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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn 1964 Charles de Gaulle, en la plaza Independencia, agradeció uno a uno a los voluntarios uruguayos que lucharon por la Francia Libre (…), “un recio soldado de buena presencia, pelo negro y bigotes recortados, quien lucía el uniforme de la Legión Extranjera, con el grado de cabo y varias condecoraciones, se adelantó y estrechó la diestra del mandatario… De Gaulle retuvo la mano del hombre, lo miró fijo a los ojos —quizá con un dejo de emoción— y susurró con un levísimo rictus de sonrisa, casi imperceptible: ¡Bien hecho, legionario!” El soldado era Domingo López Delgado, rochense, que luchó heroicamente por Francia y participó en la liberación de una niña que luego se radicó en Uruguay (del libro La niña que miraba los trenes partir, de Ruperto Long).
Los cuadros, al igual que las fotos, pueden observarse en su totalidad y también en sus detalles. Pero es imposible comprender un detalle sin una visión previa del conjunto, que enmarca y explica todo lo demás. Si se fija la atención en lo “pequeño”, ignorando la totalidad, nunca entenderemos realmente. Lo mismo se aplica a la historia. No puede comprenderse a Aparicio Saravia o a Pepe Batlle sin conocer la realidad política uruguaya del momento. Del mismo modo, no podemos analizar las leyes bajo regímenes totalitarios ignorando la realidad cruel de los mismos.
En estas últimas semanas han aparecido tres notas relativas —y apologéticas— a la política interna del mariscal Pétain, durante los breves años en que presidió la dictadura de Vichy.
Philipe Pétain participó en la I Guerra Mundial (1914-1918), fue reconocido como el Vencedor de Verdún y alcanzó gran prestigio. Ideológicamente siempre fue autoritario y opuesto a la democracia. En 1939 era embajador ante la España franquista, régimen al que admiraba.
En mayo de 1940, Alemania invadió Francia, en el marco de la II Guerra Mundial. En junio, los franceses se rindieron y firmaron un armisticio. El país fue dividido en dos: el noroeste quedó bajo control alemán, mientras el sureste —no ocupado— fue dirigido por un gobierno francés establecido en la ciudad balnearia de Vichy. Se trataba de un lugar turístico, cuyas fuentes termales eran famosas, con gran cantidad de hoteles y líneas telefónicas y telegráficas que lo conectaban fácilmente con el resto de Francia. Lo encabezó el mariscal, aún reverenciado por el pueblo francés. El general Charles de Gaulle, que se opuso a la sumisión a los alemanes, viajó a Gran Bretaña, donde comenzó una campaña destinada a liberar Francia de la tiranía nazi y del régimen colaboracionista de Vichy. El objetivo alemán, al no ocupar el sur, era lograr que la flota francesa en las colonias africanas respetase el mando de Pétain y no se uniera a la armada británica.
Represión sin piedad. En 1940 el Pétain heroico se esfumó para siempre. Lo sustituyó un sumiso colaborador de Hitler. Este hecho fundamental —el cuadro general de la situación— hace realmente intrascendente detenerse en si Vichy promovió tomar “aguas minerales” o implantó “el menú de precio fijo en los restaurantes”, como señala el artículo titulado El almuerzo según Pétain (Búsqueda, 29/10). Como consecuencia del armisticio, el ejército alemán mantuvo el norte de Francia —incluyendo París y toda la costa atlántica—, abarcando el 60% del territorio galo, donde el poder efectivo residía en la Wehrmacht, aunque de jure Berlín reconocía formalmente la autoridad de Pétain sobre todo el país.
