraron el GACH; pero no lo tengo por qué decir públicamente”. “Yo sé que en nuestros gobiernos podríamos haber escuchado más, pero mirá que ahora hay un ninguneo inconcebible”. “Comparto que es difícil seguir defendiendo lo de Venezuela y Cuba, pero mira que el presidente negocia con China y sin decir nada de lo que pasa allí”.

    Todos ejemplos reales y de personas distintas. ¿Se logra ver que la estructura de todas las sentencias es idéntica? ¿Se logra ver que es un modo irresponsable de razonar? “Sé que hay algo malo de mi lado, pero lo de los otros es igual o peor”: esa es la base de todas las citas del párrafo anterior. En privado reconocen, pero enseguida matizan y nunca llevan al espacio público los errores propios, impidiendo así una madurez bienvenida y necesaria.

    Hay falta de imaginación en el Frente Amplio, producto de su incapacidad de asumir la derrota. Necesitamos nuevas maneras de pensar el sistema capitalista, su lógica de acumulación en tensión con lógicas de cooperación; analizar la innovación desde los sindical; las posibilidades de la revolución energética; los aprendizajes y las vocaciones de las nuevas generaciones; la posibilidad de un Estado presente sin ser paternal; los valores agregados que podemos ofrecer a la región y al mundo... son tantos los temas desafiantes y estimulantes para estar en la política, que urge una oposición crítica y proactiva, obsesionada con que se hagan las cosas bien para que cuando le toque regresar al gobierno lo pueda hacer aún mejor.

    Esa es la madurez que necesitamos hoy, y dejar de pensar que hay un 50% de la población que sigue sin entender la expresión del verdadero pueblo, que es la otra mitad. Nada se puede construir desde allí. Es una posición de superioridad moral que tiene una espina clavada en el talón, ya no sólo del partido político más poderoso, sino de todo el sistema democrático.