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    Dinámicas insostenibles

    N° 1923 - 22 al 28 de Junio de 2017

    La mejora que han experimentado la mayoría de los indicadores de la economía uruguaya muestra, en general, dinámicas que son claramente insostenibles, y que por lo tanto deberían comenzar a corregirse de inmediato si es que se quiere evitar ajustes bruscos en un tiempo no muy lejano.

    Para comenzar, la política fiscal que viene aplicando el gobierno del Frente Amplio desde que asumió en 2005 —caracterizada por una incontenible propensión a gastar más junto a un aumento permanente de la presión impositiva formal e informal por la vía de las empresas públicas— claramente ha llegado a sus límites, más allá de las piruetas que se han ensayado en el proyecto de Rendición de Cuentas. Así como el presidente Tabaré Vázquez y el ministro Danilo Astori mintieron en la última campaña electoral al señalar que no se iban a aumentar impuestos y que no iba a ser necesario realizar ningún ajuste fiscal, quienes de cara a las próximas elecciones de 2019 continúen sosteniendo que se podrá seguir manteniendo el nivel de gasto público también estarán mintiendo. El gasto y la deuda pública están en una dinámica insostenible, y los miniajustes fiscales que hemos tenido desde 2015 a la fecha son como intentar tapar el sol con la mano, y no cambian en lo más mínimo el problema estructural de fondo.

    Íntimamente vinculado a lo anterior, otra variable que muestra una dinámica insostenible es el tipo de cambio real, dado que el peso está entre 20% y 25% sobrevaluado en relación con sus fundamentos. Internamente, la combinación de una política fiscal expansiva con una política monetaria contractiva, la política salarial utilizada, y el haber permanecido atados al Mercosur en lugar de haber buscado una mayor integración con todo el mundo, son todos factores que han contribuido a la generación del actual nivel de atraso cambiario. A ello también han ayudado las condiciones financieras internacionales, que alentaron el ingreso de capitales. Un aumento sustancial de los precios de las materias primas que producimos aparece como muy poco probable, por lo que será virtualmente imposible sostener los actuales niveles de costos y precios internos en dólares. Igualmente difícil es que Argentina pueda seguir sosteniendo su actual combinación de políticas económicas que ha derivado en un atraso cambiario todavía mayor al nuestro (de hecho, en realidad es claro que Uruguay ha seguido a sus vecinos por ese camino, y ello es la explicación básica tanto de que haya bajado la inflación como que haya repuntado el nivel de actividad en los últimos meses); este es otro factor que impedirá que sigamos con los actuales niveles de costos y precios internos en dólares.

    Una presión tributaria récord (y que, además, va a seguir aumentando hasta tanto no se comience a reducir el nivel global de gasto público), junto a una moneda sobrevaluada, no es precisamente una combinación que sirva para aspirar a que aumente de manera sustancial la inversión productiva y poder retomar un crecimiento económico sostenido y a tasas elevadas. A ello tampoco contribuyen las múltiples rigideces que se han introducido en el mercado de trabajo; la falta de una clara política de inserción internacional, el creciente deterioro de la infraestructura y el déficit en la creación de capital humano consecuencia del desastre que es el sistema educativo.

    El alentador dato de expansión del Producto Bruto Interno (PBI) del primer trimestre informado el jueves 15 (1,5% respecto a octubre-diciembre pasado y 4,3% frente a enero-marzo de 2016) estuvo muy influenciado por temas puntuales: la muy buena temporada turística por el atraso cambiario de Argentina; el repunte en la generación de energía eólica; la excepcional cosecha de soja; el continuo crecimiento del sector de comunicaciones, y un efecto calendario favorable por el hecho de que la Semana de Turismo este año fue en abril y en 2016 fue en marzo. Es interesante que a pesar del fuerte crecimiento del PBI, la inversión fija mostró una leve caída de 1,1% (fundamentalmente por la baja a nivel del sector público), al tiempo que el nivel de desempleo aumentó (de 7,9% en enero-marzo de 2016 a 8,5% en el primer trimestre de este año) y la ocupación cayó (la tasa de empleo pasó de 58,9% a 57,8% en esos mismos períodos).

    Justamente, la situación del mercado de trabajo es uno de los puntos más problemáticos de la actual coyuntura, aunque la dinámica que se está observando es totalmente lógica y previsible. Como el propio gobierno señaló en el mensaje que acompañó la Rendición de Cuentas, en los últimos dos años se perdieron casi 40.000 empleos, y se espera que esa tendencia continúe en 2017 con una caída adicional de 0,4% en las personas ocupadas. La regulación del número de empleados es casi que la única variable de ajuste que le queda al sector privado para absorber el impacto del aumento de la presión tributaria formal y vía tarifas que impone el Estado, especialmente en un contexto donde la demanda es poco dinámica y los precios de venta de los productos no mejoran, particularmente a nivel de los sectores exportadores. Si el salario real no puede caer, entonces lo que seguirá cayendo será el nivel de empleo.