Nº 2251 - 16 al 22 de Noviembre de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa historia tiene un lugar de privilegio para Danilo Astori. No será olvido, ni recuerdo lejano, ni una anécdota menor de su tiempo. Astori fue un protagonista fundamental de su época y responsable de una parte importante de lo que Uruguay es hoy.
En la coincidencia o en la discrepancia, no hay uruguayo que no tenga algo para decir sobre Astori. Su vida estuvo dedicada de lleno a la función pública y lo hizo con tal pasión que generó amores y odios, pero nunca indiferencia. Imposible que pasara desapercibido. Al contrario, fue uno de los políticos uruguayos más influyentes de las últimas décadas. Muchas veces discrepamos con sus ideas desde estas páginas, pero corresponde reconocer su importancia histórica.
Quizá por su impronta no tan masiva en comparación con los líderes con los que compartió época, por falta de apoyo de sus compañeros o por las vueltas de la historia no llegó a ser presidente de la República. Pero pocos líderes políticos uruguayos estuvieron durante tanto tiempo tan cerca de ese lugar como Astori. Y es probable que también pocos hayan hecho tantos méritos como para ocupar ese cargo.
Con respecto a eso, en Búsqueda fuimos protagonistas de un episodio en las últimas semanas que vale la pena contar. Habíamos agendado una entrevista conjunta entre Astori y el expresidente José Mujica. Costó un tiempo convencerlos, pero habían accedido y hasta teníamos fecha programada. Mujica le quería transmitir a su compañero de viaje que se arrepiente de no haberlo impulsado como candidato presidencial, que fue un error de su parte, que quizá la historia sería otra si ese apoyo hubiera existido.
El encuentro no ocurrió y Mujica manifestó públicamente ese arrepentimiento que tenía atragantado, aunque después de enterarse del fallecimiento de Astori. Igual es probable que Astori se lo haya imaginado. En los últimos meses el exvicepresidente recibió varios reconocimientos en vida, incluso el anuncio de un importante homenaje que le iba a hacer el Frente Amplio. Le hacían falta y se los merecía.
Hace algunas semanas, en esta misma página editorial, se publicó una columna de opinión bajo el título “Bien uruguayo”, en la que se describían algunas características de Astori. Se argumentaba, entre otras cosas, que era un fiel representante de esa idiosincrasia uruguaya de medianía y moderación y uno de los grandes responsables de que la política macroeconómica no haya sufrido ningún tipo de sobresaltos, más allá de los cambios de partidos políticos en el gobierno.
En la misma mañana del jueves que fue publicada, Astori se comunicó con Búsqueda para comentar la columna. “Si ese es mi legado, para mí es más que suficiente”, fue su reflexión, palabras más palabras menos. Agradeció además que su figura fuera asociada con el “ser uruguayo” y destacada, más allá de todas las diferencias públicas que había tenido con el semanario. “Agradezco que la hayan publicado en este momento”, cerró con la voz entrecortada y apenas audible, mostrando que su salud era muy frágil.
La anécdota viene a cuento porque este es el momento de hablar del indiscutible legado de Astori. Porque Astori fue como una especie de símbolo de la antigrieta, del intercambio político y del diálogo siempre por encima del ataque. Por supuesto que durante su larga trayectoria hubo momentos en los que quedó muy enfrentado con adversarios y con periodistas —nosotros incluidos— y que no todos fueron aciertos en su accionar público.
Pero hoy es un día como para destacar sus logros y esos son justamente haber contribuido con suma importancia a que Uruguay siga siendo una penillanura levemente ondulada, muy diferente a Argentina, por ejemplo. Astori cultivó a lo largo de su carrera la alta política. Algunas veces más, otras menos, pero cada vez que alguna situación complicada lo ameritaba, era capaz de dejar de lado intereses electorales y moverse con base en convicciones y responsabilidad.
Heredó de algunos de sus antecesores la mesura en las cuestiones económicas y la aplicó a rajatabla, manteniendo al Frente Amplio lejos de las locuras e improvisaciones en esa materia desde el Poder Ejecutivo. Por un camino similar transitan las actuales autoridades económicas y es probable que también lo hagan las próximas, gane quien gane. Porque la apuesta a los equilibrios, a mantener las reglas de juego y a buscar la mejor forma de lograr un país creíble y atractivo para las inversiones, tanto nacionales como extranjeras, trasciende las fronteras partidarias. Es lo más parecido a una política de Estado que existe en Uruguay y en eso Astori hizo un aporte fundamental. A cuidar ese legado tan imprescindible para el futuro de todos. Va a hacer falta.