Nº 2246 - 12 al 18 de Octubre de 2023
Nº 2246 - 12 al 18 de Octubre de 2023
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa gran división política a esta altura del siglo XXI ya no parece ser entre izquierda y derecha. Lo más cercano a la realidad actual sería trazar ese parteaguas entre totalitarismo y democracia. Porque hay demócratas de muy distintas orientaciones ideológicas, pero que comparten los valores de incluir a los que piensan diferente y respetarlos. A lo largo y ancho del mundo se pueden citar gobiernos o partidos que se definen como de derecha o de izquierda, pero que están lejísimos de querer pasarle por arriba al adversario, o de instalar un régimen en base al terror y la violencia o de perpetuarse en el poder.
Del otro lado están los líderes o partidos políticos autoritarios, que por más que puedan estar asociados a la derecha o la izquierda, tienen varios aspectos que los hermanan. Algunos dicen defender ideas liberales y otros socialistas o comunistas, pero todos ellos comparten su desprecio por los que piensan diferente y por la rotación de partidos en el poder. También hay ejemplos variados de este tipo en diferentes partes del mundo. No son demasiados, pero tampoco uno o dos casos aislados. Lamentablemente, algunos se mantienen indemnes desde hace décadas y otros se han ido sumando en los últimos años.
Así como, haciendo una división muy abarcativa y generalista, de un lado están los autoritarios y del otro los demócratas, lo que permite comprender de mejor manera la situación política internacional actual, también ocurre con los que creen en la civilización y los que siguen apostando a la barbarie. Aquella vieja definición adoptada por el caudillo argentino Domingo Faustino Sarmiento a fines del siglo XIX parece seguir vigente hasta el día de hoy.
En aquellos tiempos, Sarmiento establecía la línea divisoria entre los que creían en el progreso y en la importancia de apostar por la modernización de las sociedades y los que se seguían rigiendo por criterios más cercanos al salvajismo y a métodos bestiales, que se arrastraban desde la prehistoria. Cada pensador debe ser medido en función de su tiempo, pero algunos de sus conceptos pueden servir como puerta de entrada para describir otros momentos de la humanidad.
Lo que ocurrió en la mañana de sábado 6 al sur de Israel, cuando un grupo de terroristas de Hamás invadieron ese país para asesinar a cientos de personas, secuestrando y violando, es un claro síntoma de la barbarie que todavía existe en pleno siglo XXI. No tiene justificación posible. Son acciones de una brutalidad prehistórica, realizadas por sociópatas que funcionan a partir del odio.
Es a la civilización a la que atacan. El atentado es contra los que no habitan su mundo apocalíptico y marginal. Por eso destruyen todo lo que se atraviesa por su camino, sin importar el grado de involucramiento que tengan los muertos con esa guerra en la que viven. No soportan que exista lo distinto. Quieren destruir cualquier mínimo matiz y por eso arrasan con todo, sin sentimientos ni remordimientos.
Es intolerable no condenar este tipo de acciones, como la de Hamás del fin de semana. Sea estando en el lugar de los hechos o a miles de kilómetros de distancia, el grito de repudio tiene que ser muy fuerte. Hasta el silencio es cómplice frente a episodios tan peligrosos para la humanidad.
La necesaria condena llegó de los principales países occidentales y también del gobierno uruguayo y dirigentes del oficialismo y de la oposición. Lamentablemente, la reacción local no fue unánime. Algunos optaron por condenar, pero atribuyendo responsabilidad a Israel, o mantenerse en silencio o hasta pasar por alto esta mascare y recordar otras como si fuera una competencia de locura y muerte.
Triste que eso siga ocurriendo y más todavía en Uruguay. Por suerte son una ínfima minoría, que debería agradecer que vive en un país ubicado en el grupo de los demócratas y los que creen en la civilización. Merecerían estar rodeados de la verdadera barbarie para que así empiecen a valorar lo que tienen.