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Finalmente, y luego de una extensa discusión, el martes 22 se completó la aprobación en el Senado de Brasil la reforma del sistema previsional, una medida clave para devolverle viabilidad a mediano plazo a las cuentas fiscales y a la dinámica de la deuda pública de ese país.
Si bien el proceso de negociación llevó a que se recortara en un tercio el ahorro previsto en los próximos 10 años en las erogaciones en el sistema previsional (de los 1,2 billones de reales originalmente proyectados ahora se estiman unos 800.000 millones), de todas formas se trata de una cifra significativa que despeja en gran medida el horizonte financiero para el gobierno de Brasil. Es, además, la primera victoria legislativa del presidente Jair Bolsonaro, que ahora enfrentará una nueva dura batalla en el Congreso para intentar aprobar una reforma impositiva que busca mejorar la competitividad de las empresas y así relanzar el crecimiento de una economía que no ha logrado despegar en los últimos tres años, luego de haber sufrido la peor recesión desde la Gran Depresión de los años 30.
De hecho, luego de mucha expectativa al inicio de este año por la victoria de Bolsonaro, las previsiones de crecimiento para la economía brasileña fueron sistemáticamente revisadas a la baja, y al viernes 18 los analistas encuestados por el Banco Central de Brasil proyectaban una expansión de 0,88% para este año, y de 2% para 2020, cifras prácticamente idénticas a las que presentó la semana pasada el Fondo Monetario Internacional. Si bien la desaceleración de la economía mundial explica en parte la revisión a la baja de las perspectivas de crecimiento de Brasil, no menos cierto es que las demoras en la aprobación de la reforma previsional y otras de la agenda “promercado” que había prometido Bolsonaro durante la campaña electoral fueron un factor negativo en la confianza de los inversores locales y del exterior. Por eso, el paso dado esta semana por el Congreso debe ser visto como muy positivo, como de hecho ya lo reflejaron los mercados financieros con el retroceso del valor del dólar y la suba a nuevos máximos del índice Bovespa de la Bolsa de San Pablo.
Como en prácticamente todo el mundo, el sistema previsional atado a esquemas de “reparto” en Brasil era una bomba de tiempo debido a que las tendencias demográficas y la particular liberalidad del esquema vigente en el otorgamiento de los beneficios (por ejemplo, al no exigirse una edad mínima para jubilarse), llevaban a un déficit explosivo. Mientras que en la actualidad solo el 9,2% de la población brasileña es mayor de 65 años, las proyecciones demográficas elevan ese porcentaje a 25,5% para 2060. Así las cosas, algo había que hacer y rápido; de ahí la importancia de la reforma aprobada esta semana, que entre otras cosas establece una edad mínima para jubilarse de 62 años para las mujeres y de 65 para los hombres, al tiempo que eleva a 35 y 40 la cantidad de años de aportes requeridos para tener la jubilación completa (frente a los 30 y 35 años que se requerían hasta ahora).
Con un panorama cada vez más complicado en Argentina, la aprobación de esta reforma en Brasil es una muy buena noticia para Uruguay ya que como mínimo despeja el panorama financiero del vecino en el corto plazo. Además, puede alentar expectativas de que una mejora en la confianza de los inversores locales, junto con la concreción de la reforma tributaria y otras en la agenda del ministro de Hacienda, Paulo Guedes, aumente la probabilidad de que efectivamente se dé un repunte en el crecimiento del segundo mayor socio comercial de Uruguay. Quizás esta sea de las pocas buenas noticias que esperarán al próximo gobierno.
