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    De Atlántida a Atlanta: el chico maravilla que engañó al sistema con humor

    Agustín Ferrando, creador de Tiranos temblad y de Otra semana en Cartoon

    Hay que agradecerle a la Navidad pegajosa de 2012, a una señora que robó flores de un cantero y a un vecino que la grabó y subió el video a Youtube. Pero sobre todo, hay que agradecer la mirada curiosa de Agustín Ferrando (Montevideo, 1981), un joven experto en “la pesca” de videos que nadie ve, esos que quedan en el limbo de la red. Cuando Agustín encontró el de la señora ladrona, se lo mostró a su novia, Fernanda Montoro, y ahí se iluminaron. Ese día nació Tiranos temblad, un programa semanal que duró en forma ininterrumpida hasta 2016, armado con los videos de YouTube que muestran “el lado B” de los uruguayos. Con escenas un poco naïf, un poco absurdas, acompañadas de un relato inexpresivo, Tiranos instauró una nueva forma de humor que estalló en las redes sociales y fue un éxito también entre los argentinos. Algunos de sus personajes y frases se volvieron inolvidables. “Gracias, YouTube, por todo lo que nos das”, es una de ellas, o “¿Qué loco, no?”, que aparecía en algún momento insólito al mismo tiempo que la foto del Loco Abreu. También se volvió célebre la canción Uruguay es el mejor país, que canta un ruso y es un delirio. Después de egresar de la Universidad Católica en 2004, Agustín creó con su hermano la productora Mónaco. Grabó todo tipo de videos, hasta que un día llegó a Londres con el equipo que filmaba la gira europea de Bajofondo. Allí conoció a Fernanda, que estaba estudiando cine y sacaba fotos con su máquina Polaroid. Al poco tiempo ella estaba de nuevo en Montevideo, tras los pasos de Agustín. Juntos hicieron Tiranos temblad, cuyo éxito posibilitó llegar a Cartoon Network en 2015 con Otra semana en Cartoon, que se emite para todo el mundo en varias lenguas. El último programa tiene más de 70.000 comentarios de los niños. Si bien Tiranos quedó en suspenso, la pareja asegura que tiene material para que vuelva. Por ahora no pueden, porque desde Atlántida están trabajando para el mundo.¿Qué loco, no?

    —¿Por qué se mudaron a Atlántida?

    —Mi trabajo es estar encerrado gran parte de mi vida. Entonces, el poquito rato que salgo de mi casa y de la computadora, quería que fuera más disfrutable. Hace poco con Fernanda nos dimos cuenta de que en Uruguay somos millonarios. Anoche estuvimos filmando la luminiscencia en las olas en una noche preciosa, completamente solos. Nunca habíamos experimentado este tipo de vida, que me ayudó a mejorar la concentración.

    —¿Cómo hacen para trabajar juntos y con tantas horas de encierro?

    —Nos llevamos muy bien, y nuestros papeles se entreveran. Estamos todo el tiempo pensando, compartiendo ideas, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Fernanda hace tareas de producción, contesta los mails y tiene una capacidad extrema de conseguir cosas. También me da consejos vitales, a veces me dice “estás loco si ponés eso”, o me pregunta, “¿y si salimos un rato en bici?”.

    —El 25 de diciembre de 2012 no fue una Navidad cualquiera…

    —Fue un día bastante mágico. Esa Navidad hizo mucho calor, esos días que te cuesta respirar, muy húmedos. Con Fernanda estábamos en Montevideo y empezábamos las vacaciones. Debajo del aire acondicionado me puse a buscar videos sobre Uruguay. Había sacado un pique: si buscaba “Uruguay hoy”, me saltaba un material que era como “el lado B” de los uruguayos. Ese día me surgió un video en particular: el de una señora que robaba flores del ornato público en víspera de Navidad. Un vecino indignado, Albérico Barrios, la había filmado. Me encantó cómo estaba filmado y lo que decía Albérico. Nosotros siempre hablamos de “los momentos REC”, que son esos en los que te está pasando algo y que te das cuenta, como si los estuvieras grabando. En ese momento le dije a Fernanda: “¿Cómo no hay nadie que haga algo con este tipo de material?”. Entonces nos miramos y nos entró la adrenalina. Nos fuimos al faro de Punta Carretas a pensar y de allí a trabajar. Teníamos una semana de vacaciones y la usamos para hacer lo que sería inevitable. Sabíamos que iba a ser entretenido de ver, y si iba a ser entretenido, ya era suficiente. El 28 de diciembre, ya estaba publicado el primer capítulo.

