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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáQueremos a través de este medio hacer llegar a la opinión pública el relato de los hechos vividos por nuestros hijos en ocasión de una fiesta de cumpleaños de 15 que se celebró en el local Maison du Lac, ubicado en Av. Giannatasio, km 16.300, donde funcionó durante muchos años la discoteca conocida como Ton Ton, que se promociona como exclusivo salón de fiestas de primer nivel. A los efectos de que la información sea percibida con claridad, ordenaremos en diferentes apartados los acontecimientos que motivan nuestra preocupación:
1. Para comenzar, en la entrada del local los chicos fueron revisados y “cacheados” por los guardias de seguridad, práctica que si bien los responsables del salón aducen que es común en ese tipo de eventos, nunca había sido vivida previamente por nuestros hijos en otros cumpleaños.
2. Luego de avanzada la fiesta, siendo la hora 3 de la madrugada y estando en el hall de entrada del salón, uno de los muchachos convidó a otro con un chicle. Este hecho banal provocó la inmediata reacción del guardia de seguridad, quien los expulsó del local de fiestas sin darles oportunidad de formular ninguna explicación, argumentando que él vio que lo que se estaban convidando era cocaína (según sus palabras: “Yo vi que el otro te pasó merca”). Pese a que los chicos intentaron defenderse frente a la calumnia, no se les dio ninguna oportunidad de volver a entrar a la fiesta, o aunque fuera de hablar con los padres de la cumpleañera o adultos responsables. Resultado: dejaron solos, a las 3 de la mañana, en un lugar oscuro y aislado, a dos chicos de 14 y 15 años cuyo único “delito” había sido comer chicles: frustrados, impotentes, doloridos por la injusticia.
3. En ese momento, los tres compañeros que habían ido con ellos a la fiesta, en un acto sin dudas irreflexivo pero propio de su lógica inmadurez, que todos los padres sin embargo valoramos como solidario, salieron también del salón para no dejarlos solos. Comenzaban a caminar hacia la parada del ómnibus cuando se dieron cuenta que los estaba siguiendo un grupo de jóvenes, con notorias intenciones de robarlos. Asustados (insistimos en sus edades: 14 y 15 años), comenzaron a correr. Uno de ellos fue alcanzado por este grupo, mientras otros dos quedaron a la espera del amigo, sin herramientas para defenderlo, mientras el resto volvió corriendo a la fiesta a pedir ayuda, en un esfuerzo inútil: ninguno de los guardias salió para socorrerlos. A esa altura no sabían qué estaba sucediendo; sentían temor de que su amigo estuviera siendo agredido o lastimado. Por fortuna no hubo lesiones físicas que lamentar: sí el robo de un celular, ante la pasividad de los adultos que deberían haber auxiliado a la víctima cuya situación de indefensión habían provocado. Finalmente, frente al revuelo provocado por los muchachos, consiguieron que llamaran a la madre de la quinceañera, quien salió a buscarlos y los hizo entrar nuevamente a la fiesta.
4. Nuestros hijos no sufrieron lesiones físicas pero estuvieron en peligro; fueron vulnerados sus derechos, fueron acusados sin fundamento y tratados como delincuentes sin posibilidad de defenderse. Sufrieron daño psicológico y moral. Como padres, también nos sentimos impotentes y doloridos. Habríamos esperado una disculpa, un desagravio. No obtuvimos nada. Hicimos una queja telefónica frente a los responsables de este lugar, que se comprometieron a llamarnos y nunca cumplieron su palabra. La decisión de publicar esta carta está basada en la obligación moral que sentimos de denunciar estos hechos a la opinión pública, para que otros padres puedan estar advertidos de la ligereza e irresponsabilidad con que se trata a los jóvenes en este local. Queremos pensar que si contamos lo que pasó estamos contribuyendo a evitar que siga sucediendo. Nos sentimos obligados a ser parte de la solución.
Muchas gracias.
CI 1.681.236-8, CI 2.877.468-5, CI 1.184.124-9, CI 1.352.882-7, CI 1.464.809-6, CI 1.540.574-4 y CI 1.643.371-8