Nº 2187 - 18 al 24 de Agosto de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa mayoría de aquellos que gustan del tango y lo han estudiado con rigor no deberían perder de vista que sus letras no han sido escritas para ser solo leídas o recitadas, sino que integran una compleja totalidad con la música. Hay quienes han definido esa totalidad como una estructura global que adquiere más calidad cuanto más estrecha es la relación entre lo musical y lo textual. Creo que esta suerte de amplio consenso no es discutible.
Sin embargo, algunas letras, según el investigador Enrique Haba, presentan caracteres tales que, incluso, aislándolas de esa estructura global, independizándolas de la música y la interpretación, son poesía pura, literatura propiamente dicha.
Días atrás hallé un reportaje al escritor argentino Carlos Battilana que, de acuerdo con esta opinión, la lleva a un plano emocional que me impactó como una luz de pronto encendida en la oscuridad: “Mis padres amaban el tango. El fondo acústico de mi infancia estuvo asociado a él. En cierto momento, ya adolescente, descubrí que la poesía podía no solo ser leída en silencio, sino también escuchada. Digo la poesía como una ‘música’ autónoma. El autor debía adaptarse a los límites de la melodía, sí, pero no obstante también contar una historia o dejar estampado un cuadro lleno de sensaciones y colores con vida propia”. Hay unos cuantos letristas de tango que han logrado, más de una vez, esa proeza.
Pero el ejemplo elegido por Battilana —aun admitiendo su subjetividad—, Tristezas de las calle Corrientes, poema de Homero Expósito que se entrelaza de modo admirable con música de Domingo Federico, intuyo que difícilmente pueda equipararse: Calle / como valle / de monedas para el pan. / Río / sin desvío / donde sufre la ciudad. / ¡Qué triste palidez tienen tus luces, / tus letreros sueñan cruces, / tus afiches, carcajadas de cartón…!
Regreso a Battilana: “Esas rimas son un hallazgo, pues adquirían, en algún punto, la posibilidad de independizarse de los acordes. Escritas en la década de 1940, muchos años después, releyéndolas, la avenida Corrientes empezó a tener el significado de la libertad y, paradójicamente, de la protección. Me pareció clave para descifrar el más íntimo secreto de una calle que yo deseaba, inconscientemente, me albergara de modo natural. Ese tipo de emociones, o de visiones, son esenciales y naturales en la más pura poesía como expresión literaria. Los versos de Expósito, al margen de la música, incorporaban un rasgo de modernidad a través de sus afiches y carteles, como si el autor hubiese revivido algo de las calles parisinas de Baudelaire”.
La letra de un tango busca contar una historia de un lugar, una anécdota de un personaje, un amor, un dolor, unos hábitos, hasta el latir de una época. Lo logran, obviamente, también aquellos poetas quizás menos audaces que, a veces sin advertirlo, resignan su aporte al complemento de una melodía, un ritmo y la armonía necesaria para alcanzar una unión y combinación de sonidos simultáneos y diferentes pero acordes.
Alguien dirá, estoy seguro, que una letra de tango es realmente buena en la medida que, precisamente, armoniza con todo lo demás. Y yo responderé que sí, que es verdad. Pero repetiré que sobreviven, por suerte, algunas que, como dijo el investigador Haba, son estrictamente literatura, en este caso poesía independiente de la mayor pureza y originalidad.
Risa / que precisa / la confianza del alcohol. / Llantos / hecho cantos/ pa vendernos un amor. / Mercado de las tristes alegrías, / cambalache de caricias / donde cuelga la ilusión…
Quizás un par de cortos relatos ayuden a comprender qué fuegos pudieron ayudar a incendiar de manera semejante la inspiración de Expósito.
“Vení, vamos a comer empanadas baratas a La Helvética”, era la frase de todas las noches entre periodistas de La Nación que frecuentaban el lugar, en Corrientes y San Martín. Allí, además, era cita obligada de Mitre, Ingenieros, Borges, Rubén Darío —cuando visitaba Buenos Aires—Bernárdez y Sábato, entre otros notables.
Y en un lejano reportaje, Mariano Mores contó: “Corrientes nos dio vida musical, porque los bríos juveniles hallaban recreación y esperanzas. También se respiraba mucha nostalgia, claro, y hasta melancolía y tristeza. Por eso es realista el retrato de Expósito. Pero, al menos a mí, me queda la satisfacción de haber vivido esa calle, de haber crecido con ella”.