Nº 2258 - 4 al 10 de Enero de 2024
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEstas noches en las que el verano está caracterizado por regalarnos temperaturas casi invernales se prestan para ponerse al día con lectura y series. En mi caso, decidí terminar de ver la segunda temporada de El Encargado, la serie de Star+ protagonizada por Guillermo Francella y Gabriel, El Puma, Goity. Nada muy profundo, pero el humor, el sarcasmo y la ironía están asegurados.
Eliseo, protagonizado por Francella, es el encargado de un edificio de apartamentos de clase alta en un barrio de Argentina. En la segunda temporada, avanza en su relación con el doctor Zambrano, quien fuera presidente del consorcio, para transformarla en una especie de amistad con algún interés común.
El quinto capítulo de este ciclo comienza con un diálogo imperdible entre Eliseo y Zambrano, en el que el portero le explica cómo llegó a ahorrar casi US$ 600.000 en poco más de 30 años trabajando en el edificio. Pequeños ahorros y comportamientos recurrentes durante 360 meses le permitieron llegar a esa suma que a golpe de vista suena abrumadora. ¿Qué deberías hacer para ahorrar un millón de dólares? ¿Qué pasos deberías dar para lograr escribir tu primer libro? ¿Cuántas horas deberías dedicar a tu trabajo para lograr ese cambio en la cultura y lograr que tu empresa eleve su facturación en un 30%, 40% o 100%?
A todos nos pasa, particularmente en el comienzo del año, que cuando planificamos las actividades para los próximos 12 meses se nos presenta una situación que requiere, por ejemplo, un cambio de comportamiento. Nos impulsamos sobre él planteándonos grandes objetivos que normalmente nos dejan atrapados en un ciclo autodestructivo. Como profesionales, directivos, personas exitosas, estamos programados para ir siempre a lo grande o mejor no intentarlo. Es así como las metas suelen ser más pesadas que motivadoras, requieren un esfuerzo abrumador para lograrlas y nos es difícil saber por dónde empezar. No alcanzar una meta elevada crea un espiral negativo de desaliento que disuade cualquier tipo de acción o corrección futura. En lugar de avanzar a grandes pasos, nos deslizamos hacia atrás.
Es genial soñar en grande, pero la forma de lograr algo grande es comenzar poco a poco, a través de microhábitos. Los microhábitos son “pequeños componentes de un hábito más grande”. Para ahorrar más de medio millón de dólares alcanza con empezar por el primer dólar. Al dividir un trabajo ambicioso en otros más pequeños y alcanzables que construís durante largos períodos de tiempo, los microhábitos te ayudan a completar grandes metas. Por ejemplo, cuando empecé a correr largas distancias teniendo que madrugar a diario, mi microhábito era preparar mi ropa de gimnasia la noche anterior y dejar los championes al lado de la cama. Dos años después, corrí mi primera maratón que había estado tratando de preparar sin éxito durante los cinco años anteriores. De repente, los objetivos formidables se vuelven alcanzables.
La idea de hacer cambios a través de pequeños hábitos no es nueva. Hay bibliografía de sobra acerca de dividir grandes tareas en otras más pequeñas, cortas y medibles en el mediano plazo. La metodología AGILE, que se usa mucho en la industria del software, ha basado su éxito en mostrar cómo grandes proyectos de ingeniería se logran compartimentándolos en entregables más pequeños, haciendo correcciones en el camino y rindiendo cuentas al cliente y al propio equipo de los avances logrados.
Sin embargo, muchos nos encontramos asiduamente teniendo dificultades para lograr desafíos de largo plazo. Somos adoctrinados y recompensados por pensar y lograr en grande, pero no por ejecutar en pequeño. Es posible que nos sintamos tontos haciendo algo minúsculo y que no valga la pena dedicarle tiempo, así que nos convencemos a nosotros mismos de directamente no hacerlo.
Incluso, incorporar un pequeño cambio en nuestras rutinas es más difícil de lo que imaginamos. La realidad sobre los grandes cambios de comportamiento es que es poco probable que hagas un cambio drástico de la noche a la mañana, de lo contrario lo habrías hecho hace mucho tiempo. Pero a menudo también subestimamos nuestra resistencia a ajustes más pequeños. Cualquier cambio en nuestra rutina y comportamiento arraigado es difícil.
