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    Dos goleadores singulares

    Nº 2085 - 20 al 26 de Agosto de 2020

    Los goleadores conforman una especie única dentro de los jugadores de fútbol. Lo que no quiere decir que exista una uniformidad en cuanto a sus rasgos definitorios, que permitan distinguirlos de aquellos que cumplen otras funciones dentro del campo de juego. Existe sí una misión específica, y común a todos los goleadores, que es la de encargarse —de un modo prioritario, aunque no exclusivo— de concretar en el arco adversario lo que sus restantes compañeros realizan en la cancha, para procurar derrotar al rival de turno. Tarea esta para la cual un goleador que se precie pone de manifiesto una gran variedad de recursos, que pueden llegar a coincidir con los de otros colegas, pero que suelen tener un sello personal o distintivo. Es que el gol puede llegar por vías muy distintas, que tienen que ver generalmente con las características físicas o técnicas de quienes tienen la obligación de convertirlos.

    Nuestra experiencia de tantos años nos ha permitido ver a muchos goleadores, tanto en nuestro medio como en otras canchas del mundo. Y podemos decir que todos y cada uno mostraron facetas propias, que los diferenciaban del resto, salvo la común condición de tener bien en claro cuál era su concreto rol dentro del equipo. No tuvimos el privilegio, por edad, de ver a algunos futbolistas de la época legendaria de nuestro fútbol, pero —por todo lo que se cuenta— existía una enorme diferencia entre la potencia de un Pedro Petrone, famoso por sacudir las redes con sus impresionantes remates de larga distancia, y la sutileza con la que el Maestro José Piendibene llegaba al gol dejando desairados a los zagueros y al golero del rival, con sus admirables fintas y amagues (el famoso gol al español Zamora es una prueba de ello). ¿O acaso eran comparables, al momento de definir, Spencer y Artime, no obstante tener ambos el arco entre ceja y ceja? ¿O Morena y Victorino, para situarnos algo más cercanos en el tiempo?

    Si elegimos referirnos a este tema en nuestra columna de hoy (habiéndose ya reanudado la disputa del torneo Apertura) es porque, a nuestro juicio, lo más relevante de estas dos fechas ya finalizadas —con el Clásico incluido— lo ha sido la ratificación de la vigencia de un goleador muy especial, como lo es el argentino Gonzalo Bergessio. ¿O hay alguien que pueda dudar que, si su fuerza y determinación no hubieran aparecido el pasado sábado en todo su esplendor, la continuidad de Gustavo Munúa en la dirección técnica de Nacional estaría por estas horas seriamente comprometida? Está claro que Nacional no fue más que River, y que los muy gruesos errores de su triángulo final le costaron un par de goles, tornándole “cuesta arriba” al tricolor el ulterior trámite del partido. Y en ambas oportunidades fue el “instinto asesino” del argentino, el que le permitió nivelar el tanteador parcial. Y cuando el empate parecía inamovible (entre otras cosas porque algún error arbitral impidió que River se pusiera otra vez en ventaja) el temperamento y el oportunismo de su número 9 le permitió alzarse finalmente con la victoria y trepar en la tabla de posiciones.

    ¡Curiosa historia la de Bergessio! Porque tras haberse convertido en una figura preponderante desde su llegada a Nacional, la acuciante crisis económica hizo que la flamante Directiva liderada por José Decournex, instalada a fines del año 2018, implantara una “economía de guerra”, que le hizo prescindir de una decena de futbolistas, y entre ellos —probablemente por su alto salario— también del delantero argentino, que venía de ser el goleador del Uruguayo y su mejor exponente en la temporada anterior (algo que en nuestra primera columna del 2019 calificamos como “…un error mayúsculo, pues no es fácil encontrar un sustituto de ese nivel.”) ¿Qué pasó luego? Que Nacional buscó y no encontró un delantero de categoría, y tampoco Bergessio recibió ninguna oferta tentadora; por lo que unos meses después volvió a vestir la casaca tricolor.

    Curioso también, porque su trayectoria como futbolista era (y es) tan larga como poco conocida. Cordobés de nacimiento, se formó en Platense, pasó luego al local Instituto y llegó a Racing en el año 2006. Desde allí: un año en el Benfica, su vuelta a la Argentina para defender a San Lorenzo y luego emigrar al Saint-Étienne de Francia; un ida y vuelta con el Catania de Italia; luego la Sampdoria y el Atlas de México; el retorno a su país para defender a San Lorenzo y a Vélez; y de allí finalmente a Nacional. Llamativamente no llegó a jugar más de dos temporadas en cada uno de esos varios equipos, a excepción del Catania, y tampoco fueron muchos los goles convertidos en ese largo y variopinto periplo.

    Y curioso, por último, por sus características físicas y futbolísticas. No es muy alto (1,79 cm) aunque se eleva bien y ha convertido varios goles de cabeza (el último justamente ante Peñarol, al reanudarse el Apertura). No es de físico exuberante (pesa solo 74 kg), pero igualmente demuestra una potencia poco común. De todos modos, sus facetas distintivas son su fuerte temperamento y su agresividad extrema dentro de la cancha, la que —según es fácil de apreciar— suele sacar de quicio a sus marcadores. No es pulido en su fútbol, quizás no pueda esperarse de él alguna fineza en la definición, pero sí que el gol llegue cómo sea, y en el momento que más haga falta. ¡Los 43 goles que lleva en Nacional así lo indican!

    Pero además de Bergessio, queremos ocuparnos de otro goleador —quizás con poco ángel y de perfil bajo— pero que viene rompiendo redes semana tras semana en el fútbol español. Aparecido en Danubio, Christian Stuani ya anunció sus posibilidades saliendo goleador de la temporada 2017-2018, para emigrar seguidamente al fútbol europeo. Tras un corto e inexpresivo pasaje por el Reggina de Italia, llegó al fútbol español jugando en varios equipos de media tabla. Tuvo luego un corto pasaje por el fútbol inglés, para recalar finalmente en el modesto Girona, al que con sus goles (ya lleva 60) está a punto de colocarlo sorprendentemente en el círculo superior. Siendo hoy el delantero uruguayo de mayor rendimiento de los que juegan en Europa.

    Forma parte desde fines del 2012 del actual proceso de Selección, habiendo participado en dos copas del Mundo (2014 y 2018) y en tres Copas América (2015, 2016 y 2019). Pero el destino quiso que, en ese extenso ciclo con la celeste, estuviera “taponeado” por dos excelsos atacantes como Suárez y Cavani, y que debiera oficiar de suplente de cualquiera de ellos, sin poder nunca “jugar de Stuani”, como lo hubiera merecido.

    Bergessio y Stuani. Dos goleadores de raza: aunque no sean de los que suelen aparecer en las luminosas marquesinas de los ídolos.