Nº 2187 - 18 al 24 de Agosto de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáYa van 20 barcos saliendo de los puertos ucranianos, en su mayoría con maíz, hacia los mercados mundiales. Hay otros tantos que esperan para cargar y salir. Todo esto, claro está, si es que Rusia no cambia de opinión y decide que el acuerdo no corre más. Sin dudas, es un factor relevante al momento de explicar las caídas de precios de los granos, especialmente del maíz y del trigo, en los últimos meses.
Vivimos un año de extremos. Por supuesto que la guerra colaboró en exacerbar las cosas, pero hay otros fenómenos que no deberían pasar desapercibidos y estar en el radar de todo tomador de decisiones. Algunos ejemplos: el trigo, este año, de no cambiar los números globales, está en una relación stock-consumo relativamente baja.
Europa enfrenta la mayor sequía en 500 años y, de no revertirse pronto, va a ser un peaje doloroso para la producción de trigo. Esos efectos se verán el año que viene, pero se siembran ahora.
La soja por el contrario logra recuperar sus niveles de existencias, pero mucha de esa recuperación todavía no logra concretarse (la de EE.UU. está más cerca y las de Brasil y Argentina solo existen en el papel). Los números de por sí impresionan.
En un contexto más complicado en términos de la macroeconomía global, representa una apuesta riesgosa jugarse por una nueva recuperación de los precios al alza a los niveles que vimos este año.
¿Por qué es importante? Porque muchos agricultores uruguayos se tiraron al agua en un invierno que, al momento de sembrar, era más que venturoso debido a los precios favorables del trigo y la colza. Pero hoy estos precios ajustaron fuerte a la baja y la cuenta está mucho más jugada a un buen rendimiento. Para los que plantan en el litoral suroeste, donde la lluvia hace semanas que no llega, empieza a reinar la ansiedad.
Más de uno que esté haciendo la cuenta de si empata o pierde poco en invierno espera que el verano le dé una chance de rescatar algo. No obstante, la soja tiene aparentemente otros planes y los precios para el año que viene rondan los US$ 450 por tonelada, bien lejos de los US$ 650 que se llegaron a pagar este año. Pero hay un detalle, los beneficios del último verano fueron por tres razones: los buenos rindes en Uruguay, producto de lluvias salvadoras; una guerra que hizo que el mundo se volviera loco y entrara en pánico; y una inflación amenazante. Hoy esos factores empiezan a estar controlados y es poco probable que vuelvan a aparecer como para salvarnos si nos va mal en el invierno.
No creo que el resultado de la campaña de invierno sea malo ni mucho menos. Pienso que con un poco de suerte podemos zafar de un clima tan extremo que nos complique los rindes de invierno y tiendo a pensar que los precios de los granos deberían empezar a subir lentamente hasta encontrar su nuevo equilibrio.
El asunto es dónde lo encuentran, porque en estas últimas semanas hemos visto muchas veces a los mercados reaccionar en forma opuesta a sus fundamentos y persistir en eso por muchas semanas. Como decía Sir John Maynard Keynes: “El mercado puede permanecer irracional mucho más tiempo del que usted puede permanecer solvente”, y tiene razón. Hay tal exceso de capital que la industria está saturada de especuladores que no saben bien qué hacer y cobran al grito. Si uno entra mal al mercado, paga las consecuencias con sangre, nadie se va sin pagar.
La espera hasta que el mundo logre un nuevo equilibrio será un poco larga y para colmo el clima no ayuda. Vivimos de eventos extremos que son hijos de un cambio climático cada vez más presente en nuestras vidas. Nuestro trabajo, prediciendo tendencias de mercado, es cada día más desafiante y hay que mirar insistentemente las variables. En estos casos, la precaución es la mejor aliada que uno puede tener y jugar a lo seguro es lo más recomendable. Pero la tentación de sacar dos veces el pleno de la lotería también juega.
(*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.) y asesor privado.