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    El candidato del oficialismo

    N° 1947 - 07 al 13 de Diciembre de 2017

    En dos años los uruguayos habremos de decidir quién ejercerá la presidencia de la República y quiénes asumirán la representación ciudadana en el Parlamento y serán responsables de la función durante el quinquenio 2020-2025. Los electores deberán optar por confiar un cuarto período de gobierno al Frente Amplio o desplazar al bloque oficialista por una fuerza opositora que, según las encuestas conocidas, sería el Partido Nacional.

    Aunque la cita con las urnas se ve aún lejana y mucha agua correrá bajo los puentes en todo este tiempo, es natural que quienes aspiran a ser candidatos definan sus estrategias y se esfuercen en lograr una visibilidad que los posicione lo mejor posible para cuando toquen campana de salida.

    Fuera de carrera Tabaré Vázquez, porque la Constitución no habilita la reelección presidencial, y con Mujica en edad provecta —tendrá 84 años en 2019—, el ministro de Economía Danilo Astori, el otro “sobreviviente” de la tríada de la “vieja guardia”, ha dicho que ganas no le faltan para dar la pelea. Pero, mono viejo no sube a palo podrido. Sabe que sus posibilidades de ganar la postulación en la interna, paso previo para ser investido como candidato presidencial, dependen del apoyo de Mujica. Un apoyo sin el cual el riesgo de un nuevo traspié (Vázquez lo derrotó en la interna de 1999 y Mujica en la de 2009) está a la vuelta de la esquina. Porque se sabe que las corrientes más “radicales” y militantes del oficialismo, aunque necesitan del astorismo para retener el gobierno, sintonizan poco o nada con las ideas económicas o el estilo formal y acartonado del titular de Economía.

    Astori no es el único a quien ganas no le faltan. Impedido de lanzarse al ruedo ya por su condición de presidente del Banco Central, el economista Mario Bergara ha dejado saber que le gustaría correr la carrera. Pero su eventual candidatura depende más que de sus condiciones personales, de su voluntad, de su esfuerzo, de su capacidad de generar empatía con los votantes del FA, de ser apadrinado por quienes controlan el Congreso: la alianza del MPP y el Partido Comunista. Corrientes cuyo grado de organización y militancia resulta decisivo para volcar la interna en comicios en que el voto no es obligatorio y en los que la participación ciudadana ha venido decayendo en torno a 40% del padrón electoral. Si bien hace rato que despegó del astorismo y busca refugio en otras tiendas Bergara no la tendrá fácil.

    Aunque a diario se lo ve tratando de poner distancia, de relativizar su inocultable propósito de ser el candidato, el que sí está lanzado es el intendente de Montevideo, Daniel Martínez. Basta ver sus múltiples apariciones diarias en los informativos centrales de la televisión, obviamente concertadas previamente, en los que aborda sobre una diversidad de cuestiones no siempre vinculadas a actividades de la IMM —y a las que los medios se prestan sin pudor con tal de llenar dos horas de “noticias”—, para darse cuenta de que sí quiere ser candidato y que está en campaña para lograrlo.

    “A Martínez solo lo conocen en Montevideo”, comentó hace un par de semanas la vicepresidenta Lucía Topolansky. Si su opinión dice “algo” y si es compartida por Mujica y por el MPP, el camino que deberá recorrer Martínez en los próximos meses tampoco será fácil. Porque no será la primera vez que Mujica acuerda con el Partido Comunista postergar las ambiciones de Martínez.

    Hay buenas razones para pensar que Mujica abrigó durante mucho tiempo la esperanza de poder impulsar la candidatura de Raúl Sendic. Una candidatura con la que mataría dos pájaros de un tiro: avanzar en la renovación generacional del FA tantas veces anunciada y promover a un candidato que le permitiría extender —o aumentar— su influencia en un eventual cuarto gobierno frenteamplista. No hay más que recordar los énfasis con que Lucía y Pepe lo defendieron en el caso del título inexistente, en la deficitaria gestión al frente de Ancap, y hasta en las compras injustificadas con la tarjeta corporativa, para saber por dónde iban los tiros. En política esos “favores” no solo no son gratis sino que generalmente producen agradecimiento y… dependencia.

    El flamante senador del MPP Charles Carrera y el intendente de Rocha, Aníbal Pereyra (MPP), han afirmado que si Pepe se postula gana de punta a punta. Mujica ha dicho una y otra vez que no volverá a procurar un nuevo período presidencial. Pero, ¿quién le cree? Sobre todo si se recuerda cuántas veces aseguró entre 2005 y 2008 que no sería candidato y otras tantas veces que anunció que se retiraría del Senado para abrir paso a las nuevas generaciones. O después de prometer en su discurso inaugural ante la Asamblea General Legislativa el 1º de marzo del 2010: “Educación, educación y educación… y más educación”.

    Mujica seguramente marcará su presencia en la lista del MPP y será candidato al Senado para arropar (y no dejar a la deriva) a dirigentes y militantes alineados bajo su liderazgo en su pretensión de continuar —o iniciar— sus carreras políticas en el organigrama estatal.

    Otros nombres aparecen en la danza de las conjeturas políticas y periodísticas: los ministros Carolina Cosse, Eduardo Bonomi, Rodolfo Nin, Ernesto Murro. Con menos insistencia el del intendente de Canelones, Yamandú Orsi, y el del presidente de la coalición, Javier Miranda.

    A dos años de la elección y dadas las particularidades de la estructura frentista, alcanzar la candidatura presidencial supone no solo saber moverse sobre un campo minado, sino además ser capaz de articular una adecuada política de alianzas y de compromisos políticos.

     De aquí a diciembre del año próximo quienes aspiren a la postulación deben procurar los apoyos necesarios en el Congreso —integrado por representantes de los sectores y de las denominadas “bases” (convertidas hoy, por arte de la militancia, en duplicación de representaciones sectoriales)— que habiliten la postulación. Y luego ganar la investidura en la interna de junio. Una elección sin voto obligatorio, que tendrá lugar en un contexto general de desencanto ciudadano respecto de la política y los partidos, y de debilitamiento de la adhesión —¿y de desarraigo?— que expresan muchos votantes de la coalición. Estas circunstancias reafirman lo gravitante que será en esa instancia la militancia sectorial y de quienes activan las redes sociales.

    Muchos dirigentes frentistas están convencidos de que con un buen candidato tienen grandes posibilidades de obtener un cuarto mandato. Esperan incluso mantener la mayoría legislativa propia en ambas cámaras, aun reconociendo que la próxima será la elección más reñida de las últimas décadas.

    Aun así, nada indica que “radicales” y “moderados” superarán las diferencias y disputas que manifiestan desde que juntos llegaron al gobierno hace 12 años. Diferencias que traban y enlentecen la toma de decisiones en las que al país le va el futuro como la reforma del sistema educativo, el mejoramiento de las infraestructuras físicas (no solo las que reclama UPM), la inserción internacional, acotar un déficit fiscal financiado con más endeudamiento, recuperar competitividad en la economía, o el mejoramiento en la calidad del gasto público. Cuestiones que el oficialismo viene postergando para preservar la unidad que garantiza seguir ejerciendo el gobierno.