En la Torre Ejecutiva incomoda la lentitud de “los tiempos” en el organismo multilateral para tomar esa decisión
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa reacción del gobierno fue inmediata y contundente. La operación militar desarrollada por Hamas y otros grupos palestinos el sábado 7 provocó el apoyo inmediato de Uruguay a Israel y reabrió una conversación en la Torre Ejecutiva de difícil solución. Es que las autoridades consideran que Hamas, creada originalmente como una organización política y paramilitar, es un movimiento que practica el terrorismo, pero el país no tiene un mecanismo formal para incorporarlo a un listado.
Uruguay se rige por la lista que aprueba el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) y que incluye a 693 personas y 254 entidades. Los Estados miembro de la ONU están obligados a aplicar las sanciones que se resuelvan para cada caso específico. En el Poder Ejecutivo evalúan que “los tiempos de las Naciones Unidas suelen ser lentos” para definir estas cosas, pero confían en que “finalmente” incluirán a Hamas en ese listado.
El desenlace no parece ser tan evidente a juzgar por las discusiones y el método de decisión del Consejo de Seguridad de la ONU, que se reunió el domingo 8 sin alcanzar ninguna declaración conjunta ni condena unánime de los ataques. Rusia, que es uno de los miembros permanentes de ese órgano y tiene poder de veto, no condenó las agresiones palestinas a Israel.
No es la primera vez que Uruguay está ante el problema de cómo actuar ante el terrorismo en Medio Oriente. El presidente Luis Lacalle Pou declaró en 2020, durante una reunión del Comité Judío Americano, que estaba pensando la posibilidad de que Uruguay declare que Hezbolá es una organización terrorista, aunque tenía el problema de que el país no tiene una lista propia. “He leído planteamientos de países sudamericanos que tienen su propia lista y los argumentos me resultaron muy sólidos”, dijo entonces el mandatario, aunque finalmente hasta ahora no modificó la posición.
Hezbolá, aliado de Hamas, es un partido político basado en el Líbano considerado una organización terrorista por muchos países, entre ellos, Estados Unidos, que lo acusan de estar financiado por Irán y Siria para actuar contra Israel. Desde el año pasado, el Congreso estadounidense estudia la aprobación de una ley que busca investigar las posibles operaciones de Hezbolá en la triple frontera de Argentina, Brasil y Paraguay y también en Uruguay.
En el caso de Hamas, en la Secretaría de Inteligencia Estratégica de Estado entienden que “claramente” es una “organización terrorista”, dijeron a Búsqueda fuentes del gobierno. En octubre, el director de Inteligencia, Álvaro Garcé, viajó a Israel para conversar, entre otros temas, sobre la relación en Latinoamérica entre crimen organizado y terrorismo. “Son dos actividades que cada vez están más enlazadas”, dijo entonces Garcé al Semanario Hebreo Jai.
Hamas controla la Franja de Gaza desde 2006, cuando ganó unas elecciones que no repitió después. Fue fundada en 1987 por un refugiado palestino y su nombre es el acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica. Estados Unidos y la Unión Europea la incluyen como una organización terrorista.
Manifestación por Israel en Kibón de Montevideo. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS
Más allá de no tener mecanismos legales para listar a Hamas como una organización terrorista, el gobierno uruguayo y el oficialismo en el Parlamento condenaron con dureza la operación militar palestina, en la que mató a más de 1.000 israelíes, la amplia mayoría civiles, y secuestró a un centenar.
El día del ataque, la Cancillería uruguaya emitió un comunicado en el que condenó los ataques contra civiles y “las acciones terroristas en curso” contra la población israelí. “A la vez, reafirma su rechazo absoluto al terrorismo y su compromiso con la seguridad de Israel”.
Un poco más tarde, el Frente Amplio difundió su propio mensaje. Rechazó los “ataques perpetrados desde Gaza contra Israel” y, en el tercer párrafo, planteó la necesidad de que las dos partes reimpulsen las negociaciones para alcanzar un acuerdo de paz “en el marco del derecho internacional y sobre la base de la coexistencia pacífica de los dos Estados con fronteras seguras acordadas mutuamente e internacionalmente reconocidas en conformidad a las resoluciones adoptadas por ONU”.
En el Senado, las diferencias entre el acercamiento del oficialismo y la oposición al tema quedaron expuestas. La resolución aprobada por blancos, colorados y cabildantes versó solo sobre el ataque de Hamas y sus aliados contra Israel. El Frente Amplio, en tanto, intentó sin éxito que se incluyera al texto una crítica a las represalias del gobierno israelí, porque “están provocando un creciente número de muertos y heridos en la población civil, a lo que se suma un bloqueo inhumano que deja sin acceso a agua, energía eléctrica y alimentos a más de 2 millones de palestinos”.
El miércoles 11, el Comité Central Israelita cuestionó las declaraciones emitidas por el Frente Amplio, el Partido Comunista, el PIT-CNT y la Federación de Estudiantes Universitarios. Las tres últimas organizaciones habían planteado críticas tanto o más duras a Israel que a Palestina.
En Montevideo, una manifestación de respaldo a Israel convocó ese mismo miércoles a miles de personas, entre ellos políticos oficialistas.
La embajadora de Palestina en Uruguay, Nadya Rasheed, compartió el sábado la posición de su gobierno, en la que ubica toda la responsabilidad de la violencia en Israel. “Hemos advertido repetidamente sobre las consecuencias de bloquear el horizonte político y no permitir que el pueblo palestino ejerza su legítimo derecho a la autodeterminación y establezca su propio Estado”, dice el documento.
En una entrevista con Búsqueda a comienzos de setiembre, la embajadora Rasheed dijo que Uruguay y Palestina comparten “valores”. Al ser consultada esta semana sobre si fuera cierto que los dos países comparten valores, no sería lógico que su gobierno condenara el ataque de Hamas más allá del contexto, la embajadora prefirió no responder.