Para tener éxito con los microhábitos hay que ser persistente y definir los pasos necesarios para poder mantenerlos. Identificar un microhábito no es sencillo, pero ayuda pensar en algo que nos resulte ridículamente pequeño. Podría ser el hacer algo todas las noches o todas las mañanas, como leer un capítulo de determinado libro, escribir las ideas más importantes del día, meditar durante cinco minutos o correr sin parar durante 100 metros. Te darás cuenta cuando identifiques a ese microhábito cuando digas: “Esto es tan ridículamente pequeño que no vale la pena ni hacerlo”.
Es clave, además, definir el momento del día para llevar adelante esa pequeña actividad. El beneficio de los microhábitos es que deberíamos poder realizarlo con el mínimo esfuerzo todos los días. Es importante ejecutar un nuevo ritual diariamente para que se convierta en algo natural, y si es lo suficientemente pequeño, no tendremos la tentación de aplazar la tarea de un día para otro. Sin embargo, no importa el tamaño de la tarea, es fácil distraerse, poner excusas u olvidar. Ayuda mucho el realizar la nueva acción al mismo tiempo que (o justo antes) de una acción que hacemos sin pensar. ¿Necesitas leer un párrafo cada noche? Podés hacerlo justo antes de apagar la última luz de la casa. ¿Estableciste meditar durante cinco minutos cada día? Marcalo en tu lista mientras esperas a que se prepare el café o el mate de la mañana.
Es importante también darle seguimiento a lo que hemos definido. Como dice el dicho, “no se puede lograr lo que no se puede medir”. Si el proceso de medición es demasiado elaborado, es menos probable que lo completes. Pegar un calendario en la heladera o en algún lugar visible por colegas o familiares ayuda mucho a rendir cuentas. No es necesario hacer algo complicado, alcanza con un almanaque, la tarea a ejecutar y un “sí” o un “no” luego de conseguirla o haber fallado.
Es probable que para lograr algo necesitemos la ayuda de un tercero. Un profesor, un nutricionista, un personal trainer. En esta era, el microaprendizaje que consiste en interactuar con herramientas de aprendizaje en línea, cuándo y dónde nos sea conveniente, se está convirtiendo en una parte mucho más importante de la escena de capacitación y el desarrollo. Esto tiene sus beneficios, incluida la libertad, la conveniencia y el contenido digerible on demand.
Sin embargo, esta asincronía tiene sus inconvenientes. Estas experiencias asincrónicas suelen ser solitarias. Si no hay al menos alguna interacción en tiempo real, ya sea en persona o en línea, muchas personas tendemos a perder la motivación. Existe investigación sobre la importancia de las experiencias sincrónicas en las que se requiere interacción, presencia en el aquí y ahora. Otros también han identificado la interacción y la colaboración como factores críticos para un aprendizaje fructífero.
Marshall Goldsmith es un renombrado coach ejecutivo y autor de numerosos libros sobre liderazgo, gestión del cambio y desarrollo personal y profesional. Nació en Valley Station, Kentucky, en 1949. Goldsmith es conocido por su metodología de coaching que se centra en ayudar a líderes y ejecutivos a alcanzar un cambio positivo y duradero en su comportamiento y en sus resultados. En su charla Seis preguntas que deberías hacerte todos los días cuenta que para lograr alguno de sus objetivos se hacía llamar por un amigo todas las noches para que le preguntara sobre los logros de cada día y así no dejarse estar con las cosas que le eran más difíciles de conseguir en solitario.
¿Cuál es el gran objetivo que tenés en la cabeza para este 2024? ¿Cuáles son los microhábitos que te permitirán empezar a dar pequeños pasos para lograrlo? ¿Dónde vas a publicar tu lista de logros y de seguimiento? ¿A quién le vas a pedir ayuda para que colabore en tu camino hacia esa meta?
Cuando queremos cambiar un comportamiento, saltar de cabeza a un objetivo importante con ambos pies no suele ser la mejor estrategia. En su lugar, hagamos pequeños ajustes incrementales hasta que formen parte de nuestra memoria muscular. Al comenzar poco a poco, se pueden obtener grandes resultados. Como Eliseo, la suma de los pequeños ahorros hechos durante 360 meses lo llevaron a poder disfrutar de una fortuna personal 30 años después. Cualquier dólar suma uno.