N° 2031 - 01 al 07 de Agosto de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáA finales de la década de 1920 surgieron en Buenos Aires los grupos de escritores, artistas plásticos y músicos denominados Boedo y Florida, de los que participaron ocasionalmente algunos uruguayos.
Y, ¡sorpresa!, su vida breve llegó al tango.
Al primero lo representaban el arte comprometido y los temas sociales y políticos con ideas de izquierda; se reunían en la editorial Claridad y en el café Japonés, cuyas sedes estaban en la calle Boedo, separadas por una cuadra. Fueron figuras relevantes de este grupo, entre otros, Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari, Roberto Arlt, Cátulo Castillo, Homero Manzi, el uruguayo Enrique Amorim —primo de Jorge Luis Borges—, Álvaro Yunque y César Tiempo, quien entonces firmaba sus poemas como Clara Beter, una supuesta prostituta judía que jamás existió.
El segundo, también llamado Martín Fierro, declaraba su amor al arte por el arte mismo y la ruptura de esquemas para alcanzar la modernidad. Es una joyita su declaración de principios: “Frente a la impermeabilidad hipopotámica del honorable público, la funeraria solemnidad del historiador y el catedrático, que momifican cuanto tocan, sabemos que todo es nuevo bajo el Sol si se mira con pupilas actuales y se expresa con acento contemporáneo”. Sus miembros se reunían en un bar de Florida y Tucumán y en el café La Richmond, de Florida y Lavalle, y entre ellos estuvieron Borges, Macedonio Fernández, Conrado Nalé Roxlo, Raúl Scalabrini Ortiz, Enrique Cadícamo y, circunstancialmente, Horacio Quiroga.
Revolucionarios unos, vanguardistas otros.
Pero… ¿puede haber sido una broma el origen de esos grupos, en apariencia de estilos enfrentados y que influyeron tanto en futuras corrientes de la literatura, la pintura y la música? Así, al menos, lo dejó escrito Ernesto Palacios, socio de Roberto Mariani en la revista Martín Fierro, quien decidió que la publicación promoviera ese choque como un chiste que, sin embargo, sorprendiendo a todos, adquirió con rapidez una trascendencia inusitada.
¿Y cómo llegó el tango a ellos, más allá de los letristas que reportaban a unas u otras filas?
Fue iniciativa de dos músicos excepcionales, Julio De Caro y Ricardo Brignolo, y un poeta menor, Bautista Francisco Rímoli, que firmaba sus obras como Dante A. Linyera, quienes quisieron aludir a ese movimiento de modas artísticas; Linyera fue el autor de las letras de Boedo, tango inmortal de De Caro que sigue presente en la ejecución de muchas orquestas, aunque casi siempre instrumental, y del olvidado e irónico Florida de arrabal, cuya música corresponde a Brignolo y que no se sostuvo, a lo largo del tiempo, en las preferencias populares.
En parte de sus versos, Boedo dice: —Boedo, vos sos como yo, / malevo como es el gotán, / abierto como un corazón que ya se cansó de penar (…) ¿Qué quiere hacer esa fifí Florida? / ¡Si vos ponés tu corazón cayengue, / como una flor en el ojal prendida, / en los balcones de cada bulín!
En Florida de arrabal, Linyera usa la ironía, demostrando sus preferencias: —¿Qué hace esa fifí Florida…? (…) Es Boedo, Boedo la calle de todos / la alegre Florida del triste arrabal. / Decile a la piba / romántica y papa /, decile muy quedo / que ya va a llegar…
Hay que aclarar que ni De Caro, que nació en Once y fue criado en San Telmo, ni Linyera, que vio la luz en Independencia y Sáenz Peña, ni Brignolo, nacido en la calle Sarmiento, eran “hijos” de Boedo o Florida; solo se puede concluir que les motivó la puja —que a fin de cuentas duró menos de una década— de esos grupos de intelectuales tal vez surgidos, lo repito, de un acto bromista.
Hay más rarezas en esta historia: mientras Boedo fue llevado al disco por innumerables intérpretes, y se sigue grabando hoy, las escasas placas de Florida de arrabal son poco menos que inhallables, de colección.
Y entre quienes cantaron Boedo —muy pocos— figura el todavía vigente Guillermo Fernández, que apeló a una segunda letra del tango que fue impuesta por la censura de la dictadura argentina de 1943:
—Boedo, tienes como yo, / el alma llena de emoción, / abierta como un corazón / que ya se cansó de esperar (…) ¿Qué quiere hacer la elegante Florida / si tú pones las notas de los tangos / como una flor en el ojal prendida / en los cien balcones de mi gran ciudad…
Nunca se supo quién fue el autor de esta adecentada letra, escrita a principios de la década de 1940. Linyera había muerto en 1938, a los 35 años de edad.