N° 2061 - 27 de Febrero al 04 de Marzo de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáFinalmente, después de una larga transición, el próximo domingo 1º de marzo se formalizará el cambio de gobierno y Luis Lacalle Pou asumirá la conducción de los destinos de Uruguay por los próximos cinco años.
Más allá de que el mandato de Lacalle Pou será por sesenta meses, parece claro tanto por motivos políticos como económicos que será en este año 2020 donde se definirá la mayor parte de la suerte del gobierno entrante.
Desde el punto de vista económico, la magnitud de los retos que enfrenta la nueva administración es muy significativa y no habrá espacio para ninguna “luna de miel”. Es necesario actuar de inmediato si es que se quiere enviar señales claras de que se pretende revertir la dinámica negativa de escaso crecimiento, pérdida de empleo, caída de la inversión, ampliación del déficit fiscal y crecimiento de la deuda pública, pérdida de competitividad y rentabilidad, y estancamiento y caída de las exportaciones de bienes y servicios, entre otros aspectos negativos.
Dado que en la campaña electoral se dijo reiteradamente que las medidas para reducir en US$ 900 millones el gasto público estaban estudiadas y eran posibles y que los socios de la coalición multicolor comparten la necesidad de una fuerte austeridad, sería fundamental tomar rápidamente acciones en ese sentido.
Es de suponer también que en el marco de la política de austeridad que tantas veces se ha proclamado, el nuevo equipo económico encabezado por la economista Azucena Arbeleche tendrá delineados los lineamientos para el nuevo presupuesto quinquenal de gastos. Ese articulado debería ser el instrumento básico para cortar en el próximo quinquenio con la inercia de permanente crecimiento del gasto público de los últimos 15 años, con el objetivo de darle un mínimo de credibilidad al prometido “afloje de la cincha” sobre el sector privado prometido en la campaña elctoral.
Si el próximo presupuesto quinquenal es la clave para poner bajo control el gasto estatal y la dinámica de la deuda pública, la reforma de la seguridad social es fundamental para el mediano plazo, y debería ser encarada y terminada en este año también. Y en este tema, como en casi todos, no se trata de volver a inventar la rueda. Se trata de tener la valentía política para reconocer que ni los sistemas de reparto ni los de capitalización ni los mixtos pueden ofrecer los beneficios que históricamente brindaron, debido a que la realidad demográfica y de tasas de interés así como las previsibles para las próximas décadas los vuelven inviables.
La rápida reversión del “atraso cambiario” es otro tema que no podrá esperar mucho tiempo, especialmente teniendo en cuenta el acelerado deterioro que se viene dando en el contexto regional e internacional.
La desindexación de la política salarial (dentro de los primeros seis meses del próximo gobierno vencerán 149 de los 227 convenios que están vigentes) también será clave para que defina el nuevo gobierno, por más tensión y conflictividad social que se pueda desarrollar. A esta altura ya debería ser evidente para todos, incluso para el PIT-CNT, que mantener los actuales niveles de salario real es imposible ante el deterioro del contexto regional e internacional. Si se quiere persistir en ese objetivo, la destrucción de empleo será mucho más acelerada en el futuro.
Dentro de todos los problemas económicos, la inflación debería ser lo que menos preocupe al nuevo gobierno, más allá de que cuanta más austeridad se aplique en el gasto público y mayor desindexación se consiga en la política salarial, mayor será la chance de que no supere los dos dígitos en el contexto de ajuste de precios relativos que deberá procesarse en 2020.
En definitiva, desde el punto de vista económico el nuevo gobierno enfrenta un panorama complicadísimo, tanto debido a la “herencia” recibida (que sería tonto no explicitar en detalle) como por el acelerado deterioro del contexto regional e internacional. “Hacer la plancha” no es opción, estos últimos cinco años ya fueron suficientes. Hay que actuar, “es ahora”. Ojalá que así sea y que Lacalle Pou y los socios de la coalición multicolor recuerden aquello de “no guts, no glory” (sin agallas, no hay gloria). Por el bien de Uruguay, que tengan además toda la suerte del mundo, porque la van a necesitar.