    —¿Por qué lo llamaron Tiranos temblad?

    —Queríamos que fuera un nombre genérico, pero que se refiriera a algo uruguayo. Arrancamos a repasar las estrofas del himno, hasta que llegamos a “tiranos temblad”, y nos quedamos con esa. Algunas características de todo el programa ya estaban en ese primer capítulo, como la introducción o El crack de la semana. Fue algo muy espontáneo, muy diferente a como habíamos trabajado hasta entonces. Tenía en mente hacer algo con mis reglas y desde hacía más de un año estaba pensando ideas, llevándolas a un cuaderno. Nada de eso me sirvió, pero me mantuvo alerta. Cuando vi el video de Albérico, dije: “Es esto”.

    —¿Cómo fueron las primeras repercusiones?

    —Lo subí a Internet y no le dije nada a nadie. Me daba una vergüenza terrible escuchar mi voz. Pasaron los días y entraba a mirar si alguien había picado en el video. No entraba nadie, había ocho reproducciones, que eran las nuestras. Entonces Fernanda me insistió que lo compartiera en Twitter y en Facebook. Y ahí fue la primera reacción extraña: gente muy diferente me decía: “Increíble, a ver cuándo subís el próximo”. De ahí en más no pude parar.

    —Y la gente les empezó a enviar videos…

    —Sí, pero nunca les dimos mucha importancia. Uno de los ingredientes más importantes de Tiranos fue la espontaneidad. Es algo que atraviesa la pantalla. Vos te das cuenta cuando alguien está hablando con naturalidad y eso es lo disfrutable. Al comienzo teníamos presión. La gente con buena onda nos decía que amaba el programa y quería que apareciera su video. Pero nosotros no queríamos que se desvirtuara. Nos sirvió mucho que nos mandaran material, incluso uno de los más increíbles fue enviado por un chiquilín: cuando estuvo el cantante de Aerosmith revolviendo en un basurero y encontró una obra del artista Gonzalo Delgado. Pero “la pesca”, como la llamamos, es de nosotros. Hay mucho material que va quedando en un limbo, que YouTube no te muestra, y eso es lo que me interesa. Esa pesca la seguimos haciendo, estamos juntando material para el próximo episodio, aunque no sabemos cuándo saldrá.

    —Recibiste varias ofertas. ¿Por qué no aceptaste ninguna?

    —Tempranamente decidí que no quería contaminarlo con el mundo comercial. En esencia, Tiranos era lo que yo quería hacer, a mi manera, a mi ritmo, con mis reglas. En las primeras tentaciones comerciales, siempre había alguna regla que se quería imponer. Ahora estoy contento con la decisión que tomé. En ese momento, a mi alrededor me querían abofetear, porque algunas ofertas me podrían haber cambiado la vida desde el punto de vista económico.

    —¿Por qué te parece que hace reír Tiranos temblad?

    —Siempre me sentí un outsider y nunca me gustó lo que en general les gusta a los demás. No tomo mate, no soy muy fan del asado, no tengo un equipo de fútbol. Ser varón con estas características me hizo ver las cosas de afuera. Pensé que era solo mi mirada, pero cuando empecé a hacer Tiranos me di cuenta de que para nada era una mirada única, que había mucha gente que la compartía, la disfrutaba y celebraba. Es una mezcla entre ternura y ambiente pintoresco. A la vez, quería mostrar el costado uruguayo más casero, como una forma de reírnos de nosotros mismos. Pero trato de no racionalizar mucho el fenómeno, prefiero no saber por qué pasa.

