En Tacuarembó todavía lo llaman Tomasito, un apodo cariñoso que habla de su carácter afable y del aprecio que le tenían quienes lo conocieron. Fue allí, en su ciudad natal, que el escritor y abogado Tomás de Mattos murió el 21 de marzo de 2016. Desde hacía 10 años estaba viviendo en la casa de su infancia, en el centro de Tacuarembó.
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De Mattos dejó un rico legado con su obra, por la que será recordado como uno de los mejores narradores uruguayos de los últimos 40 años. Y su biblioteca de unos 7.000 volúmenes —que incluye manuscritos, documentos, cartas, fotografías, primeras ediciones, libros de teología, de historia y, por supuesto, de literatura— es una especie de mapa que sigue sus procesos formativos y creativos.
A fines de marzo, en Tacuarembó corrió el rumor de que la biblioteca de De Mattos iba a rematarse. La Cátedra Washington Benavides juntó firmas para impedir que sucediera, y salieron notas de prensa con el pedido de que el MEC y la Intendencia de Tacuarembó se hicieran cargo. El hijo del escritor, Ignacio de Mattos, heredero y responsable de la obra de su padre, desmintió que fuera a ocurrir tal remate que se confundió con la subasta de los muebles y otros bienes de la casa familiar que perteneció a los padres de De Mattos. Finalmente, el remate de esos bienes se realizó el sábado 19 y domingo 20.
En un comunicado de prensa fechado el lunes 7, Ignacio de Mattos aclaró: “La biblioteca, apuntes personales y objetos que fueron significativos en la trayectoria literaria de mi padre (…) están siendo evaluados por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) quien tiene la prioridad en su adquisición y posterior cuidado y difusión”. En el mismo comunicado, informaba que mientras se espera una resolución del MEC, la biblioteca pasará a ser custodiada por El Club del Libro de Vera, ubicado en el centro de la ciudad de Tacuarembó.
El MEC designó un equipo formado por la directora de la Biblioteca Nacional, Esther Pailos, el integrante de la Academia de Letras, Wilfredo Penco, y el director de Cultura, Sergio Mautone, para conocer la biblioteca y evaluarla. “Nosotros no hemos comprometido al momento una compra, pero hay mucho interés de nuestra parte, por el afecto hacia Tomás, quien además fue director de la Biblioteca Nacional. Pero queremos hacer una evaluación técnica, por eso acordamos con su hijo que vamos a viajar a Tacuarembó para conocerla. Sabemos que parte de la biblioteca es jurídica, pero a nosotros nos interesa el aspecto literario y también su contenido teológico, que hay que entenderlo en el contexto de su obra”, explicó Mautone a Búsqueda.
También señaló que el hijo del escritor se mostró en todo momento muy abierto y que les adelantó que su principal objetivo no es económico, sino el de conservar el acervo de su padre. “De todas formas, no será una donación de la familia al Estado y va a tener un precio”.
En cuanto al lugar que se destinará a la biblioteca, Ignacio de Mattos manifestó su aspiración de que quede en Tacuarembó, pero el MEC aún no lo ha decidido. “Manejamos dos o tres posibles escenarios, entre ellos, Tacuarembó. Otro de sus destinos podría ser la Biblioteca Nacional, pero también existe la posibilidad de conservarla como biblioteca objeto dentro de algunas de las casas del Museo Histórico Nacional, donde hay otras como las de José Enrique Rodó y Carlos Reyles”.
En 1988 De Mattos publicó su primera novela, ¡Bernabé, Bernabé!, sobre la matanza de Salsipuedes, que se convirtió en best seller y se llevó todos los premios literarios del momento. Al conmemorarse los 30 años de su publicación, la Dirección de Cultura del MEC está organizando para comienzos de noviembre un coloquio sobre novela histórica que oficiará de homenaje a De Mattos y su obra. “Seguramente el coloquio será en la casa de Rivera en el Museo Histórico Nacional. Estamos licitando la recuperación de la fachada para ese encuentro y podría estar allí la biblioteca de Tomás”, comentó Mautone.
Matilde Vera, la custodia.
Justo a la vuelta de la casa de la familia De Mattos en Tacuarembó está el Club del Libro de Vera, una biblioteca que también cuenta con una cafetería y una sala de exposiciones. A su frente está Matilde Vera, una escribana pública que conoce a la familia De Mattos de toda la vida y es amiga desde niña del hijo del escritor.
