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    El PRI, viejo “ogro filantrópico” de México, se apresta a volver al poder

    Las etiquetas cosechadas por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) a lo largo de sus siete décadas seguidas de monopolio del poder en México fueron diversas, puestas incluso por premios Nobel de Literatura. El poeta mexicano Octavio Paz lo llamó “ogro filantrópico” y el escritor peruano Mario Vargas Llosa lo definió como “la dictadura perfecta”. En el léxico popular mexicano prefieren aludir a la vieja dirigencia de esa colectividad que gobernó con prácticas autoritarias y corruptas hasta el año 2000 como los “dinosaurios”. Sin embargo, todo indica que tras un paréntesis de 12 años el PRI volverá al gobierno en México en diciembre de la mano de Enrique Peña Nieto, a quien los resultados parciales de las elecciones presidenciales del domingo dan como ganador.

    El cómputo oficial preliminar de votos en México señalaba ayer miércoles que Peña Nieto, un apuesto y telegénico político de 45 años, logró cerca de 39% de los sufragios contra 31% del candidato izquierdista Andrés Manuel López Obrador y 26% de Josefina Vázquez Mota, del gobernante Partido de Acción Nacional (PAN). Pero es probable que el anuncio oficial del ganador de los comicios demore algunas semanas en medio de disputas por los resultados. Aunque el presidente saliente, Felipe Calderón, y varios gobiernos ya saludaron a Peña Nieto como triunfador, López Obrador ha evitado hacerlo y pidió un recuento de todos los votos por sospechas de irregularidades y compras de votos. La autoridad electoral mexicana decidió recontar los sufragios de 54,5% de las urnas habilitadas, aunque sus funcionarios descartan que haya cambios significativos respecto al escrutinio preliminar.

    De confirmarse los resultados preliminares, el PRI verá limitada su capacidad de gobernar, sin una mayoría amplia en el Congreso que muchos de sus dirigentes anticipaban hace unos meses. Eso obligaría al próximo gobierno a negociar para conseguir cambios de fondo en la segunda mayor economía de América Latina.

    La gran pregunta que se abrió en México tras la elección es cuánto ha cambiado el PRI respecto al viejo partido que gobernaba a su antojo, amañaba elecciones, compraba periodistas y llegó a transar con el crimen organizado. Se trata de una duda esencial para un país sacudido por una “guerra” a los cárteles del narcotráfico que ha dejado más de 50.000 muertos en los seis años de gobierno de Calderón, y que aguarda reformas económicas importantes como la apertura del sector energético. “De la respuesta a esa pregunta va a depender la historia política de México en la primera etapa del siglo XXI”, advirtió Juan Pardinas, director general del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) un centro de investigación independiente en Ciudad de México. “Yo no (lo) tendría ahorita claro”, agregó en diálogo con Búsqueda.

    “Segunda oportunidad”

    Peña Nieto procuró despejar antes y en seguida después de los comicios la incertidumbre sobre lo que representa hoy su partido, que obtuvo “una segunda oportunidad” según sus propias palabras del domingo a la noche, cuando se proclamó vencedor. “Vamos a honrar esa oportunidad con los resultados, con una nueva forma de gobernar, que se encuentra de acuerdo con las realidades del México del siglo XXI”, sostuvo. “Somos una nueva generación, no vamos a volver al pasado”.

    Sin embargo, el propio Peña Nieto es una incógnita en varios aspectos. Graduado en derecho y master en administración de empresas, su campaña electoral evitó darle una orientación ideológica clara y lo exhibió más bien como alguien pragmático que firmaba frente a un escribano promesas de proyectos puntuales, la misma estrategia con la que alcanzó en 2005 la gobernación del estado de México, el más poblado del país con 15 millones de habitantes.

    Tres años después de la muerte de su primera esposa, con la que tuvo tres hijos, Peña Nieto se casó en 2010 con Angélica Rivera, una popular actriz de telenovelas que hizo campaña activa por su marido. Sus críticos señalan que esto, junto a millones de dólares invertidos en publicidad, permitieron al candidato priista contar con una cobertura favorable de Televisa, la principal red de TV del país, la misma que llevó a la fama a Rivera.