Según William Shirer —en su excelente obra Auge y caída del III Reich— Hitler “dejó una zona no ocupada al sureste en un acto de astucia (…), impedía trasladar el gobierno al África septentrional francesa (…), idea que fracasó a último momento, no por los alemanes, sino por los derrotistas franceses: Pétain, Weygand, Laval y sus partidarios (…) enemigos de la democracia”. Al ser investido de plenos poderes, Philipe Pétain instauró una dictadura donde los ideales de “Libertad, igualdad, fraternidad” fueron sustituidos por el lema “Trabajo, familia y patria”. Se prohibió el divorcio y se castigó el aborto con la pena capital. Impulsó el culto a la personalidad, al estilo italiano, alemán o soviético. Al fin de cuentas, la psicología de los dictadores es muy similar. Este régimen totalitario asumió el mantenimiento de las fuerzas de ocupación, obligó a los jóvenes franceses a trabajar en Alemania apoyando la economía de guerra nazi y luchó contra la resistencia. Al inicio, una parte importante del pueblo consideraba que el mariscal estaba protegiendo a Francia de caer plenamente en las garras de Alemania y salvando de la ocupación parte del territorio nacional. En realidad, mantuvo una subordinación creciente y vergonzosa hacia los nazis. Pétain aprobó leyes que prohibieron a los hebreos trabajar en la administración pública, educación, medicina y periodismo. Se incautaron sus bienes y comenzaron brutales redadas a plena luz del día. Se crearon campos de concentración bajo control francés. La persecución y los asesinatos abarcaban también opositores, gitanos, masones y todo ciudadano sospechoso de apoyar la liberación. Se estima que fueron deportados más de 75.000 franceses, principalmente judíos, de los cuales solo unos 2.000 sobrevivieron. La peor de estas acciones se produjo en 1942, la Redada del Velódromo de Invierno, cuando 13.000 personas fueron enviadas al campo de exterminio de Auschwitz. Entre ellas había 4.000 niños, cuya deportación obedecía —según el premier Pierre Laval, fusilado en 1945— a “razones humanitarias, pues, al no estar sus padres en Francia, ¿quién va a poder cuidarlos?”. La crueldad de estas medidas generó indignación entre la gente, al punto que los colaboracionistas intentaron ser más disimulados... sin el menor éxito. El cardenal de Lyon, Pierre Gerlier, criticó públicamente estas barbaridades e intentó que la Iglesia católica salvara a los niños.
Derrumbe de un estado ficticio
En noviembre de 1942 el mínimo margen de autonomía de Vichy desapareció, cuando tropas nazis e italianas invadieron la “zona libre”, con lo cual impusieron su control directo sobre todo el territorio de Francia, aunque el “Estado francés” se mantuvo formalmente, para mantener la ficción de una nación independiente y porque a los intereses nazis convenía que la administración siguiera en manos de franceses colaboracionistas, debido al elevado costo humano y material de instalar una burocracia puramente alemana. Italia tomó el control de una región del sudeste francés, donde protegió a los judíos que buscaron allí refugio de los alemanes y de Pétain. Los italianos incluso se negaron a poner en práctica leyes antisemitas en su área. Sin embargo, en 1943, cuando Mussolini fue derrocado e Italia intentó rendirse, los alemanes ocuparon su zona y comenzaron las persecuciones. Muchos judíos fueron ayudados por franceses cristianos, que los ocultaron poniendo en riesgo su propia vida y la de sus familias.
Las dificultades económicas aumentaban: escasez de alimentos, empobrecimiento de la población, elevada inflación y un floreciente mercado negro, mientras los sabotajes de la resistencia contra la Wehrmacht se hacían cada vez más duros. Durante toda la guerra, el movimiento de resistencia francesa (Maquis), bajo el liderazgo de Jean Moulin, actuó contra los nazis y el gobierno de Vichy. Moulin murió torturado por Klaus Barbie, el Carnicero de Lyon, extraditado de Bolivia en 1987 y condenado en
Francia a cadena perpetua. A pesar de las torturas, Jean Moulin no dijo una sola palabra. Sus cenizas se encuentran en el Panteón Nacional de París desde 1964.
Los historiadores han encontrado múltiples evidencias que confirman la tesis de que Pétain, en realidad, actuó en varios casos por cuenta propia y que, de hecho, el gobierno de Vichy aplicó leyes antisemitas antes que los nazis se lo impusieran. Manteniendo su política colaboracionista, Pétain perdió toda su antigua popularidad, y la resistencia se intensificó pese a la represión: 70.000 presos políticos en las cárceles del régimen, cuyos jueces dictaron 10.000 sentencias de muerte.
En agosto de 1944, ante la inminente liberación, los nazis trasladaron a Pétain hasta Alemania. En 1945 fue llevado a Suiza y se entregó a las autoridades de la Francia Libre.
El 15 de agosto de 1945, día de la rendición del Japón, el mariscal Philipe Pétain fue degradado y condenado a muerte por alta traición y complicidad con el enemigo. Charles de Gaulle, al frente del gobierno interino, conmutó el castigo por cadena perpetua, en consideración a la avanzada edad del responsable de tantos crímenes.
Prof. Eduardo Zalovich