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    El Partido Nacional

    Sr. Director:

    Los cambios. En las elecciones del ‘84 y ’89, la izquierda uruguaya tuvo alrededor del 17% de los votos emitidos en ambas oportunidades. Los partidos tradicionales sumaron el 60% en el ‘84 y el 57% en el ‘89, variando entre sí, lo que posibilitó las victorias de cada uno.

    En 1990 comenzó una nueva etapa de la vida del Partido Nacional. Nadie podía suponer el triunfo del Dr. Lacalle antes del desenlace de la vida del caudillo Wilson Ferreira, lo que facilitó la candidatura y triunfo de un candidato esencialmente distinto al perfil predominante hasta ese momento. Un partido que venía de “Nuestro compromiso con usted” dos elecciones antes, con propuestas revolucionarias y un fuerte enfrentamiento con la dictadura y la derecha uruguaya en la salida del régimen de facto.

    La posición de Ferreira con la “ley de caducidad” atenuó ese perfil e hizo el terreno fértil al nuevo candidato.

    El cambio de rumbo se puso en discusión en las políticas del nuevo gobierno, principalmente en lo que tiene que ver con la política económica, lo cual generó un gran enfrentamiento dentro de las filas nacionalistas. Y comenzó también otro tiempo en el gobierno de la vida partidaria, donde cada vez menos, hubo lugar al disenso.

    Ese cambio radical en la línea de las políticas, más las denuncias de corrupción, más la política de unanimidad, marcó el inicio de una nueva etapa: un cambio del perfil político y un declive electoral histórico. Los dirigentes de la mayoría partidaria en ese período no tuvieron la actitud desprendida de poner el partido por encima de los sectores, ni respetaron las ideas de la minoría. Y la minoría se dividió entre quienes en su convencido accionar fueron funcionales a la estrategia hegemónica de la conducción lacallista y los que sin abdicar de sus creencias y su discurso, fueron arrinconados contra los límites del partido con distintos destinos posteriores. Nadie tuvo la estratégica visión de abrir el abanico, para considerar y contener a todos.

    El Partido Nacional perdió entre el ‘89 y el ‘94 132.606 votos y el sector que encabezó el profesor Carlos Julio Pereyra (que fuera el sector continuador del discurso “acefeista” y el más radical en la posición política en el periodo ’84-‘89), que aportó 218.656 votos al triunfo del Dr. Lacalle, en la siguiente elección obtuvo 65.666 voluntades, 152.990 votos menos que en la elección de 1989. Se perdió el 70% del apoyo obtenido antes de iniciar el gobierno de su partido.

    La crisis capital que se dio en el seno del Movimiento Nacional de Rocha, con protagonistas como el senador Manuel Singlet y el intendente Rodolfo Nin, contrarios desde el inicio del gobierno a varias medidas de la política económica, críticos con mayor énfasis aún en casos como el del Banco Pan de Azúcar, lo cual tuvo su punto de ruptura ante la declaración de “asunto político” de la “ley de empresas públicas”. Se sumaba a la discrepancia interna la política de unanimidad partidaria y el desconocimiento de las posiciones asumidas ante la ciudadanía por la minoría. Como si los dirigentes tuvieran un cheque en blanco de la opinión de los ciudadanos.

    Y siguió. En 1999 fue candidato el Dr. Lacalle de Herrera y el Partido Nacional sufrió una nueva caída. Esta vez de 154.404 votos que, sumados con la de la elección anterior, llegaron a 287.010 voluntades emigradas.

    El Partido Nacional bajó de un 32,29% de los emitidos en el ‘89 a un 20,19% en el ’99; la izquierda creció del 17,64% al 36,31% de los votos emitidos; y el Partido Colorado del 25,17% al 29,67% en el mismo período.

    Es sintomático que en el 2004, con la candidatura de Jorge W. Larrañaga, se recuperaron 285.759 voluntades, lo cual equivale a la suma de los perdidos en las dos elecciones anteriores. Y aún más notorio cuando en el 2009, con la candidatura de Luis Alberto Lacalle de Herrera, se volvieron a perder votos, esta vez 94.797.

    El quiebre más importante fue en el ‘94. Porque no sólo se fueron por antipatía con un candidato, o simpatía por otro; se fueron porque pensaban diferente. El Partido Nacional cambió su perfil, cambió su discurso, se apartó de los asuntos sociales, se fue encerrando en una élite que priorizó la gestión por encima de las necesidades de la gente. Hoy solamente puede aspirar a pelearle votos a los demás partidos de la actual oposición. Perdió la mística del ala “acefeista”, perdió el posicionamiento creíble de preocupación por los problemas sociales, por los más indefensos y se transformó en un partido que expresa casi siempre lo que quieren escuchar los poderosos y no es creíble para la mayoría de los sectores populares.

    No alcanza con repetir lo que la izquierda hace mal. Hay que mostrar una alternativa admisible. Mientras tanto, siempre la izquierda va a tener más credibilidad entre los sectores más populares. Mientras sea Carrasco y Punta Gorda contra La Teja y Rincón del Cerro, no hay chance. Esa imagen está metida en la “placa madre” de la cabeza de la población y no tiene otro remedio.

    Se viene la época del próximo cambio. Es ineludible. El Partido Nacional tiene una generación formada en la escuela de “Nuestro compromiso con usted”, militantes de los años ‘80 que ven las políticas del gobierno con el lente de las urgencias sociales, no sólo con el de la calculadora de la gestión. Hay material humano. Hay dirigentes que están golpeando las puertas de la dirección partidaria por sus méritos. Por su apoyo popular. Porque son creíbles. Y además los avala su trayectoria.

    Lo primero que tiene que cambiar es la política de unanimidad partidaria. Lo demás vendrá solo.

    Jorge Zeballos Pereira

    CI 3.425.849-1