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    Currículum embellecido

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2211 - 2 al 8 de Febrero de 2023

    Estoy esperando un ómnibus en Avellaneda, en el sur de Buenos Aires, y mi amiga me dice que no me suba a los irregulares, porque son peligrosos. ¿Ómnibus irregulares? Sí, como si compraras un vehículo y lo pusiera a hacer la línea 116 Pocitos-Ciudad Vieja, sin trámites y sin habilitaciones. Claro, pienso, el mundo está lleno de irregularidades, de medios de transporte, de bienes y servicios, de personas que andan por la vida flojas de papeles haciendo el recorrido al costado de los que han completado las gestiones.

    El retoque, el maquillaje, la adulteración y hasta la falsificación de títulos universitarios parece ser cosa de todos los días en el mundo de la política a nivel mundial. Desde que empecé a leer para escribir estas líneas no salgo de mi asombro frente a la cantidad abrumadora de casos de diplomas, desde ligeramente maquillados a directamente adulterados, que han presentado los candidatos a liderar los países de todo el mundo. Una extraña carrera por los honores, por un lustre, un deseo de lucir llamativas carreras universitarias ante la ciudadanía, a cualquier precio.

    Era el 2018 en España. Apenas habían pasado 24 horas de que la prensa difundiera las irregularidades en el máster universitario de Carmen Montón, ministra de Sanidad, apenas un día de haberse divulgado los cambios de notas, las fechas arregladas, las falsificaciones en las actas, los posibles plagios, cuando la funcionaria renunció al cargo. Pero las réplicas del terremoto que se desencadenó no se hicieron esperar. A los pocos días Albert Rivera, entonces líder de la opositora Ciudadanos, planteó dudas sobre la tesis doctoral del propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y lo retó a hacerla pública. La acusación terminó siendo infundada, y los inquisidores solo pudieron tachar su trabajo final de “neutro, superficial e ínfimo”. Sin embargo, la cosa no quedó así, y Pablo Casado, líder del también opositor Partido Popular (PP) en ese tiempo, cayó en la volteada con acusaciones de cambios en las actas y dudosos exámenes aprobados entre gallos y medianoches. El escándalo llevó a que alguien dijera una frase muy recordada: “No puede ser que en España, afiliarse al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) o al PP, salga más a cuenta que esforzarse”. Da para pensarlo, al menos.

    Antes de eso, en 2011 y en Alemania, el gobierno de Angela Merkel vio cómo le arrebataban a uno sus adláteres más fuertes, el titular de Defensa, Karl Theodor zu Guttenberg. El ministro fue acusado de copiar partes de su tesis doctoral, de citar sin mencionar las fuentes, y no tuvo más remedio que renunciar al título y al cargo. Dos años más tarde, de nuevo en Alemania, llegó la renuncia de la ministra de Educación y Ciencia, Annette Schavan, también fue acusada de plagio en su tesis doctoral. En 2016, la diputada del Partido Socialdemócrata (SPD) Petra Hinz, presentó su dimisión tras diez años como parlamentaria en el Bundestag, después de confesar que había inventado su currículum académico como jurista, cuando ni siquiera había completado el bachillerato.

    Pero hay otro círculo en este infierno: “No admisión, no estudios, no asistencia”, dice la publicidad de una página que ofrece diplomas académicos on demand. La oferta va desde los ocho a más de 600 dólares por licenciaturas, másteres o doctorados, títulos expedidos por universidades fantasmas con nombres parecidos a las más prestigiosas. Porque también hay quienes compran sus diplomas, como la estadounidense republicana Melissa Howard, que aspiraba a ocupar un escaño en el Congreso y presentó un grado universitario falso, expedido por una institución inexistente. O el senador de Malasia, Marzuki Yahya, que afirmó tener una licenciatura en Administración de Empresa de la Universidad de Cambridge, y que después se reveló comprado por internet. Y otra vez en España, José Miguel González, el número dos del PP de León, que tuvo que dejar su escaño como diputado al comprabarse que su licenciatura en Derecho era una falsificación.

    Como consecuencia directa de las indagaciones de la prensa en los diplomas aparecen los currículums que podríamos llamar ¿menguantes?, ¿sincerados? Son aquellos que, cuando su propietario empezó a actuar en política y los subió a alguna web estatal o partidaria, resplandecían de honores y títulos y medallas, pero que poco a poco, arrinconados por las investigaciones de la prensa (o de sus propios competidores correligionarios), se fueron reduciendo hasta quedar a tono con la realidad.

    ¿Es grave inflar los estudios para triunfar en el ámbito político? Evidentemente no será grave para la seguridad pública, como puede ser un ómnibus sin controles ni habilitaciones, pero lo será a otros niveles que tienen que ver con la fiabilidad y hasta con la justicia. Cursar y terminar una carrera es un sacrificio para cualquiera, más para quienes se esfuerzan por tener un buen desempeño académico, para quienes trabajan para poder pagarla, y para quienes dejan de lado otras actividades con la expectativa de alcanzar un futuro que creen mejor. Entonces, cuando alguien del sistema político, que debería dar el ejemplo, falsea títulos o miente el currículum, no solo está dañando la confianza de los ciudadanos, sino que está pasando por encima de sus competidores, muchas veces dentro de su propio partido.

    Un cargo de gobierno o una banca en un parlamento en un sistema republicano no puede ser un cheque en blanco que habilite cualquier conducta, sin consecuencias, por esa razón, miembros del Poder Ejecutivo, legisladores de todo el planeta han renunciado a sus funciones. Y está bien que así sea, que haya señales indicadoras de que el sistema no acepta rebajas en la vara de la ética. Porque no es posible que maquillar un curriculum termine saliendo más barato que esforzarse.