Nº 2091 - 30 de Setiembre al 6 de Octubre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“Meritocracia: sistema de gobierno en que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales. Acción o conducta que hace a una persona digna de premio o alabanza”.
El mérito ha sido uno de los valores más preciados por nuestros antepasados inmigrantes, quienes llegaban a estas tierras (de bajos impuestos y altas oportunidades) atraídos por la posibilidad de mejorar sus vidas a través del trabajo fecundo. Pero a este valor lo están devaluando.
La semana pasada el presidente argentino Alberto Fernández declaró: “Lo que nos hace evolucionar o crecer no es verdad que sea el mérito (…), (ya que) el más tonto de los ricos tiene más posibilidades que el más inteligente de los pobres. Las mejores sociedades son las que, precisamente, a todos les dan la oportunidad de desarrollarse”.
Inmediatamente, el exitoso futbolista Gabriel Batistuta reflexionó: “Mis padres me criaron en una casa de 5x3 metros, trabajando, estudiando, confiando en la justicia, y así me dieron un hogar más amplio. Yo continué sus ejemplos, sacrificándome y respetando al prójimo. ¿Fui un idiota por respetar estos ideales?”.
Cuando un individuo cree y constata que puede mejorar su situación personal por sus propias acciones, es un hombre más libre, o, si se quiere, menos dependiente del Estado o de terceros. Y esta situación no es querida por quienes quieren manejar la vida de sus semejantes.
La meritocracia encierra los conceptos de libertad e igualdad que reconoce nuestra Constitución en su artículo 8 al decir lo siguiente: “Todas las personas son iguales ante la ley no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes”.
El mérito personal echa por tierra cualquier beneficio obtenido por linaje, clase, género, edad, nacionalidad o colectivo al cual uno pertenezca.
Distinguir a las personas por sus méritos es un principio rector en las organizaciones más justas y prósperas: desde una empresa familiar que asciende a los más capaces por encima de los parientes hasta los países que eligen gobernantes y funcionarios probos, pasando por estudiantes, deportistas o artistas que obtienen becas o reconocimiento gracias a sus logros.
Los que atacan la meritocracia dicen que los méritos no son la clave para la ascensión social, ya que juegan otros factores como el entorno familiar, los contactos o la igualdad de oportunidades al inicio. Incluso llegan a defender la igualdad en los resultados, independientemente de los talentos, virtudes, acciones o méritos que cada uno haya puesto en acción.
La meritocracia es un ideal perfecto, pero aplicado por hombres imperfectos, de ahí sus críticas. Es como decía Winston Churchill sobre la democracia: “Es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”.
Cuando se quiso devaluar a la “democracia burguesa” solo trajo tiranías y pobreza. Los que ahora quieren devaluar la meritocracia, sepan que solo traerá dejadez, amiguismo o dependencia. Y esto no tiene nada de meritorio.