    —También hace reír tu forma de narrar. ¿Te costó encontrarla?

    —Eso fue de lo que más me costó, dar con un tono y que no se tomara como una burla, porque yo estaba admirando lo que veía, a veces me emociono con las abuelas, con lo que hace la gente. Tengo amor por la humanidad. No sé, es muy difícil de explicar. Dar con el tono monótono fue un golazo porque la propia gente le ponía su intención y me permitía hablar de cualquier cosa de modo ameno.

    (Interviene Fernanda)

    —Increíblemente en las ofertas comerciales que recibimos era lo primero que querían cambiar, querían poner un locutor profesional. En Argentina tuvimos propuestas de canales grandes y nos decían quiénes iban a ser los locutores, todos famosos.

    —Encontraron videos maravillosos como el de la canción Uruguay es el mejor país…

    —Fue mérito de mi madre, Natalia Trenchi, que me lo había mostrado hacía años. En el primer programa recordé que lo tenía. Aunque era viejo, nadie lo conocía. Es de esas joyas que a mí me encantan, que no tienen reproducciones. La gente subestima la búsqueda, pero hoy, con la cantidad de información que se sube, tenemos que ponernos a buscar todos para tener solo una noción de lo que está sucediendo en el mundo. Este video es un ejemplo, estuvo ahí durante años y nadie lo veía. Es maravilloso, una canción que resume el espíritu de lo que yo quería decir. Somos los mejores sin hacer nada, con lo mínimo, arreglando con alambre las cosas.

    —¿Alguna vez tuvieron contacto con el cantante?

    —No. El Ministerio de Turismo lo trajo para hacer una campaña, pero no se contactaron con nosotros. La agencia de publicidad después me llamó para que hiciera la locución con un texto de otro y que hablara como un locutor de Uruguay Natural. Parecía que nunca habían visto el programa. El Ministerio me invitó al concierto que dio el cantante, pero no pude ir, estaba haciendo un capítulo de Tiranos. Me hubiera gustado sacarme una foto con él. A mí me encanta cuando a personajes de Tiranos los llaman para aparecer en alguna publicidad.

    —¿Cuánto tiempo lleva hacer cada capítulo de Tiranos?

    —Más o menos cuatro días enteros, sin contar las búsquedas diarias en YouTube. La realización lleva unos tres días: escribir, grabar, editar, subtitular, ponerles nombre a los videos. Me gusta armar como un puzzle que requiere mucha planificación. Hago un guion que me sirve para tener un cierto orden y que tiene que ver más con lo hablado que con la escritura. A veces me equivoco y, por ejemplo, le digo hurón a la suricata. Si bien trato de no meter la pata en cosas importantes, en lo más chico hay cierta informalidad.

    —¿Has tenido problemas con los derechos de autor?

    —Nunca, la gente está agradecida de que compartamos el material. Aprendí a conocer las reglas y después a perderles el respeto. Uno de mis primeros éxitos fueron los mashups, mezclaba dos canciones conocidas, por ejemplo, Britney Spears con una cumbia. Eso estaba al borde de la ley, pero terminó en la tanda de VH-1, un canal por cable que sigue pasando videoclips y música. También me han bajado videos. Pero con Tiranos el efecto fue al revés, la gente lo veía como un homenaje. Además ayudó no comercializar el programa. Eso cambia todo.

    —¿Qué tuvo la oferta de Cartoon Network para que aceptaras?

    —Cuando recibimos el mail, fue otro de los “momentos REC”. Cartoon Network ocupaba un espacio importante en mi vida. Siempre fui fanático de la televisión, pero no tuve cable hasta los 15 años, y cuando lo tuve, lo único que miraba era Cartoon Network y MTV. Entonces que me escribieran fue grandioso. La diferencia con otras propuestas fue que hablaron nuestro mismo idioma. Al principio querían que hiciéramos un Tiranos de Sudamérica. Les expliqué que no se podía hacer por logística y por los términos legales. Enseguida me dijeron: “Queremos hacer lo que vos quieras”. Después de años de trabajar acá con varios clientes, nunca tuve esta confianza. Les propusimos Otra semana en Cartoon. Ahora ya entregamos el último episodio de la tercera temporada y está saliendo para todo el mundo. Es un primo de Tiranos, pero no es lo mismo. En Tiranos partía de material inédito, porque si ya había circulado no lo usaba. En Cartoon tengo que generar un nuevo relato a partir de lo que ya vieron los niños.

