El incendio de La Floresta

Vecinos y vecinas con bidones llenos de agua, baldes, tarrinas salieron de todos los rincones a ayudar. Emocionaba ver las filas organizadas haciendo “pases” de a uno en uno con recipientes con agua.

Camionetas cargadas con contenedores de agua conducidas por personas mayores y brazos jóvenes para hacer el esfuerzo.

Gente con frutas, con botellas de agua fresca y vasos, gente ayudando a trasladar los muebles, colchones y garrafas de casas en riesgo a jardines vecinos, kioskos y almacenes regalando agua potable para los que estaban trabajando.

Éramos personas sin la ropa adecuada, sin los conocimientos necesarios, sin la espertiz requerida haciendo frente en una batalla que nunca se dio por vencida.

Personal de OSE, camiones y barómetricas llegando con tanques enormes llenos de agua.

Y los bomberos exahustos que vienen de dar batalla todo el verano, trabajando y llegando a lugares donde el desconsuelo y el miedo se mezclan con la tranquilidad de estar vivo.

La pesadilla se iba tornando en sociedad organizada, en solidaridad, en esfuerzo compartido. Porque se veían los frutos del esfuerzo, estábamos logrando poner el fuego a raya.

Ser parte de una comunidad implica estar, implica también quemarnos los pies, implica mojarnos con la misma agua, tomar del mismo vaso, juntos lograr apagar incendios y organizarnos para conseguir pequeñas y grandes cosas.

Un gracias enorme para toda la comunidad, siento orgullo de pertenecer a Floresta y a la raza humana.

Sussy Asuaga