• Cotizaciones
    domingo 06 de octubre de 2024

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Contra qué pierde el liberalismo

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2166 - 17 al 23 de Marzo de 2022

    En apartado especialmente provocativo de su obra La constitución de la libertad, Hayek dice que “la importancia de la certeza de la ley para el funcionamiento fluido y eficaz de una sociedad libre difícilmente puede exagerarse”. Y en parte tiene razón, aunque para sostener tal aserto nos remita a la antigua y sobrevalorada Atenas, donde en las costumbres y en los textos legales ya se relacionaba la libertad con el llamado Estado de derecho. Según este pensador, “ningún factor individual haya contribuido más a la prosperidad de Occidente que el nivel relativamente alto de seguridad jurídica que existía allí”.

    Sobre el punto me veo precisado de formular algún matiz que más que nada tiene que ver con la idealización de Atenas y de la democracia. Heródoto y Aristóteles, separados por unos cuantos años —uno vio el albor del sistema, el otro asistió y acaso favoreció su caída— se mostraron renuentes a celebrar el modo de gobierno que llevaron adelante los atenienses del período clásico; lo mismo les ocurrió a Sócrates y lógicamente, y con todo entusiasmo, al escéptico Platón, que no ahorró invectivas contra el experimento y sus personeros. Las burlas de Aristófanes todavía afrentan los oídos sensibles a la pleitesía y entrenados en el disimulo; hay que leer Las asambleístas para reírse un rato largo de los ridículos entretejidos de la política popular y desengañarse de esa masiva emisión de moneda falsa que se ha producido en los corredores de la interesada interpretación histórica. Estos autores, sin embargo, reconocen y celebran la existencia de un orden donde el derecho de las personas está protegido, donde las leyes se reparten igualitariamente en acceso y en peso sobre las personas. No más que eso; que no es poco, de acuerdo, pero se demostró luego que no es suficiente.

    Lo que es lastimosa candidez en el votante es cínico cálculo, inicua manipulación y desprecio en el político, que por lo general desplaza la atención hacia las formas de gobierno y no hacia el contenido y alcance de sus determinaciones. Los políticos reducen la política a la mera comedia de equivocaciones en la que ellos son protagonistas, beneficiarios, controladores y en última instancia dueños de voluntades y destinos; los liberales consideran el encuadre político como el ámbito donde el derecho se hace posible. Debemos llegar a los siglos XVII y XVIII para que la tradición clásica que podríamos resumir ejemplarmente en la politeia aristótelica o en el justo republicanismo sostenido por Cicerón fuera en cierto sentido recompuesta por los filósofos liberales británicos.  Samuel Pufendorf, Hobbes, Locke entendieron que los seres humanos tenían el derecho natural de estar libres de la arbitrariedad gubernamental y que toda la sociedad debería estar sujeta a las mismas leyes libertarias. Sin embargo, consideraban importantes las instituciones evolutivas de la sociedad porque expresaban la sabiduría de muchas generaciones.

    Con cierto sarcasmo observa Hayek que en Francia se desarrolló una tradición muy diferente del liberalismo; hubo palabras fuertes, hubo proclamas encendidas, hubo gestos resonantes donde la libertad fue mentada una y otra vez, pero no hubo efectivamente libertad. Los racionalistas extremos rechazaron cualquier tradición a menos que pudiera ser racionalmente analizada y validada. En consecuencia, la Revolución francesa apuntó a la disolución de las instituciones tradicionales y a la forzada y artificial igualdad para todos. Este objetivo debía ser realizado por un nuevo orden social racionalmente planificado. La legitimidad de los cambios sociales surgió, así, del derecho de la mayoría a determinar el derecho y la suerte de las personas. La lucha por la libertad individual sufrió un duro revés. En este nombre del pueblo el Estado se hizo fuerte en desmedro del derecho. La escena quedó armada para las peores evoluciones que hemos podido ver y soportar en las generaciones subsiguientes, alcanzando su pináculo en el comunismo y sus secuelas.

    Para decirlo de una manera poco amable: el proceso democrático es bonito cuando se lo mira de afuera, pero vivido cada día es claro que de ninguna manera garantiza de por sí la salvaguardia de las libertades individuales. Desde la Revolución francesa los gobiernos elegidos democráticamente en particular se sienten legitimados para hacer cumplir sus objetivos respectivos sin tener en cuenta las libertades individuales, a las que avasallan en nombre del bien común y con la voluntad de la mayoría. Contra esto viene perdiendo el liberalismo.