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Por aquello de que lo “cortés no quita lo valiente”, el presidente Luis Lacalle Pou viajó el viernes 13 a Buenos Aires a reunirse con su par argentino, Alberto Fernández, aunque sus encuentros previos fueron poco productivos y en algún caso muy tensos. Recordemos la reacción de enojo de Fernández cuando Lacalle Pou hizo referencia al “lastre” que significa el Mercosur para Uruguay. Esa fue solo una muestra de la distancia entre los principales representantes de dos gobiernos que parecen ir en sentido contrario.
En los hechos, Uruguay se plantó fuerte desde hace meses con la idea de flexibilizar el Mercosur para que los países que lo integran puedan negociar acuerdos comerciales bilaterales con otros países. Argentina se opuso desde el primer momento y Paraguay también planteó sus reparos, pero el gobierno de Lacalle Pou anunció que seguiría adelante.
Tiempo después la Presidencia y la Cancillería uruguaya —con el claro apoyo del gobierno de Brasil— encontraron la fórmula para liberarse de esa camisa de fuerza en que se estaba convirtiendo el Mercosur gracias a la posición argentina: se interpretó que la Resolución 32/00 que obligaría a los cuatro países miembros a avanzar en acuerdos comerciales solo por consenso no está vigente porque no completó la ronda de aprobaciones parlamentarias.
Entonces, Uruguay anunció en julio que saldría en busca de acuerdos con otros países y otros bloques sin esperar el consenso de sus socios. Era necesario dar ese paso. Hay que aprovechar el apoyo de Brasil, que no será eterno. Es más, las elecciones que el año que viene tendrán lugar en ese país norteño pueden cambiar mucho el panorama. Y someterse a los deseos de Argentina nunca paga. Más ahora, que cuenta con uno de los gobiernos más desprestigiados de los últimos años.
Eso no significa que Uruguay deba dar un portazo y cortar sus relaciones con Argentina. Sería un grave error. Son muchísimos los temas que tenemos en común con nuestro país vecino. Por eso es necesario mantenerse todo lo cerca que sea posible y, en ese contexto, parece muy razonable la visita de Lacalle Pou a Buenos Aires el viernes 13.
No para que haya un acuerdo sobre el tema Mercosur. No puede haberlo entre dos gobiernos tan opuestos. Pero sí para mantener los lazos sanos, sin dejar de lado la estrategia comercial de acercarse a otros países. Después de la reunión en Buenos Aires, el canciller Francisco Bustillo partió de gira por Turquía, Armenia, Georgia y España con esos acuerdos bilaterales en mente.
Eso es buena noticia, aunque algunos otros comentarios dejaron dudas sobre la posible concreción de esos tratados tan buscados. Por un lado, el gobierno uruguayo se mostró a favor de invitar a Argentina luego de que se inicien negociaciones con otros países. Sería un error, otro error, y la mejor forma de no poder avanzar hacia ningún lado. Por otro, se supo que Fernández dijo a Lacalle Pou que entiende el planteo uruguayo y se “comprometió a buscar una fórmula dentro de la institucionalidad que sea útil a esa demanda”. Es una forma elegante de trasmitirle que no está de acuerdo con la interpretación que hace Uruguay de la resolución 32/00 y que hará todo lo posible para impedir que se lleve a la práctica esa visión.
De todas formas, como recién dijimos, conservar dentro de lo posible la buena relación con nuestro vecino es muy importante, y más ahora, al acercarse la apertura de fronteras. Son los argentinos los que pueden hacer la diferencia y por eso hay que cuidarlos. En todo caso, en los próximos meses se verá si la flexibilización del régimen de residencia fiscal que habilitó el gobierno actual, tiene el efecto esperado.
Las señales de una respuesta importante están: en junio, directivos de Kopel Sánchez Arquitectos aseguraron a Búsqueda que estaban recibiendo “olas” de consultas de extranjeros que están esperando que se levanten las restricciones fronterizas para venir a invertir en una residencia. A su vez, el asesor inmobiliario Juan Irala y Hernández señalaba hace pocos meses que el “efecto Covid-19 deja cosas buenas para Punta del Este al consolidar la tendencia que ya existía, de convertirse en una ciudad de residencia donde ya viven unas 36.000 personas”, entre los que se encuentran muchísimos argentinos.
La cortesía y buen diálogo entre los presidentes rioplatenses es imprescindible por esa y muchas otras razones, pero la inserción comercial de nuestro país en el mundo está madura. Sepamos dejar afuera compromisos que limiten ese potencial.
