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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPor el presente mensaje, le envío la carta del magistrado francés Louis Joinet, como respuesta al “Comando Barneix”, el cual lo había amenazado de muerte como a otras 12 personalidades defensoras de los DDHH en Uruguay.
Agradeciendo la publicación de la misma, lo saluda a usted atentamente.
Carlos Wuhl
“Un comando secreto uruguayo amenaza de muerte al magistrado francés Louis Joinet”. Este es el desagradable título del semanario “Brecha” que me envió en estos días un amigo de Montevideo. Seguramente, para los ex torturadores uruguayos, la venganza es un plato que se come ¡(bien) frío! ¿Cómo habría podido imaginarme que, cuarenta años más tarde, un puñado de oficiales superiores jubilados, ex torturadores patentados, a los que yo había denunciado en esa época, recomenzarían con su triste pasado criminal enviando amenazas de muerte? Por este semanario me entero de que estoy amenazado de muerte, por: “Haber denunciado en Francia los crímenes cometidos por los militares durante la dictadura”. La verdad me obliga a reconocer, señores militares, pero sin ocultarme como ustedes que solo han tenido la valentía de cobijarse en el anonimato, que sus quejas son fundadas y que asumo totalmente la responsabilidad de mis actos. Sí, es cierto que yo hablé en un debate organizado en 2003 en París, acogido por el Municipio de la 3ª Circunscripción, para discutir sobre las desapariciones forzadas de Uruguay en el marco asesino de su tristemente célebre Plan Cóndor. Sí, es cierto que reincidí el 21 de mayo del 2013 participando, siempre en París, en un coloquio en el Senado sobre la práctica trágica de las desapariciones forzadas y de los vuelos de la muerte. Sí, es cierto que —sobre todo— manifesté mis críticas en Uruguay, en el marco de una misión que realicé en 1976, mandatado por la FIDH (Federación Internacional de Derechos Humanos) para investigar sobre los crímenes de la dictadura cívico-militar del dictador Juan María Bordaberry. Recuerdo aquel diálogo surrealista que tuve durante esa visita con el juez Silva Ledesma, que en paz descanse, el que se mantenía en posición de firme, y que presidía en ese entonces el Supremo Tribunal Militar. Yo le había pedido una audiencia que acabó mal. Cuando le mostré una lista de presos a los que quería visitar, me respondió cortés pero pérfidamente “¿Así pues que en Francia, querido colega, los jueces defienden a los terroristas?”. Le respondí con la misma cortesía que, de jurista a jurista, me asombraba que fingiera ignorar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma sin ambigüedad “que es esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de derecho para que nadie se vea obligado a la revuelta, como último recurso, contra la tiranía”. Y devolviéndole su “querido colega”, le dije: “Vea usted, no se trata de terroristas sino de combatientes de la libertad”. Por supuesto, quedamos en esas y sin añadir nada más, me indicó la salida. Hay que señalar que el último preso que figuraba en la lista que le había mostrado se llamaba José “Pepe” Mujica. Cuando la rueda de la historia gira nos reserva sorpresas insólitas: lo vi 40 años más tarde cuando, estando en Montevideo para participar en la Marcha del Silencio, me recibió para agradecerme. Entre tanto había pasado del estatuto de terrorista al de… presidente de la República. Pero, ¿quién se esconde detrás de este “Comando Barneix” y sus amenazas de muerte? Quizás haya una pista. En 1975, con motivo de mi misión por la FIDH, yo había investigado sobre el caso Aldo Perrini. Este militante, simple simpatizante del Frente Amplio, fue detenido en su domicilio en 1974 y trasladado al 4to. Batallón de Colonia, de triste memoria, donde fue sometido, como tantos otros, a terribles interrogatorios bajo tortura hasta la muerte. Ahora bien ¿quién estaba presente, según el artículo de “Brecha”, en la sala de interrogatorios? Un tal… Pedro Barneix en compañía de otros dos oficiales cómplices: José Puigvert y José Bodean. Con el regreso a la democracia, la Justicia comenzó algunas investigaciones contra ex torturadores, entre los cuales estaba... ese general Barneix. En 2015, cuando un policía fue a buscarlo a su domicilio para conducirlo a la oficina de la jueza encargada de su caso, pretextando ir a ponerse los zapatos, se ausentó un momento y… se tiró una bala en la cabeza. Su presencia en aquella sala de interrogatorios da que pensar, sin poder aportar pruebas por el momento, que son probablemente esos ex oficiales superiores quienes por espíritu de venganza y para presionar a la Justicia, se esconden, con otros cómplices, detrás de este “Comando Barneix”. Profieren sus amenazas con método graduado y seguramente con la finalidad de ejercer este tipo de presiones. A una lista en la cual figura mi nombre y el de otras 12 personalidades, dedicadas, por profesión o por voluntad, a la defensa de los derechos humanos, le sigue este asombroso comentario: “De esta lista se sorteará el nombre de tres personas que serán asesinadas si no cesan las investigaciones judiciales contra los militares. Se sorteará también el nombre de otras tres para ser ejecutadas, por todo nuevo suicidio que pudiera producirse”. Frente a sus amenazas, señores militares, yo me niego a dejarme llevar por el sendero del odio. ¿Por qué no tomar el de la poesía? Esperando llegar a su corazón como antídoto saludable, quisiera terminar compartiendo con ustedes este poema que compuse en memoria de una de las víctimas uruguayas del Plan Cóndor, nuestra querida Norma Scopise. Como el general Barneix, ella también quiso suicidarse. Pero no para huir de la Justicia sino de la tortura, la que la había hecho tanto sufrir, cuando la conocí después de una primera detención. Cuando una tarde vio al Ejército rodear el edificio donde vivía, se tiró por la ventana, ¡pero no murió! Su cuerpo deshecho fue recogido por una ambulancia del Ejército. Desde ese momento, pasó a integrar la cohorte de desaparecidos de ese terrible Plan Cóndor. Es en su memoria por lo que los invito a leer estas líneas que compuse para no olvidarla. “¿Era yo de Córdoba?/ De Dili o Jakarta/ De Concepción o Bogotá/ Me llamaba/ Me llamo Norma/ Yo era Yo soy/ Yo no soy más/ Yo no sé/ Yo no sé más/ Raptada, desaparecida/ con toda impunidad/ Víctima de un crimen/ Casi perfecto/ De lesa humanidad/ No ser más que la sombra/ De un crimen imprescriptible/ Desaparecida en los cielos/ De un vuelo de la muerte/ Misterioso/ Errante en este Palacio/ De salas en salas/ De Naciones en Naciones/ En compañía de la diáspora/ De esos rostros olvidados/ Invisible entre vosotros/ Pero presente a vuestro lado/ Gracias a quienes están vivos/ Por no olvidarme.
Carlos Wuhl