Es difícil encontrar en Brasil a alguien que conozca más de cerca el Mercosur que el ex embajador Rubens Barbosa. Por su experiencia como coordinador de la sección nacional del Mercosur en la Cancillería brasileña entre 1991 y 1994, este hombre entiende los códigos oficiales e intereses de los cuatro países que integran el bloque desde el momento en que el mismo era concebido. Y por su cargo actual de presidente del consejo superior de comercio exterior de la poderosa Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo (Fiesp), comprende la dinámica de negocios con que se nutre el comercio regional en estos días. Sin embargo, Barbosa parece haber perdido todo entusiasmo sobre el Mercosur que vio nacer: a su juicio, el proyecto de liberalización económica que estuvo en la génesis del bloque “hoy está prácticamente muerto”.
Barbosa cree que los cuatro socios fundadores del Mercosur han contribuido a la situación actual. Pero sobre todo apunta su dedo acusador hacia Buenos Aires, donde a comienzos de mes causó polémica al sostener que “Argentina será responsable por el fin del Mercosur”. También critica la política de “paciencia estratégica” que Brasil tiene sobre las trabas al comercio instaladas por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y sugiere que es hora de llevar el tema ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) o al sistema de solución de controversias del Mercosur. En lo que va del año, las exportaciones brasileñas a Argentina se redujeron 15% respecto al mismo período de 2011, informó la revista británica “The Economist” en su última edición. Esta caída es aún más pronunciada que la registrada en las ventas uruguayas al mismo país, que disminuyeron 10%.
Ex embajador brasileño en Washington y Londres, Barbosa argumenta que hay una “preeminencia de intereses políticos antes que intereses de política externa” en decisiones de Brasil sobre la región. Una de ellas, a su entender, es el ingreso de Venezuela al Mercosur a partir de la suspensión de Paraguay, apoyado también por Fernández y el presidente uruguayo, José Mujica. Aunque explica el razonamiento que pudo haber seguido el gobierno de Dilma Rousseff para aceptar esta polémica incorporación, advierte que la gran duda ahora es si el presidente Hugo Chávez va a cumplir con el Protocolo de Adhesión y abrirá la economía venezolana al bloque.
A continuación, extractos del diálogo que Búsqueda mantuvo con Barbosa, autor del libro “Mercosur y la Integración Regional”.
—Hace poco usted declaró que Argentina sería responsable por la desaparición del Mercosur. ¿Puede explicar por qué?
—Por las numerosas y crecientes trabas que Argentina pone a los productos de los países miembros del Mercosur. Esto no es compatible con el Tratado de Asunción ni el Protocolo de Ouro Preto. Choca contra las disposiciones.
—¿Esto no diluye la responsabilidad de Brasil en la situación actual del bloque?
—No exime a nadie. Ni a Uruguay, ni a Paraguay, ni a Brasil, ni a Argentina. Porque todos están tomando las medidas. Ahora todos aumentamos las excepciones de los aranceles externos comunes, de 100 para 200. Esto no excluye a nadie. Argentina está haciendo esto más que los otros tres, pero no excluye a nadie.
—El gobierno brasileño, al igual que el uruguayo, parece seguir una estrategia de evitar la confrontación con Argentina sobre estos puntos. ¿Es una política correcta?
—Esta política, que acá llaman de “paciencia estratégica” con Argentina, empezó hace mucho tiempo. Porque en Brasil después del gobierno de Lula la idea es que Argentina es crucial para ampliar la integración regional. Entonces las autoridades del gobierno de Lula y ahora de Dilma aceptan todo lo que hace Argentina. Esto es un incumplimiento del Tratado de Asunción. Estas medidas de trabas, licencias no automáticas, todo esto que está ocurriendo perjudica a los empresarios argentinos y brasileños sobre todo. Pero perjudica también a todos los empresarios de la región por la inseguridad jurídica y todo lo que pasa. Nosotros entendemos lo que pasa en Argentina, porque Brasil pasó por lo mismo en los años 80. Hubo dificultades cambiarias acá, control cambiario. Pero esto no justifica que las medidas sean tomadas contra los socios del Mercosur. Por eso dije que Argentina en el futuro va a ser responsabilizada por el comienzo del final del Mercosur. El Mercosur inicialmente previsto no era lo que es hoy, era un ejercicio de cuatro países para la liberalización, la apertura de la economía y la reducción gradual de las trabas. Ese Mercosur de los primeros años hoy está prácticamente muerto.
—¿A Brasil le está faltando liderazgo o mayor firmeza con Argentina?
—Falta voluntad política de todos los países para avanzar el proceso de integración. En relación a la política de Brasil con Argentina, el gobierno piensa que puede controlar la situación y postergar decisiones que podrían imponerse para defender el interés nacional. Sobre todo en la cuestión de las exportaciones y la defensa de empresas brasileñas. Pero por motivaciones políticas esto se posterga…
—¿Decisiones como cuáles?
—Como llevar a la OMC o al mecanismo de solución de controversias medidas que no están de acuerdo con el Tratado de Asunción. Esto es muy claro: si las medidas no están de acuerdo con el Tratado no puede ser. Pero no hay voluntad política para hacer esto.
