Crooner de nombres raros

Aurora (2010), Fan de Faith No More (2013) y Mini Glorias (2015), todos por el sello Bizarro, fueron los mojones de Fede Lima en su camino signado por buenas canciones que transitan entre pop, rock y soul, con una especial predilección por la balada. Ese último disco se defiende con Revólveres & rosas, Fénix y El sonido, todo un himno a la canción y a la música: “Siempre que no puedas levantarte, y todo va hacia atrás, no hay adelante, hay una canción en algún disco esperando a sonar para salvarte. Oh, el sonido, reverberan mis latidos en el aire. Oh, encendido, cerca de encontrar a Dios en el parlante”.

Federico contó a Búsqueda que heredó de Eduardo Lima el amor por la música y los discos. Su padre es un periodista, musicalizador y operador de sonido que trabajó en varias radios y canales de televisión del interior y desde los años 80 tiene un programa musical en Galaxia FM. De niño, Fede estudió guitarra clásica y cantó en el coro del liceo, pero a los 12 años se aburrió y se olvidó, según sus palabras. Cuando se instaló en Montevideo el éter estaba copado por Estómagos, Tontos, Cuarteto, Traidores y compañía, y el adolescente clavó el dial en El Dorado FM, la radio del rock. “Aprendí el oficio de operador con mi padre en la radio y accedí a escuchar muchos discos. Conocí el hip hop, el soul, el funk y otros estilos de música negra, un mundo nuevo, diferente al de mis padres. Y también conocí a Jaime Roos. Pero el rock no era lo mío”.

Armó un grupo con compañeros de liceo, donde le encargaron que cantara porque “tenía buena voz”. A los 18 compró una guitarra y se propuso aprender a tocarla dignamente y hacer canciones. Para ello fue a clases durante un año con Rubén Olivera, un docente experto en abrir cabezas y ensanchar sensibilidades. “Yo no quería tanto estudiar guitarra sino aprender cómo está hecha una buena canción y él me entendió rápidamente. Dejó el manual a un lado y comenzó a pasarme fundamentos de la música popular, me enseñó mucho sobre la música y sociedad, la música en las diferentes culturas, el concepto de ruido, de sonido y de silencio. Aprendí de la estructura de las canciones de los Beatles cosas muy importantes, que están en la base de mi formación como músico, y sobre todo aprendí a escuchar”.

Luego de una primera y efímera banda llamada Bloj, Lima fue el cantante de Loop Lascano, que apenas grabó dos temas en un compilado llamado Perdidos, pero uno de ellos, Gris, compuesto por el guitarrista Santiago Carámbula, fue una de las mejores y más significativas canciones del rock uruguayo en los años del cambio de siglo, y aún hoy se mantiene muy presente en la memoria de los rockeros uruguayos. Aquel riff de tres acordes que se adhería al oído en la primera escucha y cuyo estribillo era tan depresivamente estimulante: ”Quiero escapar, gris es todo lo que hay”. “No le teníamos ninguna fe a esa canción, no nos dábamos cuenta de lo que tenía, permaneció durante varias semanas en el ranking de X FM y más de quince años después sigue sonando”.

Mientras se consolidaba su vocación por la composición, fue perfilando en paralelo su otra actividad profesional como músico: la producción. “Siempre me interesó cómo estaba hecha la música, cómo era el proceso de grabación. Leía las fichas técnicas de los discos y veía que había un productor, y sentía que el rock nacional sonaba muy feo en comparación con la música de afuera, especialmente por el sonido de la batería, que es fundamental”. Hace poco Lima incorporó otro oficio relacionado con su voz y con los estudios de grabación: la locución comercial. Y ahora prepara un programa radial en Galaxia donde, tras los pasos de su padre, difundirá música en castellano.

Lima dice que los discos uruguayos que más le gustan siempre fueron “los que mejor sonaban”. Su canon incluye a Los Traidores, Los Tontos y Níquel, las bandas que para él sonaban mejor en los 80. “Gargoland II, de Níquel, fue el primer disco que me compré y Candombe de la Aduana me pareció un temazo desde que lo oí por primera vez. Hasta que en 1996 desembarcó El Peyote Asesino, un cambio muy grande. Fue la primera banda que sonó realmente bien en Uruguay”.