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Una mujer espera a su amante en la cama. Un humanoide se escapa de su creador y se esconde en un sitio alejado. Una chica recuerda la muerte de un compañero de escuela. Una mujer cocina una torta para su esposo del que nada se sabe, mientras se pierde en los laberintos de su mente. Son las microhistorias que propone Reversión micro, propuesta de microteatro estrenada en marzo por Reversión Colectivo Escénico, a cargo de Fernando Nieto Palladino, y que se repetirá los domingos 17 y 24 de abril en tres casas situadas en el límite entre Pocitos y Parque Rodó.
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En los últimos años el microteatro emergió como una nueva tendencia en España, y rápidamente se replicó en Latinoamérica. Se trata de piezas teatrales breves (entre cinco y 20 minutos), montadas en espacios pequeños, para poca gente. Puede ser comedia o drama y por lo general actúan uno o dos intérpretes. Lo que no varía es la intimidad y la austeridad escénica. Aquí rompe los ojos cualquier detalle inadvertido en un escenario convencional. Actor y espectador pueden estar a menos de un metro de distancia. Vestuario, maquillaje, mobiliario y utilería adquieren una centralidad inédita, se ensancha el registro de matices expresivos. La dirección saca provecho de un susurro, una frase en secreto, un pestañeo, una mirada o cualquier gesto mínimo. Todo suma en este teatro de cámara dirigido a un público joven, abierto a la experimentación y ávido de novedades.
Consecuencia de la reciente crisis económica europea, en España el género se impuso como una opción barata y alternativa para que los artistas y el público situado en las márgenes de la escena continuaran haciendo y consumiendo teatro. Allí se puede pagar una única entrada o boletos de cinco, dos o un incluso un euro por cada microobra. Con una búsqueda rápida encontramos microteatro en Madrid, Sevilla, México DF, Lima y Buenos Aires. Y ahora está en Montevideo, cuyas clásicas casas de estilo italiano son ideales para este teatro de pequeña escala, por su patio o sala ambulatoria desde donde los espectadores deciden a qué obras/habitaciones ingresar.
No era microteatro, pero Proyecto Felisberto, de Mariana Percovich, representaba cada cuento en una habitación de aquella casa del Parque Rodó. Cinco años antes, Roberto Suárez llevaba una docena de espectadores de la mano por una vieja casona de Brazo Oriental. Más cerca en el tiempo, Marianella Morena montó Labios pendientes, una puesta de “teatro breve” en clave erótica en la Casa Gómez (Ciudad Vieja); y a fines de 2015 la Casa Cultural La Quimera (Barrio Sur) albergó Domingos de microteatro.
Cuatro.
La acción transcurre en tres pequeños apartamentos de Pocitos, cerca de 21 de Setiembre y Libertad. El epicentro de esta primera edición de Reversión micro es la casa de Nieto Palladino, dramaturgo, director y actor que estuvo al frente de Quiroga con la luz prendida (2008), Siete locos (2012) y Blu (2013), y aquí es el productor junto a Lucía Sánchez Esia. El patio, al final de un largo pasillo, es el punto de encuentro. Una habitación de tres por tres metros alberga dos de las cuatro microobras, ambas unipersonales: Víctor, relato de ciencia ficción escrito y dirigido por Bruno Guerra Darriulat, protagonizado por una especie de Frankenstein armado con fragmentos humanos, y La mujer, el cordero y los lobos, un cuento muy vívido, escrito y protagonizado por Viviana Stagnaro, acerca de cómo una broma pesada acabó con la vida de un niño a manos de sus compañeros de clase. Fran Esmoris compone de un modo muy creíble al engendro y Stagnaro revela su magnetismo para estremecer con esa tragedia escolar.
Los espectadores presencian las puestas en simultáneo en grupos de a diez. Si bien el tiempo de acción teatral no supera los 60 minutos, la experiencia completa, entre esperas y traslados, insume unas dos horas y media. A tres cuadras de camino, otra casa de pasillo al fondo alberga Te digo te amo, una sugestiva pieza concebida por Pablo Auliso y Pilar Roselló, y dirigida por Auliso, un activo escenógrafo y vestuarista que crece en la escena montevideana. Cargado de erotismo y opresión, el episodio recuerda el universo agobiante de Delmira Agustini: una mujer (Bettiana Pastrana) espera a su amado (Leonardo Lorenzo Pérez) en un estado que mezcla ansiedad, angustia, rabia y frustración. Una notable composición que contrasta con ese ser marmóreo y enigmático que la visita.
La otra locación es un apartamento en el primer piso de un viejo edificio de 21 de Setiembre. Allí una actriz llamada Laura Fedele, tan desconocida como eficiente, protagoniza Lemon Pie, un cuadro desgarrador en el que una madre con incipiente demencia senil recibe a su hijo (Emanuel Sobré, autor y director de la pieza) y lo que brilla a todas luces es la ausencia del padre, desaparecido en circunstancias que no se aclaran, y a quien espera con su postre predilecto en la heladera y entonando Love Me Tender. A la estupenda intérprete le basta un cuarto de hora en ese pequeño living para lograr que el espectador se despida de esta muy bien lograda suite coral con un nudo en la garganta.
Reversión micro-Primera edición, de Reversión Colectivo Escénico. Domingos 17 y 24 a las 19. Información y reservas: [email protected]. Facebook: reversion.colectivo.escénico.