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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáContraprestaciones y la “culpa”. Las expresiones de la futura ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi, publicadas por un diario capitalino el día 21 de enero, no solo son sorprendentes sino alarmantes, porque representan un desestímulo al trabajo y, en definitiva, tendrían un resultado contrario al que se pretende alcanzar.
Quiero pensar que la Sra. Arismendi coincide con la máxima de que “el trabajo dignifica”, por lo que dar dinero a cambio de ninguna contraprestación no resulta dignificante. Por otra parte, la Sra. Arismendi no ha tomado en cuenta todas las disposiciones del Artículo 41 de la Constitución de la República y sólo considera los derechos y omite las obligaciones.
“Artículo 41.- El cuidado y educación de los hijos para que estos alcancen su plena capacidad corporal, intelectual y social, es un deber y un derecho de los padres. Quienes tengan a su cargo numerosa prole tienen derecho a auxilios compensatorios, siempre que los necesiten. La ley dispondrá las medidas necesarias para que la infancia y juventud sean protegidas contra el abandono corporal, intelectual o moral de sus padres o tutores, así como contra la explotación y el abuso”.
La Sra. Arismendi preguntó: “¿Por qué la gente está en la situación que está? ¿Tiene la culpa?”.
La primera pregunta puede tener múltiples respuestas debido a la diversidad de causas que puedan haber llevado a esas personas a una situación de pobreza y quizás, muchas de ellas fuera de su control (cierre de su fuente de trabajo, desaparición de oficios que fueron sustituidos por tecnología, etc.), pero también podría ser el caso de una tercera o hasta quinta generación desarrollada en ese entorno socio-cultural porque sus progenitores no cumplieron con su obligación de brindarles la educación necesaria para romper el círculo de la pobreza.
La respuesta a la segunda pregunta: yo respondería que no; que ellos no tienen la culpa; la tiene tanto la indiferencia como la implementación de programas de asistencia sin contraprestaciones, que en lugar de impulsar el desarrollo humano, desalientan el trabajo.
A través de una ONG y de asociaciones he trabajado para apoyar a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad (Ej., personas en situación de calle; fundamentalmente, mujeres y niños en esa situación), pero siempre promoviendo el trabajo como un medio de reinserción social, no por la vía de la caridad criticada por la Sra. Arismendi; aunque debo admitir que también obsequiamos ropa nueva a niños que no sabían lo que era vestir de estreno.
Sepa, Sra. Arismendi, que quien escribe no nació en “cuna de oro”. Por lo tanto, no es culpable de tan aberrante condición, pero fue educado en valores que priorizan la solidaridad y la ética de trabajo como elementos básicos del desarrollo personal y que aprendió que el esfuerzo paga dividendos.
La visión de la Sra. Arismendi es patética y hasta se podría calificar de envidiosa, porque condena a aquellos “que tienen más, los que nacieron en cuna de oro” a los que no se le exigen contraprestaciones por tal condición (sólo pagan impuestos más altos), pero sí se le exigirían a quienes sean los beneficiarios de la ayuda que el conjunto de la sociedad (los que tienen más, la clase media y la clase trabajadora) le otorga a los sectores más vulnerables.
Mi visión, por el contrario, es la de lograr que los sectores más vulnerables dejen de serlo y que por la vía de la educación y el deseo de superación, logren alcanzar los objetivos que se fijen y rompan de una vez y para siempre el círculo vicioso de la pobreza.
Hay muchas familias trabajadoras que se esfuerzan para darles un mejor porvenir a sus hijos y quizás se vean impedidos de darles más herramientas (idiomas) o gustos (música) porque el presupuesto no les permite realizar esas erogaciones, pero son esas familias las que deberían ser apoyadas para que lo logren. Alguien sabio me dijo una vez, “ayuda a quien lo merece, no a quien lo necesita” y me di cuenta de cuánta razón tenía. Quien merece la ayuda es quien se esfuerza y hace todo lo que esté a su alcance para progresar; quien necesita, en muchos casos espera que la solución llegue solo por el hecho de esperarla (lo que propone la Sra. Arismendi).
Todos hemos escuchado al presidente Mujica referirse al desarrollo del conocimiento como un elemento clave para el desarrollo del país. ¡No lo olvidemos!
El conjunto de la sociedad está haciendo su parte. Que los beneficiarios de la asistencia cumplan con la obligación que la Constitución les impone y que cumplan con la “contraprestación” que no es otra que la de educar a sus hijos mandándolos a la escuela para que un día no tengan que estar en las condiciones en que se encuentran sus progenitores.
Lograr el desarrollo del capital humano de nuestro país tendría que ser motivo de orgullo y no la génesis de un sentimiento de “culpa”. Además, nos permitiría erradicar la expresión “ni-ni”, que la Sra. Arismendi “detesta”.
¡Aseguremos el futuro de nuestro país! Hagamos que los niños y los jóvenes estudien y se preparen para los desafíos por venir; enseñémosles que el esfuerzo y el deseo de superación personal son elementos positivos y que los harán crecer intelectual y profesionalmente para que sus hijos nazcan en hogares prósperos y que gocen de mayores oportunidades.
Sra. Arismendi: recuerde las palabras de nuestro prócer, “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”. Honremos su memoria cumpliendo con nuestra obligación constitucional de educar a nuestros hijos.
No es demasiado pedir.
J. A. Miranda López
CI 1.444.393-5