N° 1867 - 19 al 25 de Mayo de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáBuenos Aires. La polémica está instalada en la Argentina. El papa Francisco —mejor, Jorge Bergoglio para el caso— ha contribuido a potenciarla al conceder audiencia, para el viernes 27, a la líder de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, otrora una de sus mayores críticas y denostadoras. En su momento lo acusó de ser “cómplice de la dictadura” y lo calificó de “basura” y de “fascista”.
El anuncio activó las divergencias respecto a la conducta del sumo pontífice a quien en ciertos ambientes políticos se lo califica de “peronista”, “kirchnerista” y “populista”, aunque algunos más duros incluso, de “oportunista” y “demagogo”.
Actitudes como, por ejemplo, las continuas reuniones y almuerzos en el Vaticano con la entonces presidenta Cristina Kirchner, líder de un movimiento que lo consideraba su mayor enemigo cuando era arzobispo de Buenos Aires, y la asumida luego, cuando recibió al flamante presidente Mauricio Macri, con quien “mantuvo un trato distante, corto y frío”, han desnudado sus simpatías y puesto en duda la “ecuanimidad papal”.
La diputada Elisa Carrió, hoy aliada del gobierno, una dirigente polémica y conflictiva pero que no tiene pelos en la lengua —para con nadie— dijo que al papa Francisco le “gusta el poder como a nadie, pero —advirtió— que lo ejerza en el Vaticano”. En más de una ocasión, se ha referido a actitudes ambivalentes de Bergoglio —trato a Cristina y a Macri—, llegando a decir que algunas le dan “vergüenza ajena”, como el hecho de que no haya recibido a la dirigente social Margarita Barrientos —cercana al macrismo— mientras sí lo hace con una activista como Milagro Sala, hoy presa por decisión judicial acusada de “asociación ilícita, defraudación y extorsión”, a la que incluso el sumo pontífice, en acto de solidaridad, le regaló un rosario. Carrió ha dicho que el Papa no contribuye a la pacificación del país al “empoderar a violentos” como Sala y otros dirigentes que lo han visitado.
El Papa es cuestionado por sus silencios —presos políticos en Venezuela, situación de las libertades en Cuba, Ecuador y Bolivia— y por su locuacidad contra todo lo que sea Occidente. Hay quienes dicen que es bolivariano y pro Cuba y hasta lo toman en solfa: “en su próximo viaje a Portugal hará una escala técnica en La Habana para saludar y darle una manito más a la imagen de los hermanos Castro”.
Pero nada ha provocado tanto ruido como la audiencia Bergoglio-Bonafini.
Generó recuerdos, como que en junio del 2007 Bonafini, en una carta pública, reclamó al gobierno de Néstor Kirchner la destitución del jefe del Ejército, teniente general Roberto Bendini, quien había llamado a “cicatrizar las heridas”. En esos días también Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, criticó a quienes “se pasan maldiciendo el pasado” para “sacar ventaja en el presente y en el futuro” y Bonafini apuntó contra todos: “La basura va junta, Macri, Bendini y Bergoglio. Son de la misma raza y de la misma ralea. Son fascismo, son la vuelta de la dictadura”.
Entre otras cosas, Bonafini se jactó, durante una protesta en la Catedral de Buenos Aires, de haber transformado el altar mayor del templo en “un baño público” (fue denunciada “por dejar un balde de orina en el altar”). Reiteradamente, acusó a la iglesia oficial, de la que estaba al frente Bergoglio, de opresora, de no haber condenado la represión y de hasta haberla bendecido y de haber permanecido callada cuando se llevaron, torturaron y mataron a sus hijos.
Pero hoy Bonafini y Bergoglio han cambiado. El Papa explica que la audiencia es un acto de misericordia por una madre a la que le mataron a sus hijos. Por su parte, la dirigente de las Madres se disculpa diciendo que no sabía de la “obra pastoral” de Bergoglio. De todas formas, aclara que con Macri no cambió de opinión y sigue siendo “su enemigo”.
A todas estas “variaciones” los analistas las enmarcan en el llamado “nuevo catolicismo papal del kirchnerismo” y al “latente peronismo kirchnerista y progresista del papa Francisco”.
Bonafini, además, habría puesto condiciones. El año pasado, dijo: “Bergoglio siempre me está invitando para que vaya. Le pido varias cosas que, si él las hace, yo voy a ir”. Afirmó que le pidió a Francisco que reconociera que la Iglesia “tuvo mucha participación en la represión” durante la última dictadura y que hiciera “una misa por todos los sacerdotes y las monjas del tercer mundo desaparecidos en Latinoamérica”. De parte del Vaticano no ha surgido información de si el Papa cumplirá esas condiciones.
Se sabe, sí, a través de cartas a amigos, que Bergoglio habla de “operativos de prensa” (como dirían y dicen Maduro, Correa, Evo y la misma Cristina) “que le hacen acordar a los que había padecido en otros tiempos y circunstancias”. Refiriéndose seguramente a cuando sus amigos de hoy y enemigos de ayer lo acusaban de estar con la dictadura militar.
Puede también que toda esta polémica se dé porque, según dice el papa Francisco, “los argentinos somos incorregibles”.
Incluido él.
© Danilo Arbilla. Derechos reservados. (Especial para Búsqueda)