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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEs pública y notoria la triste interna por la que transita el partido de Rivera y Batlle y Ordóñez. Los golpes recibidos en octubre y en mayo hicieron estremecer los cimientos de la vieja colectividad que creía, y creíamos, iba recuperándose de aquél inolvidable 2004.
Siempre han existido y seguirán existiendo las rencillas intestinas entre sectores y líderes, pues es parte de la vida democrática de los partidos políticos; las hubo en tiempos de Don Pepe Batlle, en tiempos de Brum, en tiempos de Don Luis y en la historia reciente. Pero, y he aquí el punto en el que deseamos hacer hincapié, prevaleció por encima de todo el interés supremo del partido, entendido como herramienta que encarnaba el sentir popular y por medio del cual se lo representaba. Había muchísimas diferencias que hacían al bullicio movilizador, por el que se plasmaban posturas del país y del mundo, visiones que corrían por distintas sendas, para alcanzar el mismo objetivo regido por principios y valores rectores, que se encontraban por encima de aquéllas necesarias divisiones y que las unía en pos del ideal: la república.
Quizás estarán pensando que añoramos un pasado del que no formamos parte por un lógico tema generacional, pero quienes hemos leído incansablemente la historia de nuestro Uruguay, y de nuestra colectividad, no podemos, por cuestiones morales, prescindir de aquél legado magnífico que hombres inigualables nos obsequiaron y faltaríamos a su memoria y a todos los esfuerzos realizados por dejarnos un mejor país.
Siempre hemos sido respetuosos de las ideas ajenas y hemos sostenido que por más disgustos que tengamos, debemos permanecer en el seno de nuestro partido y defenderlo desde la trinchera que nos toque, por gracia del destino; hemos silenciado diferencias, por considerarlas pequeñas, ante la empresa con la que comulgamos; sostuvimos y lo hacemos aún, que la disciplina partidaria es necesaria, hasta que choque con el único muro por el que no debe pasar: nuestros principios y moral; hemos prometido en nuestra primera juventud defender al partido de Rivera y a las ideas de Batlle como credo adquirido y por entenderlos a ambos como mejores medios de colaborar con el engrandecimiento de nuestra patria.
Por ello, tenemos la obligación personal, y sabemos que también lo hacemos en nombre de muchos correligionarios, de levantar una voz de protesta por el atroz camino que le están obligando a transitar a esta honorable y gloriosa unión de hombres y mujeres libres, que se llama Partido Colorado.
Éste es responsabilidad de todos sus feligreses, pero lo es más de los que ostentan por decisión de sus iguales la dirigencia del mismo.
El negarnos a una autocrítica, golpeando la puerta y retirando el apoyo obligado en favor de colectividades ajenas a nuestra prédica; el no concurrir a las urnas en ciertos departamentos, debilitando una unidad que debe permanecer por cuestiones de orden, que nunca significará sumisión, negando de ese modo el mayor de los logros de Don Pepe Batlle, que es la opinión del pueblo; el no aceptar y desdeñar a los liderazgos que surgieron de la voluntad popular; el no haber hecho funcionar a pleno en todo el territorio nacional a los órganos partidarios, emblema de nuestro credo donde habita la historia de la libertad; y por sobre todas las cosas, no aprender de los clarísimos ejemplos que nuestra historia nos ha brindado de diálogo y negociación para limar asperezas dentro de casa, nos demuestra que, de manera soberbia e irracional, le hemos venido dando la espalda a nuestro propio ideal.
Respetamos a nuestros líderes; eso incluye el derecho que tenemos de advertirles primero, y exigirles después, que pongan sus barbas en remojo y dignifiquen el mandato que las urnas les otorgó; al mismo tiempo, les debemos lealtad, pues si los consideramos aptos en la victoria, nada justifica nuestro rechazo en la derrota, entendida como una mala jornada electoral y nunca como un fracaso en la lucha.
Los sabemos hombres de bien, por lo que les recordamos que su compromiso es a través del partido, con su país. Tenemos fe en ellos, pero también la tenemos en las futuras generaciones que ya asoman a requerir el lugar que por derecho les corresponde.
Esta vieja colectividad ha demostrado saber superar vicisitudes y tormentas fuertísimas al frente del timón del gobierno; ha esquivado golpes y colisiones históricas que, por su espíritu republicano, le ha permitido perdurar por más de 170 años. Por eso, estamos convencidos de que las angustias de hoy son pasajeras y no dudemos los colorados que, como lo dijo el rey Salomón, esto también pasará.
Dr. Adrián Báez
Edil Partido Colorado
Salto