    De peinado lustroso, sonrisa blanca e impecablemente vestido, Peña Nieto tuvo menos votos que el cerca de 50% que le atribuían algunas encuestas al comienzo de la campaña. Pero aparece como ganador a pesar de las revelaciones de amantes e hijos que tuvo fuera de su primer matrimonio, las manifestaciones juveniles en su contra y su falta de respuestas cuando le preguntaron por un libro favorito o cuando le consultaron por el precio de la tortilla. “Tiene una gabardina con triple teflón”, comentó Pardinas.

    ¿Dos partidos?

    Pardinas advirtió empero que Peña Nieto “entiende cómo funciona la política y el poder”. A su juicio, la hora de la verdad sobre el rumbo del próximo gobierno mexicano llegará pronto, con la definición de su gabinete y comisiones legislativas, que permitirán saber “cuál es el respeto a la libertad de expresión (y) a las instituciones autónomas”.

    Esto alude a la aparente dicotomía dentro del PRI entre una nueva generación más tecnócrata de dirigentes y la vieja guardia de “dinosaurios” que muchos creen que se refugió detrás del candidato atractivo.

    A pesar de su promesa de renovación, Peña Nieto ha reivindicado la obra social y económica de su partido en el pasado y es primo de Arturo Montiel Rojas, quien lo impulsó en la política y en 2005 desistió de sus propias aspiraciones de ser candidato presidencial priista en medio de dudas sobre propiedades adquiridas en el exterior, aunque fue exonerado de una investigación por presunto enriquecimiento ilícito. Otros dirigentes del PRI, incluido su presidente hasta diciembre, han sido acusados recientemente de delitos de corrupción. Y ahora han resurgido las denuncias de compras de votos a la vieja usanza, que Peña Nieto rechaza.

    Luis Rubio, analista del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), una institución independiente en Ciudad de México dedicada a temas económicos y políticos, cree que en un próximo gobierno de Peña Nieto habrá una mezcla de “dinosaurios” y “tecnócratas del primer mundo”, pero la nueva generación tendrá las riendas del poder. “Es el mismo PRI pero con personajes de otra edad, que tienen un reconocimiento de que el pasado es el pasado y ya no puede ser. No es que quieran una democracia perfecta o una economía de mercado perfecta. Pero tampoco son personas que vivan aisladas del resto del mundo”, explicó.

    “La maravilla”

    La lista de desafíos que enfrentaría Peña Nieto es amplia y tiene la seguridad como asunto urgente. Durante la campaña, el candidato habló de reducir la violencia en las calles, pero al igual que sus rivales fue poco específico sobre sus planes. Aunque el domingo en la noche afirmó que la lucha contra el crimen continuará, muchos creen que el próximo gobierno podría dedicarse más a proteger a la gente ordinaria en lugar de priorizar la confrontación con los cárteles de las drogas como hizo Calderón apelando a los militares. “Son cambios relativamente en conceptos, pero enormes en implicaciones”, dijo Rubio, columnista del diario “Reforma” y editorialista frecuente de periódicos estadounidenses como “The Washington Post” y “The Wall Street Journal”.

    La economía mexicana también presenta retos importantes a pesar del crecimiento de 3,9% de 2011, superior al de Brasil. Peña Nieto adelantó que buscaría abrir el monopolio petrolero estatal Pemex al capital privado. Eso, al igual que los posibles cambios en materia fiscal, laboral y de competencia en otras áreas, demandará al próximo gobierno acuerdos políticos para sumar los votos necesarios en el nuevo Congreso, que asume en setiembre. Si lo consigue, es probable que eso también ayude al PRI a mostrar una cara más democrática y menos autoritaria que en el pasado.

    “El reto más grande va a ser conformar una coalición legislativa”, definió Rubio, que cree que Peña Nieto ya debe estar abocado a conseguir un pacto estable de gobierno con el PAN. “Esa es la maravilla de esta elección. El riesgo era que hubiera lo que en México llamamos ‘carro completo’, que un solo partido tuviera todo. Con esto le obligan a negociar, lo que implica acuerdos de más largo plazo”.