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    Decisiones racionales y emocionales

    N° 2041 - 10 al 16 de Octubre de 2019

    Toda decisión que tomamos, involucra aspectos racionales y emocionales. Ya sea para comprar comida, cambiar de empleo o elegir pareja. Y las decisiones políticas también están influidas por ambos factores. ¿Pero cuál debería primar para una decisión tan importante?

    Durante muchos años se creyó que la mejor manera de tomar decisiones importantes era aislando los aspectos emocionales involucrados. Incorporar nueva tecnología en la empresa es conveniente para trabajar con más calidad y menos costos (racional) y también puede implicar el trago amargo de despedir personal (emocional). Hoy las neurociencias muestran que el cerebro debe conjugar ambos factores.

    “Decidimos la mayor parte del tiempo en forma rápida, automática, instintiva, no consciente, emocional y sin esfuerzo; además, las normas sociales influyen en cómo decidimos y utilizamos modelos mentales cuya activación depende fuertemente del contexto”, dice Facundo Manes, especialista en neurociencias.

    La función del cerebro es lograr la sobrevivencia del ser humano consumiendo la menor cantidad de energía posible. ¡Y pensar consume mucha energía! Por eso utilizamos dos mecanismos que facilitan la toma de decisiones: el reconocimiento de patrones y el uso de etiquetas emocionales.

    Los “patrones” se basan en nuestras experiencias pasadas, por lo tanto, cada vez que sucede algo, tendemos a pensar que los hechos posteriores se comportarán de igual manera en que sucedió anteriormente. Si funciona, sígalo haciendo. Y además el cerebro le pone una “etiqueta” emocional a esa situación para poder archivarla como positiva, peligrosa, agradable o molesta.

    Este proceso opera también a la hora de votar. En una investigación que se realizó durante la campaña presidencial de Estados Unidos en 2004, examinaron mediante un resonador funcional a fanáticos republicanos y a fanáticos demócratas mientras veían discursos de George W. Bush (republicano) y John Kerry (demócrata). Los republicanos fueron tan críticos de Kerry como los demócratas de Bush, y ambos grupos fueron benévolos con su propio candidato. Los resultados revelaron que las áreas racionales del cerebro se mantuvieron sin demasiada actividad, mientras que las áreas realmente activas fueron las relacionadas con el procesamiento emocional.

    En pocas semanas estaremos tomando la importante decisión de elegir gobernantes. Y allí deberían pesar más los aspectos racionales que los emocionales. Sin embargo, casi nadie ha leído los programas de gobierno de los candidatos y valoramos más las promesas que los datos. ¿Qué decisión saldrá de esta compleja mezcla?