Nº 2147 - 4 al 10 de Noviembre de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáA pesar del paso de los días, sigue siendo el clásico del pasado domingo uno de los temas (el otro es el de la LUC) que aparece en cualquier conversación. Y no solo por lo ocurrido en el verde césped del Campeón del Siglo —que por cierto no llegó a colmar las expectativas que había generado—, sino por todo lo que aconteció fuera de ese marco, antes, durante o después del partido.
Cronológicamente, al menos para la hinchada de Nacional (reducida a una muy mínima representación) la jornada empezó muy temprano. ¡Demasiado! Y ello, tal como se explicara detalladamente en los días previos, por estrictas razones de seguridad. Tal como había acontecido en el único clásico jugado en aquel escenario (en el mes de mayo del 2019), esos parciales no pudieron llegar al estadio aurinegro por sus propios medios, sino que debieron juntarse unas cuantas horas antes en el viejo Aeropuerto de Carrasco. Y desde allí —luego de verse sometidos a varios controles— fueron trasladados al Campeón del Siglo en ómnibus protegidos especialmente (lo que también habría de ocurrir al regreso al mismo punto de partida, una vez finalizado el cotejo). Todo ello, claro está, para evitar incidentes entre las parcialidades rivales (o al menos, reducirlos a una mínima expresión, pues igual se registraron destrozos dentro del estadio y también afuera).
Vale preguntarse si realmente este procedimiento policíaco (de un costo muy elevado) debe ser mantenido a ultranza. En su habitual columna en El País, el Dr. Leonardo Guzmán —con su prosa galana— razona que si esos incidentes igual continúan ocurriendo es “porque no hemos hecho nada por reeducar a la recua de violentos que, visibles o agazapados, pululan en la selva ciudadana”; y que “si hay que separar y encorsetar a las hinchadas, algo se nos rompió —o pudrió— en la esencia del deporte”. Ante la inteligencia de esos argumentos, nos preguntamos: ¿no será mejor volver a jugar los dos clásicos en un escenario neutral (obviamente el Estadio Centenario), para que ambas hinchadas puedan estar paritariamente representadas? O, en todo caso, ¿que esos partidos se jueguen solo con el público del equipo que oficie como local?
Planteadas estas interrogantes, y respecto a este cotejo en sí, este transitó por un sendero radicalmente distinto al que podía suponerse. Sin duda alguna, en el momento actual Peñarol está bastante por encima de Nacional y, por lo tanto, aparecía como muy claro favorito para quedarse con la victoria. Además, su técnico pudo alinear a todos los titulares, en tanto que su colega tricolor no pudo contar con varios futbolistas importantes (en especial Rochet, Zunino y el propio D’Alessandro, aunque sea poco utilizado). Ello determinaba, a priori, una marcada diferencia para el elenco aurinegro. Y la posibilidad —bastante cierta— de que pudiera manejar el partido del modo que más pudiera favorecerle. Sin embargo, y sorpresivamente, fue Nacional el que se adueñó de la iniciativa desde el mismo arranque del partido, aunque sin generar demasiado peligro para el arco bien defendido por Dawson. Recién en los 15 minutos finales Peñarol logró salir de su letargo y mostrar algunos destellos de buen fútbol. E incluso logró generar la única jugada de gol, que a la postre tuvo el cotejo, cuando un muy activo e inspirado Facundo Torres (al que todos daban como ausente por lesión) estrelló un remate lejano en el poste izquierdo del arco tricolor. En los minutos iniciales del segundo tiempo dio la sensación de que el equipo aurinegro encontraba al fin su mejor línea futbolística. Gargano creció con el paso de los minutos y, a su influjo, las acciones pasaron a desarrollarse en el campo adversario. Sin embargo, ese dominio territorial fue totalmente improductivo. Laborda se mostró sólido y seguro en la última zona defensiva y Almeida —en excelente faena— se las ingenió para clausurar las habituales incursiones por el andarivel derecho del adversario; ocupándose, de paso, de sacar anticipadamente de la cancha al fulgurante juvenil aurinegro, con una infracción absolutamente descalificadora. Después, la chatura generalizada. Nacional sin armas para siquiera inquietar a Dawson, y Peñarol con un dominio estéril, pues no efectuó un solo remate al arco rival en todo el segundo tiempo. Y ya en el instante final del partido, la nota dramática del juvenil Álvarez Martínez, desvanecido sobre el césped, tras un choque involuntario con la cabeza de Bergessio (coyuntura de la que ya está felizmente recuperado).
Y encima de ese saldo muy discreto en lo estrictamente deportivo, aparecieron los desmanes que suelen ser casi un sello distintivo de estos partidos. Los baños destrozados en la tribuna que se le adjudicara a la raleada parcialidad tricolor (ya había ocurrido lo mismo en el anterior clásico de dos años atrás, y Nacional tuvo que hacerse cargo de los daños), y hasta —según se dice— algunas piedras arrojadas al paso de la ambulancia que conducía a Álvarez Martínez a un centro de salud, tras el preocupante insuceso en la última jugada del cotejo. Pero la hinchada aurinegra también hizo de las suyas, lanzando proyectiles contra los hinchas tricolores, cuando estaban en la Tribuna Güelfi, y también cuando se aprestaban a abordar los ómnibus, que los retornaban al viejo aeropuerto (cabe señalar que ambas parcialidades fueron sancionadas con una multa similar de 150 U.R. por la Comisión Disciplinaria de la AUF).
La Tabla de posiciones —en lo que hace a los clásicos rivales— quedó pues incambiada (dicho lo que antecede sin computar lógicamente los partidos por la fecha siguiente, que se están jugando entre ayer y hoy). Con Nacional aún lejos de la punta (con la tibia esperanza de recuperar en la Liga los tres puntos perdidos en cancha, ante Cerro Largo), pero casi obligado a tener que ganar todos los partidos que le quedan, y con Peñarol lamentando no haber sabido dar un paso quizás decisivo para ganar el actual Clausura, y quedar también mejor perfilado en la Tabla Anual, de modo de evitar ese “tricampeonato”, que persigue su eterno rival.
Finalmente, tener presente que estamos casi encima de una nueva doble fecha por las Eliminatorias para Qatar. En poco más de una semana, el Campeón del Siglo será el escenario de un nuevo choque entre los clásicos rivales del Río de la Plata; oportunidad más que propicia para que el elenco celeste pueda tomarse cumplida revancha de la goleada sufrida poco tiempo atrás, en la vecina orilla. Con miras a ese partido, quizás lo más positivo es que Edinson Cavani viene teniendo una creciente participación en el Manchester, incluso con Cristiano Ronaldo a su lado. Lo que —sumado al actual buen momento de Luis Suárez— provoca la lógica expectativa de que nuestra tradicional y temida dupla ofensiva pueda constituirse nuevamente en una carta de triunfo para el equipo celeste.