Nº 2086 - 27 de Agosto al 2 de Setiembre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl 2020 será un año que muchos querrán borrar de sus registros por lo duro y difícil. Para una cantidad de uruguayos es un año de zozobra, penurias y muchas incertidumbres sobre el futuro. Los sectores vinculados al agro fueron los que se la llevaron mejor con la pandemia, ya que el campo y la producción de alimentos no puede parar. Casi no lo hizo en ningún lugar del mundo y tampoco en Uruguay.
Ese saber que lo que alimenta a los uruguayos y uno de los motores de la economía seguía funcionando, pese a todo, era de las pocas cosas a favor que tenía el gobierno entre sus opciones. Lógicamente que un brote que cerrara a la industria frigorífica era un tema de máxima preocupación, pero se logró (hasta ahora) manejar el problema. Y el agro como conjunto se supo adaptar a la nueva normalidad. No solo se pudo sembrar casi todo lo previsto de invierno, sino que ya se mira con esperanza el futuro de los cultivos de verano.
Naturalmente las autoridades entrantes tienen por delante el enorme desafío de ordenar una casa con falta de directivas y orientación estratégica hacia las cosas esenciales del país. Dentro de los elementos clave está el mejorar la estructura de contención de riesgos agropecuarios del Uruguay, tarea nada sencilla, entre otras cosas, por la falta de información en un país que se dice agrícola. Lógicamente, nadie quiere gastar de más en cosas que no tengan retornos claros, pero gestionar mejor los riesgos debería ser una apuesta estratégica, y tanto más cuanto menos amigable sea el clima para el futuro.
Julio y agosto transcurrieron como meses muy fríos y con lluvias por debajo de lo normal para la época. Nada que alarme aún, pero empieza a correr la ansiedad cuando fallan las lluvias y se empiezan a necesitar para levantar un poco el estado de los cultivos, que tienen casi su potencial intacto de dar muy buenos rindes. ?Del lado comercial tenemos la suerte de que los precios de todos los granos están en muy buenos niveles, producto de un dólar muy bajo y de un comercio que logra volver a niveles prepandemia, especialmente a través de China, que está comprando mucha soja al dejar atrás su problema con la peste porcina. En el trigo, la falta de lluvias en Argentina, las heladas en Brasil y Paraguay seguramente nos darán la mejor perspectiva en años para el principal cereal de invierno. En cebada los precios están muy próximos a los US$ 200 por tonelada, lo cual da un excelente panorama si se logran concretar buenos rendimientos.
La ansiedad llega con el verano. Estamos cortos de agua y, conforme los días se alargan y las temperaturas aumentan, la demanda de los cultivos se hace mayor, entre otras cosas porque crecen y necesitan más agua para sus funciones vitales. Si el régimen de lluvias sigue escaso, empieza el compromiso productivo. Y luego llega la primavera y el verano, que es donde realmente se juega el partido del grueso del resultado agrícola. Un año seco que recorte mucho la producción puede ponernos en aprietos.
Sin embargo, el año malo en el clima para el Mercosur puede ser un motor importante para los precios de la soja y el maíz en el mediano plazo. El lector me podrá decir que es contradictorio porque puede ser difícil de captar una suba de precios si no hay qué vender. Pues resulta que, en el caso de la soja, la composición del precio puede hacerse de vender solo el grano físico, pero también de operar en la bolsa y saber cómo lograr captar esa suba de precios para apalancar el resultado. No podemos hacer aparecer kilos que recorten una sequía, pero sí podemos apalancar el precio (tiene sus riesgos, pero es manejable) para lograr un mejor resultado.
Los precios de momento no son un problema y esperamos que no lo sean en el corto plazo. El mayor dilema es nuevamente qué hará EE. UU. en sus elecciones este noviembre. Si gana Donald Trump, es un escenario mucho más incierto que lo que pueda ser el conflicto con China, que solo afloja en el comercio mientras que se deteriora en todo lo demás. Y el clima será el determinante de cómo nos vaya. Ojalá que las cosas sean menos complicadas de lo que dicen los pronósticos para la primavera y el verano.
(*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.), asesor privado y profesor de Agronegocios en la Universidad ORT