Nº 2251 - 16 al 22 de Noviembre de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHay que prestarle un poco más de atención a Omar Paganini. No solo por el cargo que ocupa, aunque eso ya sería un motivo suficiente como para analizar cada uno de sus pasos públicos. Tampoco por el que ya desempeñó en el Poder Ejecutivo. Hay que mirarlo como un ejemplo, uno positivo, de esos que no abundan en la política pero que, cuando llegan, tienen que ser puestos en la vidriera.
Porque Paganini no es un dirigente político de primera línea. Llegó al gobierno desde la actividad privada y la académica. Se desempeñaba en lugares jerárquicos importantes dentro de la Universidad Católica del Uruguay, antes había tenido un rol protagónico en empresas privadas y su vínculo con la política partidaria era casi nulo durante los últimos años.
Cuando el entonces gobierno electo encabezado por Luis Lacalle Pou se puso a buscar figuras relevantes de la actividad privada para ocupar cargos jerárquicos en la administración pública, la mayoría dijo que no. Prefirieron apoyar en las sombras y no dar ese paso hacia arriba del escenario, que tiene un costo alto y muy pocas certezas.
Suele ocurrir así. A las administraciones anteriores les pasó algo similar. La diferencia es que la actual coalición gobernante tiene un vínculo más cercano que el Frente Amplio con algunos talentos importantes del sector empresarial o de estudios de primera línea de profesionales, principalmente de abogados y contadores, y que a muchos de ellos los quiso subir al barco. Casi ninguno se subió.
Sí lo hizo Paganini, un desconocido para la mayoría de los uruguayos cuando Lacalle Pou lo anunció como futuro ministro de Industria. Y está salvando el examen con nota. Son muy pocos los que llegan al final de un período de gobierno con la imagen positiva con la que cuenta Paganini. Casi ninguno en el caso de la actual administración y algo similar ocurrió en la anterior.
Después de cerca de cuatro años de gobierno, Paganini sigue siendo valorado positivamente por los que trabajan o tuvieron que trabajar bajo sus órdenes o su coordinación. Es una de las figuras que genera tranquilidad y hasta cierto alivio cuando aparece involucrada en la toma de decisiones públicas importantes. Es más, en medio de la peor crisis del actual gobierno, Lacalle Pou lo eligió para ser canciller y nadie protestó ni dudó sobre sus capacidades, ni oficialismo ni oposición. Al revés, algunos ya lo consideraban “canciller de hecho”.
Esto no quiere decir que no haya tenido erradas durante su gestión como ministro de Industria ni que algunas de sus declaraciones públicas no hayan sido infelices o fuera de tono. Tuvo episodios de ese tipo pero los pudo superar con trabajo y humildad. No siguió justificando sus deslices ni apostando a confrontar para salir de la tormenta. Y eso tarde o temprano se valora.
También tiene su recompensa concentrarse en el trabajo atribuido y no en todos los demás asuntos que hacen a lo político-electoral mucho más que a una verdadera buena gestión. En eso también Paganini es un rara avis de este y de todos los gobiernos. La mayoría de los jerarcas de primera línea son políticos juntavotos que, llegado el momento de ejercer el poder, no se cambian de traje. Mandan mucho más las urnas que las necesidades más urgentes del área que les toca administrar.
Los juntavotos suelen tener muchos compromisos asumidos previamente. Porque los votos en algunos casos se transforman en pedidos de todo tipo. Los que priorizan lo técnico no tienen esa carga, se mueven con un poco más de soltura en las decisiones complicadas. Paganini, por ejemplo, desde el Ministerio de Industria atravesó una tormenta considerable cuando se llevó a cabo la subasta del 5G. Eran empresas muy importantes las que estaban en competencia y es probable que hayan investigado la trayectoria y los movimientos del entonces ministro de Industria hasta el más mínimo detalle. No se improvisa cuando hay tanto dinero en juego. Hubo llamados a sala e interpelaciones con acusaciones cruzadas de todo tipo. Pero también pudo superar esa prueba, y eso habla de su fortaleza e independencia.
Es de los pocos ministros que empezó su gestión el 1º de marzo de 2020 junto con Lacalle Pou y que probablemente la termine con él. Se cuentan con los dedos de una mano. Quedan principalmente los que llegaron sin un respaldo de un sector político propio o una alta votación atrás. Así es el caso de la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, y el de Educación y Cultura, Pablo da Silveira. Las excepciones son los de Defensa, Javier García, y de Trabajo, Pablo Mieres, el primero es referente del Espacio 40 del Partido Nacional y el segundo del Partido Independiente. Pero ambos tienen previsto renunciar a principios del próximo año para dedicarse a la campaña electoral.
El recambio del gabinete durante este período de gobierno ha sido altísimo, muchísimo más que en los anteriores, aunque hay algunos como Paganini que cada vez están más involucrados en la gestión y eso es algo para destacar. En los tres períodos de gobierno del Frente Amplio hubo algunos casos similares al de Paganini, que se sumaron desde lo técnico a un mundo que les era bastante ajeno y que terminaron siendo motores de la gestión. Uno de los más emblemáticos es el del fallecido Jorge Lepra, ministro de Industria del primer gobierno de Tabaré Vázquez, pero fueron una minoría casi marginal.
Con la campaña electoral ya instalada, las especulaciones acerca de futuros gabinetes comenzaron como en una especie de penca a ciegas. Lo interesante es que varios de los nombres que circulan cumplen con condiciones similares a las de Paganini. Y eso ocurre de ambos lados y debe ser visto como una muy buena noticia.
Porque cambiar la forma de elegir el gabinete y sorprender con una lista integrada principalmente por buenos gestores, como si el Estado se tratara de una empresa seria y profesional, sería una verdadera revolución, de esas de las que hacen falta. Que los líderes políticos lideren donde pueden ofrecer más, o en la cúspide del Poder Ejecutivo o en el Parlamento, pero que los cargos ejecutivos intermedios estén destinados a los que tengan las suficientes credenciales como para ejercerlos con plenitud. Ese sí que sería un cambio de fondo, gobierne quien gobierne.
Y se puede, seguro que se puede. Alcanza con atreverse.