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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa primera pregunta que cabe es si existe un “modelo” frentista, que proponga un modelo concreto de sociedad, de prosperidad personal y colectiva para el pueblo uruguayo. No existe tal modelo. Existen titulares y frases edulcoradas con las que resulta imposible estar en desacuerdo: “país productivo”, “que pague más el que tiene más”, “la salud como derecho humano fundamental”, “educación, educación y más educación”, “crecimiento con justicia social”, pero una definición concreta de sociedad para el pueblo uruguayo el FA no la tiene y lo que es peor, no es capaz de elaborarla.
El documento Estrategia Política hacia el 2020 (revisado al 22/12/2017) que está en la página en Internet del FA, señala en su Presentación: “El agotamiento del modelo de país sostenido por los partidos tradicionales…” sin caer en la cuenta de que el presente de nuestro país es una mala copia de aquel modelo de país en el que había mejor educación, menos impuestos, más seguridad, menos violencia y todos los uruguayos podíamos asistirnos en un centro de salud, por si alguien ha creído la mentira oficial que antes del SNIS no había cobertura universal de salud en Uruguay. Pero esta mala copia de nuestra realidad nacional tiene una diferencia sustancial con la anterior: es mucho más cara.
Ese discurso refundacional de que la historia del país comenzó en 2005 y que lo que hoy no funciona es culpa de nuestro pasado prefrentista, ya nadie lo cree. Esa invocación a un pasado cada vez más lejano y culpable de todo lo malo del presente, se presenta como el último recurso de algún integrante del gobierno, que al expresarlo hasta parece adoptar una posición actoral para superar el trance.
En diversos pasajes del documento antes citado, el Frente Amplio demoniza la globalización, el neoliberalismo (que ya nadie puede explicar qué significa) y el capitalismo, como fuente de todos los males que aquejan al ser humano. Nos guste o no, nunca la sociedad avanzó tanto y el hombre conquistó tantos derechos y bienestar como en la era capitalista. El mercado no es un instrumento perfecto, la globalización no asegura la igualdad de oportunidades y el capitalismo ha generado sociedades con múltiples situaciones a corregir, pero los integrantes del Frente Amplio siguen aferrados a una concepción de sociedad idealizada, llámese comunismo o socialismo, que el mundo y la realidad han dejado atrás. Basta comparar la evolución de Cuba y de China en los últimos 30 años.
El problema no es que un conjunto de dirigentes políticos añoren la época en que eran adolescentes y arreglaban el mundo alrededor de un mate, tomando como verdades absolutas postulados que el tiempo derribó junto con el Muro de Berlín. El problema es que siguen pensando que ese mundo existe y no pocos de ellos viven en su propio mundo paralelo, donde en Venezuela hay un gobierno democrático y en Argentina un dictador.
Esta confusión individual tiene diferentes grados de evolución. Algunos han comprendido que hay cosas que hay que aceptar porque el mundo evoluciona en un sentido que Uruguay no puede modificar. Otros, administran con dificultad el deseo de que el capitalismo resulte funcional a los proyectos socialistas de su juventud. A este grupo no les va muy bien en su intento, si tenemos en cuenta cómo ha evolucionado en Uruguay la distribución del ingreso y que el año pasado fue récord en venta de ciertos artículos suntuosos. Luego están los que viven en ese mundo paralelo donde hay que “profundizar los cambios”, que, en puridad, significa ir hacia una sociedad comunista, cuando la humanidad toda viene transitando ese camino en sentido contrario, sin que se planteen el más mínimo cuestionamiento, quizá porque eso significaría un balance de vida con resultado trágico e imposible de revertir.
Entre estos últimos podemos encontrar a la casi totalidad de la dirigencia del PIT-CNT, que poco favor le han hecho a los tres gobiernos del Frente Amplio al aceptar obsecuentemente sus políticas y decisiones puntuales. El primer campanazo que despertó la modorra oficial de más de una década ha sido la movilización de los productores rurales, que descolocó a un gobierno que hasta este momento solo es enfrentado por una oposición a la que simplemente ignora.
El tener la aprobación incondicional del sindicalismo ha tenido una consecuencia trágica para el gobierno, pues le ha otorgado una comodidad que lo privó de la autocrítica, la revisión de sus actos y examinar de qué forma ser mejores y, sobre todo, obligarse a gestionar mejor. No se obtienen resultados y los pocos que se obtienen se los presenta aumentados y sin exponer el costo que han significado para la sociedad toda. Se hace poco más, lo mismo o menos, pero con muchos más recursos. La ineficiencia es la protagonista silenciosa y constante en los gobiernos del Frente Amplio.
Pero lo realmente preocupante es lo del principio. Si tanta inoperancia y condescendencia tuvieran una finalidad superior, un rumbo cierto, que contuviera una definición del tipo de economía a impulsar, si existirá o no el derecho a la p ropiedad, si se apuesta a una convivencia entre ciudadanos de diferentes clases sociales o si permanecerá el modelo de confrontación que se postula desde los documentos oficialistas, si alguien supiera en concreto cuál es el modelo de país y de sociedad al que quiere llegar el Frente Amplio, tal vez podríamos tolerar tanto desacierto en la gestión de gobierno, apelando a aquella frase de “lo importante es la intención”.
No hay un modelo de país para el Frente Amplio o tal vez si preguntamos a cien dirigentes, tengamos cien respuestas distintas. Por eso no se discuten estos temas y por eso se instala cada vez con más fuerza que el país no tiene rumbo. Ha fracasado un modelo de país que nunca nació.
Hugo Odizzio
CI 1.313. 592-7