Nº 2218 - 23 al 29 de Marzo de 2023
Nº 2218 - 23 al 29 de Marzo de 2023
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáUna buena forma de saber qué tan avanzada está una sociedad determinada es averiguar de qué forma maneja el humor. Si sus principales líderes lo incorporan con naturalidad y no lo combaten como si fuera el enemigo, aunque ellos sean centro de muchas caricaturas o burlas, significa que tiene un grado de madurez importante. Si, por el contrario, lo que hacen los que tienen a su cargo guiar a los demás es perseguir y tratar de censurar cualquier tipo de gracia que los involucre y no los deje bien parados, entonces ahí hay un problema muy importante.
Esto ocurre a gran escala pero también en los grupos medianos o pequeños. Pasa con los países, las grandes empresas multinacionales y también con las universidades, los clubes sociales, los grupos de amigos y cualquier tipo de red en la que tengan intercambios distintas personas. El humor es un excelente termómetro y mirar con atención de qué forma se incorpora y procesa es una fuente importante de conocimiento.
Lo que pasó con la caricatura que realizó el artista y periodista uruguayo Arotxa a la vicepresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner es una señal por demás preocupante. En nuestra última edición, publicamos una nota en la que se informa que la red social Instagram resolvió censurar un trabajo de Arotxa en el que la vicepresidenta argentina aparece con nariz de payaso y apuntada por una pequeña pistola de agua, que le lanza unas gotas. Fue publicada en setiembre del año pasado, luego del atentado sufrido por Cristina Fernández.
Instagram, al igual que las otras redes sociales que hoy se encuentran en el centro de la atención de millones, es una empresa privada. Ese no es un dato menor. Pero en gran medida todas esas redes que se expanden como la sangre en el agua tienen a su cargo uno de los principales escenarios del debate público. No son un restaurante o un club nocturno que se puede reservar el derecho de admisión. Es hora de tomar real conciencia sobre eso y que dejen de sentirse por encima de todo.
Y más allá de este asunto central, el manejo que hacen de su contenido es un fiel reflejo de los tiempos en los que vivimos. Pensamos que somos cada vez más libres pero ocurre todo lo contrario. Sentimos que todos tenemos la posibilidad de decir lo que queramos en estas especies de plazas públicas masivas pero resulta que eso es una gran mentira. Atrás de toda esa supuesta apertura muy generosa hay personas que cuentan con el poder de decir qué se puede ver y qué no. Puede resultar lógico partiendo de la base de que la pornografía, la violencia y otra cantidad de aspectos tienen que quedar afuera de este tipo de ámbitos de libre acceso. El problema surge cuando lo que se censura es el humor por supuestamente irreverente o por entender que incita a la violencia, como ocurrió en el caso de la caricatura de Arotxa. Lo complicado llega cuando lo que se deja de lado no es lo que de verdad daña sino lo que puede ofender por el simple hecho de reírse de una figura pública.
Se puede estar de acuerdo o no con la caricatura de Arotxa, ese no es el punto. Es probable además que en unas circunstancias más complicadas, en las que la vicepresidenta argentina hubiera terminado herida, el tono hubiera sido muy distinto. Pero ese no es el asunto central de esta reflexión.
El punto es realizar un alerta sobre cómo el mundo de lo políticamente correcto que reina en las redes sociales y en esas grandes empresas multinacionales puede estar afectando a uno de los bienes más sagrados con los que contamos las personas, que es la libertad de expresión.
Aceptarlo como si nada, como si fuera lo más natural del mundo que un medio masivo de comunicación como es Instagram resuelva no mostrar el trabajo de un artista por el simple hecho de que a algunos de sus usuarios no les gusta y lo denuncian, es muy peligroso. Lo es porque la batalla de la libertad se da todos los días y en todos los ámbitos. Si en un momento se abandona, por más que sea un segundo, empieza a perderse.
Para terminar, lo del principio. Tolerar el humor y tomarlo como lo que es: humor, es lo que hace la diferencia. Sea donde sea. Censurarlo cuando no es dañino, por más incorrecto que sea, no corresponde. Salvo que nos estemos acercando a una nueva etapa histórica: la dictadura de los moralistas a cargo de algunas empresas multinacionales con la complicidad del poder político.
No estamos tan lejos.