Nº 2167 - 24 al 30 de Marzo de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEs verdad: no sé cuántos tangos han sido escritos y grabados hasta hoy. En alguna parte debe estar ese dato. Ahora me basta sugerir que desbordaría cualquier número por exagerado que pareciese si alguien lo lanzara al conocimiento común. Pero a partir de ahí aparece un aspecto peculiar y por cierto polémico que, una vez investigado, nos deja frente a revelaciones para muchos inesperadas.
Estoy cansando de escuchar que la ingesta de alcohol es una singularidad, destacada y general de las letras de tango, que ha perdurado en el tiempo. Pues no es así; claro, quizás encontremos —y no pienso en quienes desprecian esta música popular y le arrojan cualquier argumento para desacreditarla— entendidos y amantes del tango que han ignorado un detalle: la confusión anida en que el protagonismo del alcohol está presente, sí, en unos cuantos temas de gran popularidad, indiscutida calidad y permanencia inconmovible en el gusto de la gente.
Mi hipótesis se apoya en un trabajo de varios jóvenes estudiantes de historia argentinos, publicado en una revista especializada, que creen haber agotado la recorrida por toda la poesía tanguera para destacar, pese a que admiten puede haber más obras, los casos indebatibles y sus principales características. Vale la pena precisar que solo son algunos de los ejemplos más notorios.
Comienzan, obvio, por Mi noche triste, de Pascual Contursi, aceptado como el primer tango canción, para ellos una suerte de “subgénero dedicado a contar una historia”. El protagonista se emborracha para olvidar un amor sin describir la clase de alcohol que ingiere.
Sigue La copa del olvido, de José Ricardo y Guillermo Barbieri, otra magistral interpretación de Gardel de un tango de dos de sus guitarristas. El hombre entra en crisis emocional por un desengaño, piensa en lo peor, pero termina yendo a un boliche, donde varios veteranos lo consuelan a través de la bebida, otra vez innominada.
En Tomo y obligo, de Romero y Gardel —y seguimos en la mejor etapa del Mago—, surge otro inesperado desapego de amor, el varón se refugia dramáticamente en el alcohol; aquí es posible sospechar que se trata de vino, porque lo sugieren las imágenes de la película en que se cantó este tango.
Caso complicado es el de Tabernero, de Costa Oliveri, Frontera y Cafre, en que el traicionado por una mujer le pide al cantinero que “le siga llenando la copa con su maldito veneno”, de donde solo puede inferirse que se trata de algún brebaje menos popular y propio del lugar o una inesperada metáfora sobre un vino común de mala calidad.
La última copa, de Canaro y Caruso, tampoco define ese alcohol intenso y definitivo que el protagonista usa para dibujar ante los amigos su trágico final: Es la última farra de mi vida, / de mi vida, muchachos, que se va…
En Los mareados, excepcional tango de Cobián y Cadícamo, el poeta se limita a armar una escena casi insólita: el hombre y la mujer, cuyo destino está definido por la separación, beben juntos en una especie de ceremonia de celebración del amor que los unió y no volverá.
No es posible olvidar, aunque la indefinición del alcohol persista, a Canzoneta, de Lary, y a Esta noche me emborracho, de Discépolo, donde, de todos modos, queda la idea de que se habla de vino. Hasta que llegamos a tangos que son más precisos con la descripción de la bebida.
En los versos de Destellos, de Canaro y Caruso, aparece una bebida que fue habitual en los círculos tangueros de los que participaban “niños bien” y gente de la burguesía, fuesen cabarés o teatros: Para ahogar hondas penas que tengo, / que me matan y que no se van, / yo levanto temblando en mis manos / esta copa de rubio champán…
Luego está Pucherito de gallina, de Medina y Rivero, donde la descripción, celebratoria, es incluso adjetivada por si acaso: Pucherito de gallina / con viejo carlón…
Y llegan los más precisos.
En el conmovedor La última curda, Cátulo Castillo introduce, en su poesía surrealista y elevada, una bebida que solo se nombra en este tango: el ron. Y finalmente está el único tema que lleva título de bebida: Whisky, de Héctor Marcó.
Cierro con algo que no tantos saben. En 2013 murió un flaco, desgarbado y creativo compositor y cantor outsider, de revelador apellido: Héctor Francisco Whisky, Nacho, que tanto transitaba el rock y el pop como tangos de Juan de Dios Filiberto, Enrique Cadícamo o Aníbal Troilo.