N° 1951 - 04 al 10 de Enero de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLos teólogos de la Edad Media sostenían, como da cumplida noticia Dante en su Convivio, que los textos importantes —la Biblia con preferencia (e inevitablemente la Divina Comedia)— debían ser leídos en una cuádruple dimensión, a saber: en sentido literal, en sentido metafórico o alegórico, en sentido moral y en sentido anagógico o espiritual.
El poeta distingue el sentido literal porque es “aquel que no va más allá de la letra propia de la narración adecuada a la cosa de que se trata”. Es este el primer contacto que el lector tiene con un texto, una puerta que se abre a su expectación y curiosidad y como tal, si bien no tiene el deseado rango de los otros sentidos, como veremos, cumple la eficaz función de oficiar de ingreso a los arcanos del texto. Dante explicará más adelante que este método se lo debemos a la Física de Aristóteles, donde se postula que a lo profundo se llega por lo superficial, a lo interno por lo externo, a lo invisible por lo visible; Santo Tomás aconsejaba a sus discípulos llegar a las grandes aguas y mares por riachuelos y arroyitos.
Define Dante el sentido alegórico como específicamente el que “se esconde bajo el manto de estas fábulas, y es una verdad escondida bajo bella mentira. Como cuando dice Ovidio que Orfeo con la cítara amansaba las fieras y conmovía árboles y piedras; lo cual quiere decir que el hombre sabio, con el instrumento de su voz, amansa y humilla los corazones crueles y conmueve a su voluntad a los que no tienen vida de ciencia y de arte; y los que no tienen vida racional, son casi como piedras”. Sobre el sentido moral, Dante se sirve de una curiosa verdad iniciática para ilustrarlo; dice que es el sentido que “los lectores deben intentar descubrir en los escritos, para utilidad suya y de sus descendientes; como puede observarse en el Evangelio, cuando Cristo, subiendo al monte para transfigurarse, de los doce apóstoles llevóse tres consigo; en lo cual se puede entender moralmente que en las cosas muy secretas debemos tener poca compañía”. Más allá de la particularidad del ejemplo, podemos entender que se refiere a la intencionalidad de la escritura, que ha de tener como raíz intencional la comunicación de una verdad de orden moral o bien la capacidad de despertar o avivar en el lector la necesidad reflexiva en torno a ese orden de pensamientos; todo texto, en rigor, no solo es un signo en sí mismo sino que intencional o fatalmente tiene un signo que responde a las creencias del escritor, de su tiempo, de la cultura a la que pertenece.
Lo que establece respecto al último de los sentidos con que deben interpretarse ciertos escritos notoriamente constituye la finalidad que orienta y ha de guiar todo texto que se quiera profundo, que se pretenda digno: “Llámase el cuarto sentido anagógico, es decir, superior al sentido, y es este cuando espiritualmente se expone un escrito, el cual, más que en el sentido literal por las cosas significadas, significa cosas sublimes de la gloria eterna; como puede verse en aquel canto del profeta que dice que con la salida de Egipto del pueblo de Israel hízose la Judea santa y libre. Pues aunque sea verdad cuanto según en la letra se manifiesta, no lo es menos lo que espiritualmente se entiende; esto es, que al salir el alma del pecado, se hace santa y libre en su potestad”.
La validez de estos cuatro niveles o perspectivas hermenéuticas descansa en su articulación adecuada; Dante no meramente expone un orden que busca asentar la fundamentación teológica o altamente moral de los libros que merecen el elogio de la eternidad, sino que nos explica cómo deben utilizarse esas intencionalidades, esto es, nos da una suerte de poética que configura una de las claves más fecundas para los que con frecuencia nos aventuramos en el trato siempre gratificante con la Divina Comedia. Sus consejos son un manual de escritura: “Siempre debe ir delante lo literal, como aquel en cuyo sentido están incluidos los demás, y sin el cual sería imposible e irracional entender los demás y principalmente el alegórico. Es imposible, porque en toda cosa que tiene interior y exterior es imposible llegar adentro si antes afuera no se llega. Por lo cual, como quiera que en los escritos el sentido literal es siempre lo de fuera, es imposible llegar a los demás sin antes ir al literal. Además, es imposible, porque en todas las cosas naturales y artificiales es imposible proceder a la forma sin estar antes dispuesto el sujeto sobre el cual la forma ha de constituirse.”
Una buena traducción de este libro es la que presenta la editorial Colihue, de Buenos Aires.