Nº 2135 - 12 al 18 de Agosto de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl alto precio de los combustibles que padece Uruguay desde hace décadas no es por culpa del precio del petróleo, de la tortuosa “paramétrica” y ni siquiera de la “joya de la abuela” de Ancap. La culpa es de una manga de políticos del primero al último que no se animan a hacer las reformas estructurales que todos sabemos hay que hacer.
Ancap nunca debió haber existido. No tiene sentido que el Estado arriesge en actividades industriales y comerciales que pueden hacer los privados en forma más eficiente. La lírica idea de José Batlle y Ordóñez era que, si las mal llamadas “empresas públicas” ganaban dinero, los ciudadanos pagaríamos menos impuestos. Pobre iluso. La triste historia fue exactamente al revés: los ciudadanos tenemos que trabajar miles de horas extras para pagar los dislates de políticos medio pelo, sindicalistas abusadores y empresarios prebendarios.
Ancap es la punta del iceberg de una estructura gigantesca de mal uso de fondos públicos. Por eso hizo bien el gobierno en dejar al rey desnudo y mostrar los sobreprecios que hay en cada litro de combustible: subsidio al boleto capitalino (que beneficia a empresas con nombre y apellido); la imposición de usar etanol de la ineficiente Alur (otro engendro para pagar favores a la memoria de Raúl Sendic padre y sus cañeros de la UTAA, cuna del Movimiento Tupamaro); un subsidio al supergás (que directa o indirectamente beneficia a tres empresas privadas oligopólicas); y también es usada para cobrar impuestos encubiertos a través de las tarifas (que no pasan por la iniciativa privativa del Poder Ejecutivo ni la aprobación del Parlamento). Por eso se debería “acabar este recreo” cuanto antes.
Además, Ancap nunca va a ser eficiente por un tema de economías de escala. La refinería de La Teja es chica, y como el negocio de refinar petróleo crudo es un commodity, existen dos condiciones que a Ancap se le hará muy difícil (cuando no imposible) poder cumplir para que cierren sus números: refinar grandes volúmenes y lograr mucha eficiencia.
Tan es así que, pocos días atrás, la refinería de Marsden Point en Nueva Zelanda (casi tres veces más grande que la nuestra y varias veces más eficiente) anunció que dejará de refinar petróleo crudo y se dedicará exclusivamente a importar productos terminados desde Asia. Allí rige un sistema de libre competencia y libre importación, pero nadie teme a quedarse sin combustibles, como sí temen por estos lares.
Tampoco los paraguayos temen a tan nefasto designio. Dejaron de refinar petróleo hace años; desde el 2018 hay libre competencia en toda la cadena de suministro y los precios ya no los fija el gobierno, sino el mercado. ¿Será así porque los paraguayos se volvieron más ilustrados y más valientes que nosotros?
La pregunta que debe hacerse es: si no existiera la refinería y no estuviéramos atados a un pasado de discursos rimbombantes, falsas promesas y compromisos varios, ¿a quién se le ocurriría hoy construir una refinería de combustibles fósiles cuando el mundo va hacia las energías renovables y nosotros carecemos de petróleo y nos sobran energías limpias?
Quienes se oponen a terminar con el monopolio de Ancap se oponen a darle libertad de elección al consumidor. Esta misma gente critica a los dictadores cubanos por no abrir la jaula de la isla, sabedores de que se les vuelan todos los cubanos. Aquí saben que si abren la jaula de la libre importación, a Ancap se le pueden volar varios litros de combustibles. Pero como ello implica que la política se quede sin cargos, sin ingresos y sin influencias… mejor dejar la jaula cerrada.
El precio de los combustibles bajará cuando se achique —en serio— el costo del Estado (ya que casi la mitad del precio en el surtidor son impuestos). Es lo que está reclamando el movimiento social Un Solo Uruguay (USU), que se volvió a autoconvocar el pasado sábado 7 en Durazno y emitió una declaración que dice: “Se sigue identificando la necesidad de revisar el Estado, su rol y funcionamiento. Hoy continuamos sufriendo un Estado pesado y débil en sus políticas de desarrollo”.
Si a los miembros de la coalición multicolor no los “une el amor” por modernizar el Estado, que entonces los “una el espanto” de ver lo que sucede cuando un Macri gradualista no está a la altura de las circunstancias.
Si Jorge Luis Borges reviviera y viera a su Argentina en esta decadencia, el espanto lo retornaría a su tumba. Si José Gervasio Artigas reviviera y viera a los orientales tan poco ilustrados y tan poco valientes, seguramente se volvería a ir al Paraguay, donde tantos de sus hijos lo han seguido en los últimos años.
Guardo la esperanza de que algún día los uruguayos nos vamos a avivar y otro día nos vamos a animar a hacer estos cambios. También guardo la esperanza que esos días no lleguen demasiado tarde.