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Pocos años plantean escenarios tan contrastantes como el de 2020. Desde movimientos extremos de precios hasta cambios abruptos en el clima, este año será recordado por ser una bisagra que nos rememoró nuestra fragilidad como especie que gobierna este mundo.
Cuando a comienzo del año se recibían las noticias de China sobre el Covid-19, pocos podían imaginar el enorme desafío que representaría lidiar contra una enfermedad nueva que gracias a la globalización se hizo presente en todo el mundo en unas pocas semanas. De pronto la urgencia de mantener a las personas aisladas plantea el primer gran problema: cómo asegurar que las cadenas de suministro agrícolas sigan funcionando a pesar de las restricciones en el movimiento impuestas. Y los agricultores de todo el mundo estuvieron a la altura del desafío de alimentar a miles de millones a pesar de la pandemia. Luego viene el segundo golpe: los cambios en los patrones de consumo, especialmente, los ligados a la industria del turismo y el ocio, que sufren enormemente las consecuencias del cierre económico impuesto, para contener la marejada de enfermos.
Y falta mencionar el clima: en Uruguay pasamos de un exceso de lluvias en invierno a una sequía amenazante en primavera, a la que se suma un invierno increíblemente duro que afectó severamente a los cultivos de colza. Si no hubiera sido por el daño causado por la falta de lluvias y las heladas, la agricultura de invierno uruguaya habría roto todos los récords de productividad. Aun con esos problemas, el trigo y la cebada lograron rindes históricamente altos que sin dudas ayudan a revertir parte del deterioro de la rentabilidad agrícola de los últimos años.
Los precios agrícolas son otra enorme ayuda que tenemos en este 2020. Dejamos atrás los años oscuros de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, que tanto daño han causado, y todo indica que volvemos a ciclos de precios más normales. Tenemos la ayuda de los bancos centrales, que apelando a la misma receta que en la crisis del 2008 se pusieron creativos en inundar el mercado de dinero para dar aire a una economía en problemas. Y los precios agrícolas no se hicieron esperar en su tónica alcista. No son precios récord, pero nos alivian las penas de varios años de trabajo al margen de la rentabilidad. La demanda por alimentos parece retomar su impulso de la mano de China, que se lleva todo puesto.
Uruguay vuelve a mostrar su capacidad de aprovechar las oportunidades aun en un contexto complicado internacionalmente. Es cierto que sería mucho mejor tener más acceso a mercados para capitalizar el contexto, pero al menos tenemos un cambio en la conducción económica y política que tiende hacia eso. Las autoridades tratan de mantener la agenda a pesar de la pandemia de modo de prepararse lo mejor posible para el día después, cuando las cosas retomen la normalidad. Normalidad que no será a la que estábamos acostumbrados y a la que habrá que adaptarse rápido para no perder el tren. De momento esa rara combinación de factores que impulsan los precios al alza se sustenta también con un clima a escala global que no ha sido todo lo amigable que requieren las cosechas. La pregunta del millón es qué pasará en el 2021 cuando la primavera les brinde la oportunidad a los agricultores del hemisferio norte de volver a sus chacras. Con un clima normal, el riesgo a partir de mayo es que se nos presente una cosecha enorme que le pondrá una pausa a los precios que hasta ahora tienen mucho de susto climático adentro.
Si de algo sirven los consejos, mi abuelo decía que nadie se funde por ganar poco. Muchas veces tenemos la falsa ilusión de que todo cambió y ya la combinación de precios y rindes nos sacará de las penurias de las malas decisiones anteriores. Pero salir del pantano requiere decisiones empresariales sólidas y un buen manejo de los riesgos. Todos tenemos la fantasía de querer ganar lo máximo posible, pero muchas veces es suficiente preguntarse si con lo que está hoy como precio no asegura una rentabilidad razonable. Si es así, entonces hay que tratar de asegurar los precios que hay a la mano, porque ahí puede estar el salvavidas de 2021.
Para lo que fue el año, siento real orgullo de ser parte de una sociedad que supo estar a la altura del desafío. Esto bajo el soberano mandato de la libertad y en una democracia plena como hay pocas en el continente. Simplemente, como el Uruguay no hay. A todos, un muy feliz fin de año y que el 2021 sea de alegría y prosperidad.