—Al mismo tiempo el comercio intra-Mercosur ha crecido en términos absolutos. ¿No es una paradoja?
—No. Esto pasa a pesar del Mercosur. Porque las trabas impiden que el comercio aumente aún más. Lo que usted dice es verdad. Porque con 40.000 millones de dólares de comercio con Argentina, si no hubiera trabas de Brasil y de Argentina el comercio sería mucho más grande. El crecimiento del comercio entre los miembros refleja dos cosas. Primero, el dinamismo de la economía internacional: el comercio dentro del Mercosur creció al mismo tiempo que el comercio internacional de cada uno de los miembros crecía también. En segundo lugar, demuestra la capacidad de los exportadores de los países de enfrentar dificultades políticas impuestas por los gobiernos.
—En Uruguay muchos se preguntan qué interés puede tener Brasil para incorporar a Venezuela al Mercosur. Usted ha sido un crítico de esa decisión, pero ¿observa alguna ventaja para Brasil, algún “interés estratégico”?
—El razonamiento del gobierno actual y del gobierno de Lula está basado en una serie de puntos. Primero, desde el punto de vista estratégico esta es una adquisición importante porque el Mercosur pasa a tener un territorio que va desde la Patagonia hasta el Caribe. Segundo, desde el punto de vista de los empresarios brasileños si Venezuela cumple lo que está negociado en el Protocolo de Adhesión va a haber una apertura de mercado importante para todos nosotros porque ellos tienen que aplicar el arancel externo común, liberalizar la economía rebajando los aranceles. Y esto beneficia a todos los países. Ahora, hay una gran interrogante: si Chávez va a cumplir lo que está en el protocolo. Entonces, desde el punto de vista de Brasil, la manera en que se está haciendo el ingreso de Venezuela ahora es más voluntad política que otra cosa. Hay afinidades de los tres países con Chávez. Esto es evidente; toda la gente lo sabe. Ahora, Uruguay tuvo una participación importante en esta última reunión porque como siempre tiene una preocupación jurídica muy grande. Y Uruguay percibió que lo que estaba siendo hecho no estaba conforme a la letra de la ley, ni del Tratado de Asunción ni del Protocolo de Adhesión. Entonces cabe cuestionar la legalidad de lo que los tres gobiernos están haciendo. Esta es la posición de una parte del gobierno uruguayo: el canciller tiene la misma posición y el presidente junto con Cristina y con Dilma tuvo otra posición.
—La Cancillería brasileña siempre fue respetada por su profesionalismo y visión estratégica a la hora de conducir la política exterior del país. Pero algunos creen que los últimos episodios del Mercosur reflejan una creciente influencia política sobre Itamaraty. ¿Coincide?
—En algunas cosas sí, sobre todo con la política en relación a la región. No creo que esto incluya todos los temas y todas las regiones. Pero la preeminencia de intereses políticos antes que intereses de política externa está presente en algunas decisiones tomadas en relación a la región. Porque como dijo Astori en un artículo publicado acá, el Mercosur no es un ejercicio entre gobiernos. El Mercosur es un ejercicio de integración entre Estados. Entonces las consideraciones políticas están interfiriendo con esta visión.
—¿Qué podía haberse hecho mejor en la creación del Mercosur para evitar la situación actual?
—Evitar la politización que hubo a partir de 2003. Se politizaron todas las decisiones con Kirchner en Argentina y con Lula. Esto continúa. El Mercosur original no preveía un Mercosur político o social. La idea era un Mercosur de integración económica: comercial inicialmente, después con integración de las cadenas productivas. Nosotros tuvimos en algunos momentos grandes dificultades por las diferencias de tiempo entre las reformas en Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Esto creó problemas para la coordinación de políticas macroeconómicas. Pero todo esto hoy no existe más, porque nadie discute las cuestiones económicas. Discutimos solo políticamente algunas de las medidas económicas. Por ejemplo, el aumento del número de aranceles externos comunes con aranceles más altos. Esa es una decisión política y no técnica, porque no cabe dentro del Mercosur hacer esto. Todos los temas más importantes en discusión hoy son temas políticos, sociales.
“El problema más grande que tiene Brasil”
—Muchos critican la falta de competitividad de la industria brasileña frente a la producción china. Usted es consejero de la Federación de Industrias del Estado de São Paulo. ¿No hay también una responsabilidad de los industriales brasileños en la situación que atraviesa el Mercosur?
—No creo. Cuando usted habla de competitividad, nosotros en Fiesp estamos totalmente de acuerdo. La casi totalidad de las medidas para corregir esta pérdida de competitividad cabe al gobierno. Es la reforma impositiva, tributaria, el precio de la energía, la infraestructura, la cuestión de los puertos. Todo esto está en manos del gobierno. El sector privado está haciendo su parte. Los productos brasileños son muy competitivos hasta la puerta de la fábrica o la portera de la hacienda. Pero cuando salen hasta el puerto pierden competitividad por los impuestos y todo lo que significa el “costo Brasil”. La cuestión de la competitividad es el problema más grande que tiene Brasil hoy, y esto depende de acciones concretas del gobierno junto al Congreso para aprobar cambios estructurales en la economía.