“Tenemos 800 socios, que van de los seis años a los 90, pagan una cuota mínima de 180 pesos por mes y llevan todos los libros que quieren. Estamos superorgullosos del emprendimiento, porque en un pueblo chico como Tacuarembó que 800 personas se hagan socias de una biblioteca es todo un mérito”, dice a Búsqueda sobre el Club del Libro
Ahora Vera es la custodia y curadora de la biblioteca de De Mattos, que aún está en la casa que perteneció a sus padres, Secundino y Flora. “Cuando falleció Tomasito quedaron adentro de la casa su biblioteca y también la de su padre, que era médico. Ignacio, que también es médico psiquiatra, estaba pagando a una cuidadora para que no la robaran, porque la casa estaba vacía. Entonces decidió llevar los muebles a remate y poner la casa a la venta. Lo que él no quiere es que la biblioteca de su padre se divida. Después de verla, uno entiende por qué. Tomás era un lector compulsivo de todos los temas y mantenía un determinado orden en sus libros. El contenido histórico y literario no se puede separar porque explica lo que fue su obra y su personalidad”.
Desde hace un mes, Vera está trabajando en la clasificación de libros, documentos, manuscritos, y separando lo que es la biblioteca literaria e histórica de la legal. “Él era contrario al pensamiento único y eso se refleja claramente en su biblioteca. Estudiaba acerca de los cuadros de fútbol, de los partidos políticos, de las religiones del mundo. Es increíble la cantidad de biblias que tiene su biblioteca, antiguas y nuevas, de distintas ediciones, y también la cantidad de libros de teología de muchas religiones. Están sus manuscritos, incluso los de los primeros cuentos escritos a mano. También había adquirido una de las pocas copias impresas del Archivo Artigas, además de colecciones sobre José Batlle y Ordóñez. Hay ediciones antiquísimas de obras de Dostoievski, Melville y Cervantes, sus escritores preferidos, y muchos libros con dedicatorias de otros autores”.
Sorpresas.
Como suele suceder, en las bibliotecas personales se encuentran objetos inesperados, y en la biblioteca de De Mattos, Vera se sorprendió con varios. Por ejemplo, con crucifijos y vírgenes de todas partes del mundo que le enviaron de regalo al escritor cuando publicó La puerta de la misericordia, su novela sobre la vida de Jesús.
Otra sorpresa encontró en la cocina de la casa, donde estaba guardada una carta de Juana de Ibarbourou, fechada en 1948, en la que se refiere a Tomasito. “En esa carta, Juana le escribía a su amiga Isabelita contándole que la habían visitado en Montevideo unas amigas con un bebé, ‘una ternurita, que se llama Tomasito’. Decía que quería enviarle algo de regalo porque lo sentía como su nieto. Diez años después, Isabelita le envió esa carta a Flor, la mamá de Tomás, porque quería que quedara para él. La encontré intacta en una caja con otras pertenencias. Flor leía muchísimo y se ve que vivía entre el living y la cocina, donde había revistas internacionales de las que era suscriptora”.
En una habitación de la casa estaba el estudio de De Mattos con sus paredes forradas de libros. Vera está fotografiando esa biblioteca porque Ignacio le pidió que reproduzca ese estudio en el Club del Libro. “Esas bibliotecas van a ir intactas con los libros en el mismo orden que los tenía Tomás, porque su hijo entiende que por algo los tenía así”, explica.
En otro dormitorio encontró todo lo que no entraba en el estudio. “En toda la casa había libros, en todos los cajones que abríamos había libros, cuadernos, papeles. Lo último que hice fue revisar tres piezas del fondo de la casa. Estaban también repletas de libros, muchos de medicina. Lo único que incorporé a la biblioteca de Tomás fue uno de obstetricia escrito por el doctor Juan José Crottogini, quien atendió el parto de Tomás en Montevideo”.
A Vera, como a sus vecinos, le gustaría que la biblioteca quedara en Tacuarembó y, si eso ocurre, tendría que trasladarse a un lugar público, porque el Club del Libro es una institución privada. “En un artículo que encontré, Tomás escribió que al centralismo montevideano hay que combatirlo desde el interior”, dice con respecto a mantener el acervo de De Mattos accesible para el norte del país. “Otra intención es poner en el tapete de discusión los temas que desvelaron a Tomás y que hoy se discuten, como la educación o la religión. A Ignacio le ofrecieron hacer contacto con el Vaticano, porque al papa Francisco le interesa mucho La puerta de la misericordia y la colección de teología, pero él le dio prioridad al Estado uruguayo, sabiendo las limitaciones económicas que puede tener el MEC”.
En estos días una empresa de logística hará la mudanza de la biblioteca hacia el Club del Libro. Vera dice que aunque aún no está allí, la gente está yendo a preguntar cuándo llegará, y muchos se acercan para ofrecer ayuda. Un valor que Tomasito cultivó, no solo con sus libros.
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