    —¿Es difícil el público infantil?

    —Es complicado porque nunca sabés cómo piensan. Lo hermoso de los niños es que les planteás una fantasía y ellos no dicen “esto es una fantasía”, sino que hablan dentro de ella. Por ejemplo, armé una conspiración detrás del número 41, por algo que pasó en un dibujito. Los niños ahora están muy atentos y me informan todo lo que pasa en torno al 41. Hace poco estuvimos con un padre y su hijo que es fanático del programa. Cuando escuchó todo lo que me decía el niño, el padre me dijo: “Ah, son ustedes los del número 41, en mi casa está prohibido nombrarlo”.

    (Interviene Fernanda)

    —Nos han escrito maestras y nos cuentan que no pueden decir el 41 en la clase. También los niños suben en los comentarios videos hechos por ellos y es increíble cómo aprendieron a mirar lo cotidiano. Por ejemplo, un niño mexicano hizo Otro día en mi vida.

    —Los dibujitos de ahora tienen colores fuertes, andan a toda velocidad, los personajes gritan. ¿No te enloquecen?

    —Me pasa con algunos en los que no hay pausas, habla uno y el otro y el otro y son más enloquecedores. A otros los amo.

    —¿Viajaron a Atlanta para conocer a los responsables de Cartoon Network?

    —No, todo ha sido de Atlántida a Atlanta mediante la magnífica fibra óptica. Nos terminamos encontrando en Chile y en Brasil con Hernán Lagreca, encargado de Cartoon Network. Yo solo podía firmar con una megacorporación si había alguien a quien decirle: “Voy a confiar en vos”. A veces me pregunto: ¿Cuándo engañé al sistema de esta manera? Me llama gente y le digo que no puedo atender porque estoy mirando dibujitos, que estoy trabajando para el mundo. Agradezco todos los días la época en que nací.

    —Naciste en un momento bisagra entre el mundo analógico y el digital…

    —Claro, lo que hago ahora pertenece al mundo digital, pero también me siento a mirar a tiempo real horas y horas de material. Eso no sé si un joven de la nueva generación lo puede hacer: apagar el celular y sentarse ocho o diez horas a mirar videos. Eso lo gané de otra época, cuando teníamos otra disposición para la paciencia y la concentración. Agradezco no haber nacido con una computadora. Si no hubiera pasado por esa época, tal vez haría todo más rápido y trataría de que la computadora hiciera todo por mí. Hay momentos en que hay que agarrar un lápiz y una hoja, mirar y anotar.

    —¿Trabajás con muchas pantallas?

    —En general con cuatro: en dos trabajo y las otras dos son de acompañamiento. Pueden transmitir partidos de fútbol sin volumen, trenes que pasan durante horas, cámaras web de varias ciudades o esquinas de Montevideo. A veces necesito de estas pantallas para mantenerme concentrado.

    —¿Qué vendrá después de YouTube?

    —Si esta misma pregunta me la hacés cada semana te voy a dar una respuesta diferente. Creo que en pocos años van a estar más democratizadas las transmisiones. Hoy con un celular podemos transmitir en vivo, hace cinco o diez años, un canal de televisión para transmitir lejos del estudio tenía que mover un camión, llevar cables. Antes, el medio era el televisor, ahora es un monstruo que tiene cabeza de tele, brazos de Twitter y de Facebook y piernas de transmisión en vivo. Cada vez más la gente va a ser la generadora de contenidos. Uno de los mitos que derribó Tiranos es que “en Uruguay no pasa nada”. No pasa nada si solo ves el noticiero.